Taiwan: Los puentes de Zhang Zhijun

In Análisis, Taiwán by PSTBS12378sxedeOPCH

La visita a Taipei -y otras ciudades de Formosa- de Zhang Zhijun, responsable en Beijing de la Oficina de Asuntos de Taiwan del Consejo de Estado,  no ha caído en saco roto. Tras el primer encuentro “político” mantenido con su homólogo Wang Yuchi el pasado febrero en Nanjing, el clima a través del Estrecho se vio enrarecido por las protestas estudiantiles y sociales en torno al Acuerdo de Comercio y Servicios que aguaron el inicio de la “fase política” de sus contactos, hasta entonces centrados principalmente en el orden económico.

La gira por isla de Zhang Zhijun ha ofrecido como notas principales la expresión de una voluntad común de apaciguamiento y el tendido de puentes a más amplios sectores sociales. Se diría que los progresos concretos han sido menores pero no era ese el objetivo principal del viaje. Por el contrario, se trataba de poner coto al alejamiento y ofrecer una cara amable capaz de resituar las relaciones a través del Estrecho en la senda del entendimiento. Para ello, los mensajes de Zhang han sido especialmente conciliadores eludiendo cualquier declaración intempestiva.

Zhang ha sabido capear las protestas cívicas, especialmente fuertes en Kaohsiung, tomando buena nota de la paralela ambigüedad del PDP, alejado del protagonismo crítico de otro tiempo. Zhang se reunió con la alcaldesa de dicho municipio, un feudo opositor, la popular Chen Chu, quien le dispensó una amable acogida, sin por ello dejar de velar por los intereses de su ciudad. Chen visitó el continente en dos ocasiones con el propósito de aumentar vuelos, turistas y exportaciones agrícolas.

En el actual contexto de la isla y ante la expectativa de una derrota del KMT en las presidenciales de 2016, para el PCCh, el estrechar contactos con los sectores del PDP más inclinados al pragmatismo y al acuerdo resulta crucial a fin de evitar pasos atrás. Ninguna puerta parece cerrarse por ambas partes, aunque en el PDP arreciará el debate en los próximos meses.

Tras el término de la visita se ha anunciado el próximo reinicio de las negociaciones en torno al Acuerdo de Comercio de Bienes, paralizadas desde hace tres meses. El Acuerdo de Comercio y Servicios sigue estancado en el legislativo. Zhang se mostró favorable a una renegociación de algunos aspectos de este último, pero siempre tras su refrendo parlamentario.

Por otra parte, para Beijing, resulta esencial el trascender el ámbito de los actores partidarios para establecer lazos con la sociedad civil (pequeños empresarios, aborígenes, académicos, y, muy especialmente, con la juventud). Unos mil jóvenes taiwaneses han participado en primer campamento de verano celebrado en Beijing, cortejados por altos funcionarios del continente.

Para Beijing, la clave reside en conjurar la idea de que los acuerdos que promueven la integración económica en el Estrecho y que confirman la senda de una difícilmente evitable reunificación de facto buscan el beneficio exclusivo de las elites empresariales de la isla en perjuicio de la gente común. No se trata ya de agravar o no la dependencia de la economía de la isla respecto al continente sino que el proceso liberalizador que auspicia se concreta en peores condiciones de vida y trabajo para los asalariados taiwaneses.

Zhang mostró su disponibilidad para escuchar el sentir de la opinión pública taiwanesa, algo esperado, pero lo más sorprendente ha sido la actitud de un PDP que con su discreción ha querido hacer gala de prudencia y responsabilidad para no malograr su perspectiva de reconquista del poder, dejando para mejor momento el radicalismo o la exhibición de reivindicaciones soberanistas de otro tiempo.

En suma, todos parecen haber gesticulado de una u otra forma para evidenciar cierta voluntad, inevitablemente ambigua, de evolucionar en sus respectivas posiciones para encontrar ese lenguaje común que orille la confrontación, un espectro que podría dar al traste con las expectativas del PDP. Si como dijo Zhang, lo importante son los actos concretos, su visita habrá servido, sobre todo, para tomar el pulso a la voluntad de diálogo de una oposición que ha pretendido demostrar su madurez. Nadie quiere dar miedo.