Los avances registrados en los últimos tiempos en el acercamiento entre China continental y Taiwán son de gran calado. Sin duda, tres ámbitos sobresalen sobre los demás. En primer lugar, el económico. En segundo lugar, el diplomático. En tercer lugar, la sociedad civil. Como también son reveladores los rubros donde aún reina el estancamiento: el diálogo político y el militar. Ma Ying-jeou, el presidente taiwanés, ha descartado pasos significativos en dichos ámbitos alegando que la situación no está madura.
El Acuerdo Marco de Cooperación Económica (AMCE) es el asunto estrella ya que definirá el campo de juego de las relaciones bilaterales en este dominio, de capital importancia para Taipei tanto en lo bilateral como en lo regional, para evitar quedar fuera de los procesos de integración en curso en la zona, uniendo esfuerzos para luchar contra la crisis financiera. Los temores sociales a la repercusión en el empleo y en sectores como la agricultura, el textil o el automóvil, entre otros, y las reticencias a las consecuencias en lo político de la intensificación de la interdependencia económica se agravan con las deficiencias de la política de comunicación del gobierno taiwanés. De no corregirse estas carencias, el AMCE podría firmarse pronto pero sin que ello, a ojos de la ciudadanía, constituya un éxito político para Ma y el KMT, acusados por la oposición de falta de firmeza y de claudicación ante Beijing.
En el orden diplomático, las concesiones continentales en cuanto a la participación internacional de Taipei en foros como la Organización Mundial de la Salud (que podría extenderse a otros ámbitos como la aviación civil o la lucha contra el cambio climático) y el respeto a la tregua diplomática pactada (escenificándose con claridad en las recientes tensiones vividas con Paraguay y Ecuador), constituyen datos positivos que Ma podría también presentar como éxitos de su política ante una ciudadanía que observa el proceso con escaso entusiasmo y no poco escepticismo.
En cuanto a la sociedad civil, los contactos a nivel de municipalidades, el fomento del turismo o del intercambio cultural así como la relajación de las medidas en materia de medios de comunicación consolidan el proceso creando un entorno que acentúa la trayectoria de normalización, aspecto de gran importancia para facilitar el entendimiento y la comprensión mutua.
El principal lastre que condiciona el acercamiento en curso es la natural y previsible oposición del PDP, negativa que ha rentabilizado electoralmente en las últimas confrontaciones registradas en la isla (comicios parciales) recuperándose a sorprendente velocidad del daño causado por los escándalos de corrupción en que se ha visto sumido el ex presidente Chen Shui-bian, actualmente en prisión y condenado a cadena perpetua. Ello ha alimentado la insatisfacción y las críticas al liderazgo de Ma. Algunas empresas demoscópicas se han atrevido a vaticinar su derrota en los comicios presidenciales de 2012.
Siendo Taiwán, la decimoséptima mayor potencia exportadora del mundo y la cuarta en reserva de divisas, un Estado de hecho y no de derecho, la actual dinámica pareciera conducir a una “unificación de hecho” con el doble sustento de la aproximación en lo económico y en lo social y a la espera de que se den las condiciones para arbitrar un diálogo político que formalice una realidad que va tomando a cuerpo a gran velocidad en algunos campos mientras en otros se exigirá toda la habitual paciencia oriental. Solo a través de la unificación de hecho podrán generarse las condiciones para que ambas partes puedan decidir libremente, sin amenazas ni injerencias externas, el punto y final de uno de los últimos vestigios de la guerra fría en Asia y en el mundo.
En cualquier caso, la clave del proceso gira en torno a la capacidad del KMT para lograr el indispensable apoyo social a su política. En un segundo mandato, Ma podría ser más atrevido en dominios sensibles, pero para ello necesita desactivar los temores que aun abrigan amplios sectores cívicos en la isla, no tan reticentes a la intensificación de los intercambios económicos y comerciales como a las implicaciones políticas de un acercamiento que pulverice el statu quo.
A sabiendas de ello, para el continente, en lo inmediato, ninguna estrategia a seguir puede obviar la imperativa necesidad de fortalecer políticamente a Ma.