El cambio de bando de República Dominicana refleja la impotencia de Taiwán ante la arrolladora presión de China continental en el frente diplomático (y no solo). Desde que Tsai Ing-wen asumió la presidencia en mayo de 2016, Taipéi ha perdido varios aliados importantes, incluyendo Panamá o Santo Tomé y Príncipe. Además, un mes antes de su toma de posesión, Beijing normalizó la situación con Gambia, a modo de aviso de lo que podría llegar a pasar de empecinarse en no reconocer el principio de una sola China, un tabú para el soberanismo taiwanés. En África solo le quedan dos aliados y los diez de América Latina y el Caribe zozobran más que nunca; en total, 19, contando los seis de Oceanía y el Vaticano, que en medio de una avanzada negociación porfía en vencer las resistencias internas al reconocimiento de China.
Además, si bien Taipéi puede anotar a su favor la decisión de Japón de aceptar el cambio de denominación de su representación, que pasó a incluir la palabra “Taiwán” en su titulo, Beijing ha impuesto la senda contraria en países como Jordania, Nigeria, Bahréin, Ecuador o los Emiratos Árabes Unidos. Todos ellos fueron instados a eliminar las palabras República de China o Taiwán de las placas de las oficinas de representación.
En las organizaciones internacionales también se ha constatado cómo los avances registrados durante la etapa de tregua establecida durante el mandato de Ma Ying-jeou (2008-2016) se han evaporado en un santiamén. Las posibilidades de participación, a titulo de observador, en la Asamblea Mundial de Salud, son nulas y otro tanto ocurre con otras entidades (OACI, INTERPOL, etc.). De poco valen en tal sentido los mensajes de apoyo de EEUU, la UE, etc. No cambiarán la posición de principio de China que supedita cualquier participación a la aceptación previa del “consenso de 1992”.
Por último, en el frente de las grandes empresas, recientemente ha trascendido la exigencia a dos aerolíneas estadounidenses para que supriman cualquier referencia a Taiwán como país en sus respectivas páginas web. Este procedimiento se llevó a cabo igualmente con Zara, Marriott, Delta, Qantas, etc. Todas ellas han optado por añadir la palabra China siguiendo a Taiwán para dejar en claro su pertenencia a la primera.
La reducción de la presencia diplomática de Taiwán constituye una dificultad política insalvable ante el incremento de la influencia de China, no solo económica. Algunas voces internas reclaman ya una reorientación profunda de la acción exterior taiwanesa para centrarla en la ayuda al desarrollo (que en Taiwán representó el 0,06 por ciento del PIB en 2016) como argumento diplomático para mejorar su poder blando y maximizar los intereses de Taiwán en el ámbito internacional. Pudiera ser, pero no evitaría la mayor.
La relación con EEUU ha mejorado con Trump, es verdad, pero el temor de Taiwán a ser utilizado como moneda de cambio en la negociación con China continental tiene sobrado fundamento. Taipéi confía en que Washington le reserve un papel activo en su estrategia del Indo-Pacífico, aumentando las ventas de armas y asegurando una elevación de los intercambios políticos y militares a través de la Taiwan Travel Act o de su presencia en la isla a través del Instituto Americano en Taiwán. No obstante, en una reciente encuesta, al preguntarse si EEUU ayudaría a Taiwán a defenderse de un ataque militar de China, menos de la mitad (el 47,4 por ciento) de los taiwaneses encuestados dijeron creer en tal posibilidad. El ex comandante adjunto y teniente general retirado del Ejército Popular de Liberación, Wang Hongguang, dijo recientemente que “China puede tomar Taiwán en 100 horas”. Más del 65 por ciento de los taiwaneses creen que su ejército no podría resistir un ataque continental.
Y para completar el cuadro, además de la proliferación de incentivos como política de atracción de la sociedad taiwanesa, las relaciones comerciales siguen a su aire, como si nada pasara: el volumen total del comercio a través del Estrecho en 2017 ascendió a US$139.000 millones, con un superávit para Taiwán de US$39.000 millones. En el primer trimestre de este año, la exportación de Taiwán hacia el continente aumentó un 11,6 por ciento.
A ello tendríamos que sumar la reiteración de los ejercicios militares continentales y la navegación de buques de guerra a través del Estrecho, acciones intimidatorias que pretenden influir en el estado de la opinión pública taiwanesa trasladando un claro mensaje de advertencia ante cualquier veleidad independentista.
Taipéi tiene difícil evitar el temido efecto dominó. La decisión de República Dominicana, un aliado con 77 años de relación a sus espaldas, se fraguó a pesar de la alerta del servicio exterior taiwanés. Más que nunca, la preservación del espacio diplomático de Taiwán depende de unas relaciones estables con el continente.
El apoyo público a la presidenta Tsai cayó al 32 por ciento en abril y su nivel de desaprobación es del 49 por ciento. Las elecciones locales del próximo 24 de noviembre serán la antesala de las presidenciales y legislativas que tendrán lugar a comienzos de 2020. A pesar de los vientos de diálogo que operan en la península coreana, no parece que la más mínima brisa alcance al estrecho de Taiwán. Beijing no va a bajar la presión confiando en su efecto electoral y el soberanismo en Taipéi persistirá en su voluntad de no ceder como estrategia para conservar su electorado. Nos espera una larga partida.