El principio general que ha permitido en los últimos años una intensificación sustancial de las relaciones entre Taiwán y EEUU es la adscripción mutua a la defensa de la democracia, la creencia compartida en ideales y valores. Es sobre esta base que Taiwán también ha logrado una proyección significativa añadida en la UE, Japón, Australia, etc., es decir, el universo liberal occidental, muy especialmente entre los gobiernos y formaciones políticas de corte conservador.
Podemos pensar que esto es un mero argumento de naturaleza oportunista que sirve para disfrazar una intencionalidad más obtusa, prestando una cobertura más aceptable a la pugna hegemónica sino-estadounidense en la que Taiwán cumple una función de primer nivel. No obstante, sin duda, esa afinidad ideológica tiene su importancia. En virtud de ella, Taiwán puede contar con cierto nivel de auxilio en un segmento importante de la comunidad internacional.
Y esa importancia se realza cuando probablemente está llamada a desaparecer en un segundo mandato Trump. En efecto, no parece que el Trump II, a diferencia de Joe Biden, sitúe este principio como moldeador de la relación. Si Biden hizo de la democracia un pilar referencial de la confrontación ideológica con los autoritarismos, los tics autoritarios de Trump nos llevan por otros derroteros.
Para Taipéi, esto plantea la urgencia de rediseñar la relación futura sobre otras bases, quizá menos ideológicas y más pragmáticas. Y esto provoca una natural inquietud. Cierto que Trump, en su primer mandato, protagonizó un punto de inflexión en la relación bilateral. Ahí están la Ley de Viajes o la Ley TAIPEI, la promoción de las ventas de armas, entre muchas otras medidas que irritaron a Beijing, agujerearon el principio de una sola China y quebró la “ambigüedad estratégica”. El cambio de tercio se percibe con un simple botón de muestra: si en el primer mandato, asistimos a aquella llamada telefónica entre la entonces presidenta Tsai Ing-wen y Trump, de 10 minutos de duración, que hizo temblar el sensible andamio de las relaciones sino-estadounidenses, esta vez, Lai debió contentarse con hacerle llegar una misiva de felicitación a través de un intermediario, el ex asesor de seguridad nacional Robert O’Brien, en un almuerzo privado….
En sus memorias, John Bolton describe cómo Trump comparaba a Taiwán con la punta de un rotulador Sharpie y a China con el Resolute Desk, lo que sugería que consideraba a Taiwán bien pequeño y sin importancia en comparación con lo enorme y relevante que es China. Y esto no es una cuestión de tamaño. En campaña, las acusaciones de “robo” de la industria de chips, las exigencias de sobrepago por la protección, el desequilibro en la relación comercial, etc., apuntan a un pronunciado giro de guión que planteará muchos e importantes dilemas al soberanista Minjindang o PDP en el futuro inmediato.
Por supuesto, Taipéi tratará de evitar a toda costa perder el apoyo de la Casa Blanca. Es fundamental para la estrategia soberanista, confiando en que el corte de amarras con el continente pueda seguir convenciendo a la nueva Administración que también va en su interés el seguir prestando apoyo a su política. No bastará y probablemente tendrá que condimentarlo con decisiones costosas. De entrada, le exigirá un alineamiento sin fisuras con las políticas de un Trump, que no era su candidato. Símbolo de ello es el desconcierto inicial: Taipéi fue la capital asiática que más tardó en enviar su mensaje de felicitación por la victoria.
Una alineación que tendrá más costes
Entre las variables directas a considerar especificamente en Taipéi habría que señalar:
1.Adquisición de armamento
Taiwán ya es un importante comprador de equipos militares de Estados Unidos y se encuentra constantemente entre sus principales clientes. Tiene pedidos pendientes por valor de unos USD19.000 millones.
En los últimos ocho años, desde que el gobernante PDP asumió el poder en mayo de 2016, el presupuesto de defensa de Taiwán casi se duplicó a más de NT$ 600 mil millones desde más de NT$ 330 mil millones. Una parte no menor de ese incremento se ha destinado a adquisiciones. En su primer mandato, Trump aprobó 11 paquetes para Taiwán por valor de 21.000 millones de dólares, incluidos aviones F-16 y tanques. En la presentación ante el Yuan Legislativo del informe sobre el presupuesto de la cartera de defensa para el año 2025, se avanza un crecimiento del 9,6 %. El diario Financial Times informó recientemente que funcionarios taiwaneses se han puesto en contacto con el entorno de la nueva administración estadounidense para adquirir hasta 15.000 millones de dólares en equipamiento militar.
