Tras poco más de un año de negociaciones, Taiwán y Nueva Zelandia firmaron un acuerdo de libre comercio el pasado 10 de julio. Desde Taipéi, dicho acuerdo se considera el punto de partida para la participación de la isla en la integración económica de la región de Asia-Pacífico. El gobierno taiwanés tiene la mirada puesta en el Acuerdo de Asociación Trans-Pacífico (TPP, siglas en inglés). Wellington es una de las capitales que participa en el proceso negociador que reúne a EEUU y otros 10 socios comerciales, excluyendo a China continental.
El acuerdo suscrito permitirá que el 99,8 por ciento de los productos de Taiwán se incluyan en un programa de liberalización del comercio mediante la reducción progresiva de los aranceles. Se dispondrá para ello de un plazo de 12 años. De parte neozelandesa se incluyen todos los productos. El impacto en el PIB de Taiwán podría suponer un incremento del 0,394 por ciento anual una vez entre plenamente en vigor. Actualmente, el comercio bilateral asciende a 1.200 millones de dólares.
Más allá de su significación económica, escasa, el principal valor del acuerdo es político. Ciertamente viene a demostrar, en primer lugar, que es posible la firma de tales acuerdos con países desarrollados con los que Taipéi no mantiene relaciones diplomáticas. Este es el primero y contribuirá de modo significativo a realzar el perfil internacional de Taiwán en un momento en que las dudas proliferan entre sus aliados diplomáticos. Recientemente, se han tenido que desmentir las supuestas inclinaciones de Honduras a favor de China continental, motivadas por el deseo de Tegucigalpa de abrir relaciones comerciales. Pero mientras Beijing y Taipéi mantengan la tregua que diferencia nítidamente entre relaciones económicas y políticas, el riesgo, a corto plazo, es limitado. Más dudoso es que este acuerdo pueda satisfacer los deseos de Taiwán de reducir la dependencia económica del continente, en aumento de año en año. Pese a las contraindicaciones, Taipéi no tiene mejor opción.
En la escenificación, ambas partes han procurado consumar el acuerdo con discreción para desproveerlo de dicha relevancia política con el claro propósito de no desagradar a China continental. Para Beijing se trata sin duda de una prueba respecto a la posibilidad de desarrollar una política de entendimiento leal con Taipéi que facilite una mayor integración de la isla sin alterar su estatus, es decir, Taipéi-China, el nombre oficial con el que también participa en la OMC.
Tras Nueva Zelanda, podría llegar pronto el acuerdo con Singapur, con las negociaciones ya en curso. Cabe señalar que China continental es el segundo socio comercial de Nueva Zelanda, tras Australia, y firmó un acuerdo de libre comercio con Wellington en 2008. Sin su anuencia, el acuerdo no sería posible.