Como cabía esperar, la primera cumbre entre representantes gubernamentales, y por lo tanto -por primera vez en 65 años- oficiales, de China continental y Taiwán ha tenido mucho de simbólico. El trato protocolario, la austeridad de la sala, la ausencia de bandera alguna, los contenidos de las intervenciones, etc., revelaron una puesta en escena cuidada y lo suficientemente cauta para evitar los tropiezos.
En lo concreto y positivo, deben consignarse las buenas palabras respectivas para avanzar en la solución de problemas del día a día que afectan a colectivos diversos, desde estudiantes a detenidos. En lo concreto y negativo, la clara aversión continental a un hipotético encuentro Xi-Ma en el marco de la reunión que APEC celebrará este año en Beijing No más se podía esperar.
Lo más destacado, sin lugar a dudas, fue el establecimiento de un canal oficial de comunicación, directo, entre ambas partes, que se suma –y no sustituye- al semi-oficial, existente desde los años noventa del siglo pasado, entre la SEF y la ARATS. La formulación de ese mecanismo formal indica que este será el primero de una serie de encuentros que como en el caso de las entidades semi-oficiales, acabará por convertirse en una rutina. Eso al menos es la ambición del PCCh y del KMT. Veremos si llegado el caso también lo es del PDP.
La realización de la cumbre, tras la breve toma de contacto entre ambas partes en el marco de la reunión de la APEC de Bali del pasado año, es un éxito para ambas partes, pero sobre todo para Beijing que ve ratificado nuevamente y a un nivel más alto el “Consenso de 1992” como la piedra de toque de todo el andamiaje institucional que se está fraguando desde 2008. China continental logra un nuevo avance en la relación a través del Estrecho que debe protegerle contra los retrocesos. La mirada está puesta en el escenario de la isla en 2016, con un posible retorno a la presidencia del opositor PDP, probablemente inclinado a la congelación de estas iniciativas.
Tampoco le ha salido gratis. Beijing ha debido ceder en el reconocimiento formal del titulo oficial de su contraparte operando un escenario con visos de cierta neutralidad que dista bastante del sometimiento de la isla rebelde. El espacio de la ambigüedad, tan común en el actuar de ambas partes, se ha ensanchado un poco más y todo parece indicar que Beijing accede a consentir un mayor espacio internacional para Taiwan, al menos en lo económico, tal como se ha venido confirmando en los últimos tiempos.
Esa sensibilidad continental tampoco puede obviar las reticencias y temores existentes en la isla al diálogo político. El Yuan legislativo, con mayoría oficialista, parece sin embargo secuestrado en este aspecto por una oposición que desconfía de las últimas intenciones de Ma Ying-jeou al propiciar este paso y de su empeño en reunirse en una cumbre con Xi Jinping. Una foto para la historia que exigiría mostrar una clara disposición al diálogo político, actitud juzgada “peligrosa” por sus detractores, dentro y fuera del KMT.
Sea como fuere, con independencia de cual pueda ser su rumbo en el futuro, nos hallamos ante el inicio de una fase, de carácter netamente político y no solo económico o social, entre ambas partes. Este avance podría traducirse en la aplicación de energías añadidas para lograr el desbloqueo de algunos asuntos pendientes, desde la ratificación del acuerdo del comercio de servicios a la culminación de negociaciones sobre asuntos como el intercambio de oficinas representativas. Tanto la visita del presidente honorario del KMT, Lien Chan, como la cumbre que celebrarán la SEF y la ARATS este mes, servirán para hacer balance y trazar nuevos propósitos.
El reto para ambas partes es lograr concretar, de aquí a las presidenciales y legislativas de 2016, nuevas oportunidades. Xi Jinping parece decidido a acelerar el paso. Ma, con una tasa de popularidad a la baja y algún cisma debilitante en su propia formación, podría optar por la inmolación, pero no puede ignorar que la opinión pública de la isla sigue apostando abrumadoramente a favor del statu quo. Eso al menos revelan las encuestas de opinión. Para el PCCh, mantener el conflicto de Taiwan aislado de las tensiones que pululan en los mares de China es esencial.
Pese a este avance, ambas partes son conscientes de que la reunificación no es asunto para mañana y que la prioridad a día de hoy no ha cambiado, es decir, la aceleración de la integración económica, confiando que una cosa lleve a la otra y que el tiempo, además de las personas y las instituciones, haga su trabajo