En suma, Trump ha dado a entender que no tiene intención de enviar tropas para defender a Taiwán y, según otros, podría no estar dispuesto siquiera a adoptar una postura disuasoria. Eso sí, obligaría a Taiwán a comprar armas más caras y a aumentar indirectamente las tarifas de protección para generar más ganancias para el complejo militar-industrial estadounidense.
2.Semiconductores
La acusación a Taiwán de “robar” la industria estadounidense de chips puede tener importantes implicaciones, y la primera puede ser presionar a la empresa taiwanesa Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC), líder en fabricación de semiconductores, para que adelante la producción de su tecnología avanzada de 2 nanómetros en territorio estadounidense.
Washington pretende aumentar su capacidad de tecnología avanzada en medio de las tensiones entre ambos lados del estrecho. Esa orientación genera preocupación en Taiwán pues, exacerbada, podría llevarle a perder su ventaja competitiva a la hora de ofrecer las tecnologías de semiconductores más avanzadas. TSMC no planeaba fabricar chips de 2 nanómetros en su fábrica de Arizona antes de 2028 según su hoja de ruta de fabricación en el extranjero y para cumplir con las regulaciones taiwanesas. El fabricante de chips solo puede fabricar chips utilizando tecnología una generación más antigua en el extranjero que la utilizada en la isla. Eso significaría que TSMC tiene que aumentar la tecnología de 1,4 nanómetros de sus fábricas locales antes de fabricar chips de 2 nanómetros en los EE UU.
Por otra parte, Tump ha criticado los beneficios contemplados por la Ley de Chips y Ciencia. TSMC trata de asegurar hasta US$6.600 millones en financiación directa para sus inversiones de US$65.000 millones en Arizona, donde el fabricante de chips está construyendo dos fábricas avanzadas y planea una tercera.
Con las inversiones de TSMC se espera que Estados Unidos experimente una mejora sensible en su estatus para convertirse en el segundo mayor fabricante de procesos avanzados de semiconductores en 2027, según la información de mercado con sede en Taipei TrendForce Corp. Pero aspira a la cima, por supuesto.
Quienes descartan, por infundadas, las inquietudes sobre la fuga tecnológica -que devaluará el valor estratégico de Taiwán-, destacan la complementariedad y también el hecho de que Trump probablemente multiplicará las prohibiciones de las transferencias de tecnología a China continental. Ambas circunstancias podrían suponer una ventaja que impulsará la colaboración tecnológica entre Estados Unidos y Taiwán.
3.Déficit y otras medidas comerciales.
Taipéi tendrá que mover ficha para moderar su superávit comercial con EEUU (del orden de los USD 50.000). Una fórmula de compensación puede ser la inversión corporativa. De hecho, ejecutivos de TSMC consideran apuntar a los estados del “cinturón oxidado” que necesitan urgentemente inversiones y empleos bien remunerados en el sector manufacturero avanzado. Pero, además, cabe imaginar un incremento de la presión en materia de adquisiciones, algunas polémicas.
En el ojo del huracán están de nuevo los estándares taiwaneses relacionados con los residuos de ractopamina en la carne de cerdo y la apertura incompleta a productos cárnicos de res estadounidense. Será difícil que la Iniciativa de Comercio para el Siglo XXI entre Taiwán y Estados Unidos, en su segunda fase de negociaciones desde abril, abordando temas de agricultura, medio ambiente y trabajo, experimente avances sin una vuelta de tuerca más. Se exigirá de Taipéi más generosidad.
En abril de 2022, el senador estadounidense del Partido Republicano, Lindsey Graham, lideró una delegación que visitó Taiwán, y tras regresar a su país, emitió un comunicado pidiendo a Taiwán que comprara 16 aviones Boeing 787-9, con un costo de USD 4.300 millones. Al año siguiente, en 2023, la aerolínea taiwanesa China Airlines realizó un pedido a Boeing de 24 aviones de los modelos 787-9 y 787-10, con un costo superior a los USD 7.000 millones. Recientemente, se ha informado que China Airlines invertirá otros USD 4.000 millones para comprar 20 aviones de vuelos de largas distancias, que adquirirá tanto de la estadounidense Boeing, como de la europea Airbus. Este anuncio ha sido recibido con cuestionamientos, con voces preguntándose si esta decisión está relacionada con los comentarios del presidente electo Trump acerca de que Taiwán debía pagar una “cuota de protección”.
En el haber, si Trump decide imponer sanciones más estrictas a las empresas chinas y los abultados aranceles que ha anunciado, podría beneficiar indirectamente a las empresas taiwanesas al disminuir la competencia china en Estados Unidos.
