El KMT ha celebrado por todo lo alto la victoria del pasado 22 de marzo. La distancia con respecto al PDP (más de dos millones de votos) y la cómoda mayoría que ostenta en el Yuan legislativo le confiere un horizonte de estabilidad que contrasta con el túnel que deberá enfrentar a partir de ahora el PDP (y su aliado, la UST) en los próximos meses, quizás más tiempo, para recomponer su liderazgo y su discurso.
Como ha quedado de manifiesto en la larga campaña electoral, el destino de Taiwán depende, en buena medida, de cómo se articulen sus relaciones con el continente. En tal sentido, en relación a China continental, Ma impulsa un doble programa. De una parte, la aceleración de los vinculos con Beijing, impulsando la normalización de los contactos directos, el turismo, la eliminación de las restricciones en materia de inversiones, etc., configurando esa propuesta de construir un “mercado común” que no impida a los empresarios taiwaneses beneficiarse del auge económico registrado al otro lado del Estrecho. Por otra, en cuestiones de soberanía, Ma defiende un acuerdo de “no negación” mutua que tome buena nota de la realidad actual y brinde una oportunidad para que Taiwán cuente con un espacio internacional propio (excluyendo polémicas sobre el reingreso no pactado en Naciones Unidas), y reduciendo la beligerancia diplomática en la que Taipei lleva las de perder.
Ma, por otra parte, se ha mostrado dispuesto a negociar y firmar el acuerdo de paz reiterado por Hu Jintao, pero con la condición de que los más de mil misiles continentales que hoy apuntan a la isla, dejen de hacerlo, condición lógica. Con intercambios económicos al alza y acuerdo de paz en la agenda, Ma también ha dicho que tiene la intención de promover un aumento del gasto militar, que pasaría del actual 2,6% al 3%, si bien manteniéndolo en un nivel inferior a las expectativas promovidas por el PDP y que el KMT trabó en estos años desde su mayoría en el Yuan legislativo.
Así pues, habrá distensión, más intercambio y más colaboración, pero la evolución en lo político será mucho más cauta y deberá limar poderosas aristas. En los próximos cuatro años, los gestos y pasos de Ma, natural de Hong Kong, serán analizados con lupa por la oposición, que le ha acusado reiteradamente durante la campaña electoral de estar dispuesto a “vender” la isla a China continental. La relativa dureza verbal mostrada en ocasiones por Ma en relación a Beijing guarda estrecha relación con la necesidad de sacudirse el sambenito de pro-continental y afirmar su vocación de compromiso con otro futuro para la isla.
Las dos velocidades, una rápida en lo económico y otra lenta en lo político, caracterizarán los acontecimientos inmediatos en las relaciones bilaterales. A pesar de ello, KMT y PCCh, que ya dialogan directamente desde 2005, podrían poner fin a la “guerra fría residual” que enfrenta a la República Popular China y a la República de China. El esperado fortalecimiento de los vínculos y la confianza, aún llevando su tiempo, puede crear el clima necesario para avanzar con solidez y evitar retrocesos como el ocurrido a partir de 1992, cuando el consenso logrado en Singapur parecía indicar un nuevo rumbo. Las prisas, casi siempre, son malas consejeras.