La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada durante el 70º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en 2015, estableció objetivos audaces para reconducir al mundo por el camino de la sostenibilidad y la resiliencia. También se comprometió a la formación de una Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible revitalizada incluyendo a todos los países, a todas las partes interesadas y a todas las personas, de manera que nadie se quedara atrás.
Pese a tales promesas, los 23 millones de habitantes de Taiwán han sido excluidos de este esfuerzo global. Esto viola el principio de universalidad bajo el cual fue fundada la ONU y priva tanto a Taiwán como a la comunidad internacional de oportunidades para trabajar conjuntamente por el bien común de la humanidad.
Taiwán, a pesar de que no puede participar en las reuniones, actividades y mecanismos de la ONU, nunca ha eludido sus obligaciones como parte interesada responsable. De acuerdo con las recomendaciones de la Agenda, Taiwán publicó el año pasado su primer Informe Nacional Voluntario, detallando la apuesta de nuestro Gobierno en pleno para implementar los objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS). Los resultados concretos que hemos logrado incluyen la reducción de la pobreza, la erradicación del hambre, la reducción del porcentaje de hogares con bajos ingresos a menos del 2 por ciento, la reducción de la tasa de mortalidad materna a solo un 11,6 por 100.000 casos y la tasa de mortalidad infantil en menores de cinco años a un 2,4 por 1.000, así como la mejora de la tasa de alfabetización hasta un 98,7 por ciento. Todo ello muy por encima de los estándares de los ODS de la ONU.
Taiwán también proporciona asistencia al desarrollo a otros países. Mediante el Fondo de Cooperación y Desarrollo Internacional (Taiwan ICDF) – la organización oficial taiwanesa de asistencia para el desarrollo internacional- hemos puesto en marcha varios programas en el Pacífico, Asia, África, América Latina y el Caribe. Tales programas pretenden ayudar a países de estas regiones a lograr energía limpia, seguridad alimentaria, agricultura sostenible, mejor educación, salud y bienestar para todos los grupos de edad, así como la reducción y adaptación a los desastres. Taiwan ICDF también trabaja con el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo a fin de ayudar a los países de Asia Central y de Europa Central y del Este a desarrollar sus economías de mercado y una economía verde.
Mientras que las valiosas contribuciones de Taiwán han sido aclamadas por todo el mundo, la ONU continúa ignorando lo que Taiwán puede ofrecer. A los turistas, expertos y profesiones de Taiwán se les niega la entrada en las instalaciones de la ONU simplemente porque la ONU no acepta el pasaporte de la República de China (Taiwán), que es reconocido por casi todos los países del mundo. La ONU ha rechazado acreditar a los periodistas taiwaneses que acuden a cubrir las reuniones y actividades de la ONU, aunque el trabajo de estos es de interés tanto para el pueblo de Taiwán como para todo el mundo.
Estamos profundamente decepcionados por el hecho de que la ONU continúe haciendo un mal uso de la Resolución 2758 (XXVI) de la Asamblea General de 1971 para justificar la exclusión y el aislamiento de Taiwán. Como hemos señalado con anterioridad, esta resolución no se refiere al asunto de la representación de Taiwán y de su pueblo en el sistema de la ONU, ni define la relación entre Taiwán y China. El llamado principio de “una sola China” ha sido desafiado por muchos Estados miembros de la ONU. Es un error que la ONU, una organización creada para servir a toda la humanidad, defina unilateralmente el estatus de Taiwán.
El artículo 1 de la Carta de las Naciones Unidas proclama que los propósitos de la organización son “realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos”. En esta coyuntura crítica, en la que la humanidad está enfrentándose a múltiples desafíos, una cooperación global que incluya a todos los países, a todas las partes implicadas y a todas las personas es cada vez más importante. Con la exclusión de un socio dispuesto y capaz como Taiwán, la ONU no solo viola los derechos humanos fundamentales de los 23 millones de habitantes de Taiwán, sino que también perjudica enormemente al bienestar de la humanidad. Para asegurar que la ONU siga siendo relevante para todo el mundo, la organización debería resistir las presiones externas y abrir sus puertas a Taiwán.