4.Negocios privados
Esta puede ser una táctica complementaria que las autoridades taiwanesas pueden implementar para tratar de influir en Trump. Habida cuenta que figura entre los mayores tenedores de divisas extranjeras del mundo, Taipéi bien podría hacer uso de tal recurso. Por ejemplo, podrían invertir a lo grande en sus hoteles y campos de golf, en acciones de Trump Media & Technology Group, o en la plataforma de criptomonedas World Liberty Financial que ha lanzado. Aumentar el valor de la riqueza personal de Trump en grandes cantidades, es posible que le granjee una oportunidad de influir potencialmente en sus decisiones. Pero también otros podrían seguir ese mismo camino para neutralizar el hipotético efecto.
Un entorno contradictorio
En el entorno de Trump, a propósito de Taiwán, son varias las voces que apoyan a la isla, empezando por Marco Rubio, Robert O’Brien o Mike Waltz. Coexisten con otras más ambiguas, como la del propio vicepresidente Vance, con una visión más pragmática. Y otras claramente pro-continentales como el influyente Elon Musk. Este último ha tenido una relación conflictiva con Taiwán a lo largo de los años, particularmente después de referirse a la isla como una «parte integral» de China. Según Reuters, el empresario habría solicitado que los proveedores de SpaceX en Taiwán transfieran la fabricación fuera de la isla debido a «consideraciones geopolíticas». Taipéi asegura que la información es falsa.
Dos factores objetivos, poderosos, apuntalarían la relación: el papel de Taiwán en la cadena de suministro global, que sigue siendo capital, y su relevancia en la estrategia del Indo-Pacífico, promovida en su día por Trump I.
¿Que podemos esperar?
1.Trump ha dado señales contradictorias en cuanto a su posición sobre el conflicto entre ambos lados del estrecho. Es casi seguro que seguirá jugando la carta de Taiwán en sus tratos con Beijing, mientras extorsiona a la isla para que pague más por la protección estadounidense. Su característico transaccionalismo y énfasis en la reciprocidad supondrá un reto para Taipéi.
Lo más peligroso es que podría sentir que no tiene por qué estar sujeto al marco de “una sola China” y que podría mejorar significativamente las relaciones de Estados Unidos con Taiwán e incluso reconocer formalmente a Taiwán, lo que obligaría a Beijing a tomar contramedidas extremas.
2.El principal riesgo para Taiwán es la amenaza de que Trump juegue a ser una especie de Nixon II y que el futuro de la isla se establezca como una moneda de cambio en la relación con China.
En ese escenario, el «abandono» de Taiwán puede tener un efecto demoledor en la hegemonía regional. Y más allá. Por otra parte, habría consecuencias en la política interna dado el apoyo bipartidista que Taiwán tiene asegurado en Estados Unidos. Es por eso que fuentes diplomáticas de Formosa han expresado plena confianza en el desarrollo de las relaciones entre Taiwán y Estados Unidos, señalando que seguirán siendo “sólidas como una roca”.
Pero el solo hecho de que se contemple esta posibilidad al abrigo de lo «impredecible» de su política, sugiere la ausencia de certezas claras en un capítulo fundamental de la política exterior.
¿Y China continental?
Beijing tratará de descalificar la estrategia del PDP de «depender de los EE.UU. para la independencia», asegurando que se ha convertido en una carga cada vez más insoportable para la sociedad taiwanesa. En 2026 deben celebrarse elecciones locales y medirá fuerzas con una oposición que no dejará de poner palos en la rueda con su mayoría en el Yuan Legislativo.
China teme que Trump pueda interactuar con el actual presidente de Taiwán, Lai Ching-te, para demostrar una postura firme contra China. Probablemente, se lo pensará dos veces. Beijing no se puede permitir ser blanda en este asunto. La suspensión del diálogo de defensa con EEUU en la reciente cumbre de ASEAN es un mensaje a navegantes. El mes pasado, el Departamento de Defensa de Estados Unidos aprobó la venta de armas a la isla de Taiwán por valor de 2.000 millones de dólares.
Los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos han dicho que 2027 podría ser un punto de inflexión para un conflicto en el estrecho, en pleno segundo mandato de Trump. Pero este no se ha comprometido a defender a Taiwán en el hipotético caso de un ataque del Ejército Popular de Liberación (EPL). Eso sí, el líder republicano afirmó que impondría aranceles adicionales del 150% al 200% a China si atacaba a Taiwán.
Trump tiene por delante cuatro años. Formalmente, Xi tendría menos. El XXI Congreso del PCCh será en 2027, cuando el EPL celebre su primer centenario. Su aspiración es la de renovar el mandato, que sería su cuarto, hasta 2032, muy cerca ya la implementación al completo de su “Visión 2035”. Tendrá entonces 74 años frente a los 81 de Trump. Pero más allá de la edad, no es cosa menor que pueda presentar un balance positivo de la relación con EEUU, incluido el evitar un empeoramiento del problema de Taiwán.