Hung Hsiu-chu logró ser proclamada candidata del KMT en las elecciones presidenciales del 16 de enero del año próximo. Se puso fin así a semanas de especulaciones que apuntaban a una fuerte oposición de sectores internos vinculados a la oligarquía orgánica de su propia formación. Quizá por ello, la coreografía guomindanista cuidó de registrar una generosa dosis de vítores y aplausos, con la concurrencia en pie, además de una puesta en escena destinada a evidenciar esa unidad interna que se resiste.
En su discurso de proclamación, Hung se esforzó por tender puentes con el aparato y con la propia sociedad taiwanesa. Entre bambalinas, se especula con un hipotético acuerdo con Wang Jin-pyng, el actual presidente del Yuan legislativo, quien podría optar de nuevo a liderar el parlamento en la próxima legislatura. Pese a los insistentes rumores de rencores mutuos, Hung le había ofrecido dirigir su campaña electoral, pero Wang rechazó la propuesta. Uno de los cinco destacados militantes recientemente expulsados del KMT, Lee Po-jung, había cuestionado la autenticidad de las firmas presentadas por Hung para avalar su candidatura.
Por otra parte, dirigiéndose a los congregados en hoklo y en mandarín, alzó la bandera de la distribución equitativa de la riqueza en una sociedad que ha experimentado en los últimos tiempos una sensación de pérdida de justicia social, inevitable a medida que se profundiza la brecha de los ingresos con una reducción significativa del poder adquisitivo. Hung trata así de competir con el discurso social de la oposición. Además, prometió tener en cuenta las críticas y las opiniones diversas, sin temor a hacer autocrítica, en un ejercicio de humildad y cercanía que le habrían faltado a Ma Ying-jeou, el presidente saliente.
Su tercer destinatario no podía ser otro que el continente. Envainándose su “una China, una misma interpretación”, Hung prometió cumplir con la plataforma política del partido, esto es: respeto a la Constitución y al Consenso de 1992, es decir, los tres noes y “una China, dos interpretaciones”. Su consigna parecía alterar significativamente el discurso oficial del KMT, basado en gran medida en una ambigüedad que Hung disolvía de un plumazo, desatando las alarmas internas.
Hung Hsiu-chu, vicepresidenta del Legislativo, fue la única candidata que osó concurrir a las elecciones primarias internas organizadas por el KMT. Nadie en su entorno la consideró en su momento una competidora y ninguna figura de peso del KMT quiso siquiera disputarle el cargo internamente, quizá confiando en que no lograría superar el requisito del umbral del 30 por ciento de popularidad. Cuando las encuestas ofrecían el dato del 46,2 por ciento, palidecieron algunos rostros, especialmente los de quienes aspiraban a una nominación cerrada in extremis por la dirección del partido.
La principal rival de Hung, de 67 años de edad, será Tsai Ing-wen, del PDP, de 58 años, quien ya compitió en 2012. Hung criticó a su cuarta destinataria por su populismo y advirtió del aislacionismo y el caos que provocaría la victoria de quienes nunca han reconocido sus errores, en alusión al mandato de Chen Shui-bian, entre 2000 y 2008. Chen fue condenado a prisión por corrupción.
El KMT afronta el proceso electoral en condiciones delicadas. Tras ocho años de mandato de Ma Ying-jeou, las elecciones locales de noviembre último supusieron un duro revés, anunciando un claro cambio de tendencia iniciado con el “movimiento de los girasoles” (primavera de 2014). Las divisiones en el KMT y en el campo azul, con la probable irrupción al alza del PPP de James Soong, pueden dar lugar a un escenario similar a 2000, cuando la división azul propició la victoria del PDP
Sea como fuere, con total seguridad, una mujer presidirá Taiwan en los próximos cuatro años por primera vez en su historia, un hecho prácticamente imposible en China continental a día de hoy, revelando una singular madurez política de la democracia taiwanesa.