Durante la última cumbre de APEC (Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacifico, siglas en inglés) celebrada en Bali, Indonesia, ha podido constatarse la normalidad de las relaciones de Taiwán con China continental, EEUU o Japón. Los vínculos de Taipei con las tres grandes economías mundiales experimentaron una mejoría notable en los últimos cinco años. Cierto es que subsisten desencuentros y diferencias, pero la atmósfera es radicalmente diferente a la conocida durante el periodo 2000-2008, durante el gobierno del PDP de Chen Shui-bian.
En Bali, Vincent Siew, representante del presidente Ma, se reunió con el presidente Xi Jinping, aproximando nuevos pasos en el diálogo bilateral que ahora abren otro capítulo con el tratamiento de las cuestiones políticas, lo que tanto ayudará a la profundización de los vínculos económicos como a ampliar el espacio de Taiwán en el orden económico internacional, cuestiones que se ha demostrado van ligadas. Con Shinzo Abe, la condición de “socios especiales” se ha reflejado en el acuerdo sobre derechos de pesca firmado en abril pasado (en 2011 firmaron el acuerdo sobre inversiones) a lo que habrían de añadirse otros acuerdos favorecedores de la intensificación de los intercambios. Con EEUU, la reanudación de las negociaciones sobre el Acuerdo Marco de Comercio e Inversión también indica que habrá nuevos avances en los próximos años.
Con independencia del foro concreto, la ausencia de la UE en dicho contexto es notoria y sobresaliente. Sin duda, falta una foto. Sobre todo, porque se trata del cuarto mayor socio comercial de Taiwán y la mayor fuente de inversiones extranjeras directas en la isla. Taipei es el séptimo mayor socio de la UE en Asia. El volumen comercial en 2012 ascendió a 480.000 millones de dólares estadounidenses. Pero también porque la UE es (o debiera ser) un actor destacado del sistema internacional y su presencia en el marco regional de Asia-Pacífico aconsejaría el estrecho acompañamiento de esta evolución. A esta “desaparición”, a pesar de la PESC y Lady Absent, habría que ponerle remedio, a tono con los nuevos tiempos y en correspondencia con los esfuerzos promovidos también desde Taiwán tanto desde el ámbito público como privado.
Recientemente, el Parlamento europeo aprobó una resolución urgiendo a la Comisión para negociar con Taipei la protección de las inversiones y el acceso a los mercados, con objeto de reforzar las relaciones económicas y comerciales, al igual que están haciendo otras economías relevantes, tomando buena nota del acelerado cambio de clima en las otrora intempestivas aguas del estrecho de Taiwán.
Beijing reaccionó pidiendo “prudencia” a la UE, lo cual es comprensible ante lo delicado de dichos procesos, pero es evidente que al admitir la “diplomacia flexible” de Taiwán acepta la formalización de acuerdos de cooperación de signo económico con las principales economías del planeta. La isla es uno de los principales exportadores y manufactureros de diferentes componentes clave. De igual forma que China no parece oponerse a la participación de Taiwán en la integración económica regional, cabría esperar una actitud similar en tanto no se ultrapasen los límites de su despierta sensibilidad política en esta materia.
En ámbitos relativamente menores y de forma desigual, los países europeos, fomentando diversos encuentros y cada uno a su manera y a distinta velocidad, van estrechando vínculos con la isla aprovechando el momento de distensión pero también a modo de respuesta ante una nueva realidad global que empuja a todas las economías a cooperar entre sí, cooperación que, una vez alcanzado cierto nivel, debe avanzar con garantías y acuerdos expresos.
En una reciente entrevista concedida por Ma Ying-jeou al canal Euronews, este aludía a la importancia de firmar un acuerdo de cooperación económica con la UE para evitar depender excesivamente del mercado continental. Indudablemente, esta afirmación tiene una lectura política, pero desde el punto de vista de la racionalidad estrictamente económica la diversificación de la cartera de socios es de una lógica aplastante.
La supervivencia de la economía taiwanesa parece ligada cada vez más a la firma de acuerdos de cooperación con otros países con vistas a mejorar la competitividad de sus empresas en un marco homologable frente a sus competidores (Corea del Sur firmó con la UE un TLC hace dos años). Esa perspectiva extrema su apuesta por integrarse tanto en el TPP (Acuerdo Transpacífico) que lidera EEUU como en la RCEP (Asociación Económica Integral Regional) que promueven China y los países de la ASEAN. Con independencia del éxito o fracaso de estas ambiciones, la UE debiera tomar nota del nuevo contexto y formular su propia línea de acción para esta nueva etapa, iniciativa que no debiera ser interpretada por el continente como una intromisión sino como un reconocimiento del acierto de su política de acercamiento basada en el diálogo y la cooperación.