De las tres candidaturas viables para las presidenciales del 13 de enero en Taiwán, el alcance de la liderada por el ex alcalde de Taipéi y líder del PPT (Partido Popular de Taiwán o Minzhongdang), Ko Wen-je, es la que sugiere una mayor capacidad de sorpresa. A día de hoy, algunas encuestas le sitúan por delante del candidato del KMT (Kuomintang), Hou You-yi, favorecido por una creciente adhesión del voto juvenil. Y en todas supera el 20 por ciento.
La percepción común es que la presencia de un tercero en disputa –como ocurrió en 2000 con el triunfo del soberanista Chen Shui-bian- frente a los “tradicionales” PDP (Partido Democrático Progresista o Minjindang) y KMT, beneficia al primero, sobre todo teniendo en cuenta que al PPT se le considera “relativamente pro-China”. Pero no está del todo claro que solo pesque en el caladero nacionalista.
De entrada, hay un dato no menor en estas elecciones: si en los comicios de 2016, estaba claro que EEUU apoyaba a la actual presidenta Tsai Ing-wen para cortar de raíz el impulso unionista del KMT, hoy, todo parece indicar que le resulta “indiferente”. Al menos eso ha transmitido Laura Rosenberger, directora del AIT (Instituto Americano en Taiwán), en su visita a Taipéi para reunirse con los candidatos: “EEUU no tomará partido”, para luego añadir “nos oponemos a la interferencia externa”. Beijing está claro que rechaza a Lai Ching-te, el candidato del Minjindang, representando los otros dos un mal menor. De Ko le puede gustar esa visión suya de que ambos lados del Estrecho pertenecen a “una misma familia”; de Hou no parece haber una opinión del todo formada y no pocos creen que su carácter “local” –no forma parte del universo de los continentales trasladados a la isla- abriga suspicacias y reservas tras la amarga experiencia de la radical conversión de Lee Teng-hui, quien de máximo dirigente del KMT pasó a defender la taiwanización y crear una organización soberanista, la Unión de Solidaridad de Taiwán.
Quedan meses por delante en los que la campaña electoral será importante como también el posicionamiento de otros líderes relevantes o la elección del número dos por parte de cada candidato. Esto afecta muy especialmente al KMT donde persisten algunas dudas: el expresidente Ma Ying-jeou es relativamente ambiguo en su apoyo a Hou, y su competidor Terry Gou, fundador de Hon Hai, aun puede dar una espantada; por otra parte, alguna gestión significativa (el reclutamiento del ex rector de la Universidad Nacional de Taiwán, Kuan Chung-ming, parece haber fracasado, y también la de Ko Chih-en, director de la Fundación de Política Nacional). El ex presidente del Yuan legislativo, Wang Jin-pyng, ha declinado dirigir su campaña.
No obstante, a favor de Hou podría jugar el desgaste y el desencanto de las políticas del PDP-especialmente en lo social- y la convicción de que 8 años de soberanismo han sido suficientes para llevar al límite la situación en el Estrecho de Taiwán. Esto alentaría la alternancia. En lo personal, la imagen de Hou como persona íntegra y su trayectoria tanto en la gestión de la seguridad pública –fue director general de la Policía- como en la alcaldía de Nuevo Taipéi le avalan ciertamente.
El mérito de Ko es haber alterado sensiblemente la conformidad binaria de la política taiwanesa. Ha logrado que su Minzhongdang pueda presumir de ser una fuerza con aspiraciones creíbles, máximas y no meramente testimoniales.
Frente al binomio independencia-unificación, Ko representaría el statu quo, una opción en la que muchos electores podrían reflejarse cómodamente. Esa idea de abanderar un enfoque más pragmático para tratar las relaciones a través del Estrecho se sustenta en una realidad de la que ni Beijing ni Taipéi pueden sustraerse: pese a los avatares de los últimos ocho años, el 43 por ciento de las exportaciones de Taiwán terminan en China continental -resultando en un superávit comercial de más de US$100 mil millones anuales-, hay 380.000 cónyuges continentales en Taiwán y un millón de taiwaneses que estudian o trabajan al otro lado del Estrecho.
Ese magma “familiar” puede eclosionar electoralmente de manera favorable a sus intereses si logra que su peso irrumpa y protagonice la agenda de la campaña en los próximos meses. Para ello, tendrá que imponerse a la disyuntiva preferida del KMT: guerra o paz. No le resultará fácil.
(Para Diario Público)