Mientras el presidente electo de EEUU, Donald Trump, y la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, conversaban telefónicamente, Xi Jinping y los principales líderes chinos recibían en Beijing a Henry Kissinger, el artífice de la normalización de las relaciones bilaterales en los años setenta del siglo XX. ¿Podría ser este el doble retrato de una relación que mira al pasado y otra orientada hacia el futuro? Es pronto para saberlo, pero también pronto podremos contar con nuevos indicios de la “inexperiencia” o del “cambio de tendencia”. Eso será, probablemente, en enero próximo cuando Tsai Ing-wen viaje a Centroamérica (Nicaragua, Guatemala, El Salvador) y haga escala en EEUU. Habitualmente, las visitas taiwanesas a países aliados contemplan discretas escalas en EEUU, a la ida y a la vuelta, donde se mantienen encuentros con funcionarios de nivel medio. China ya reclamó a Washington “que no envíe señales equivocadas” a los soberanistas taiwaneses….
Entre sorpresas e incredulidades, lo cierto es que algo tan baladí como una simple llamada telefónica ha desatado un gran cúmulo de especulaciones. EEUU, como Japón, es un socio vitalísimo para Taiwan. Para EEUU, Taiwan es un importante socio comercial (noveno en el ranking). En los últimos años, en los mentideros de Washington se dio pábulo a la idea de un “abandono” de Taiwan en aras de mejorar las relaciones con China. El gobierno del Kuomintang (2008-2016) propició un gran acercamiento en las relaciones a través del Estrecho pero el triunfo del soberanista Minjindang, con una holgada mayoría, ha cambiado las tornas.
Sea o no expresión de una intención de apertura de la comunicación directa al máximo nivel, es obvio que Taiwan intentará aprovechar esta oportunidad brindada por Trump para mejorar su visibilidad internacional. Beijing, por su parte, intentará reducirla por todos los medios a su alcance para evitar que se consolide la imagen de “un Taiwan distinto de China”. Tras el gesto, la moral diplomática de Taipei ha aumentado de forma considerable. En los últimos tiempos, su participación en los eventos internacionales se vio reducida ante la negativa a aceptar la exigencia continental de respetar el Consenso de 1992 cuya base es la existencia de una sola China en el mundo. Pero un exceso de alegría en la antigua Formosa puede derivar en una severa pérdida de aliados si Beijing se aplica a poner en valor las redes económico-comerciales tejidas en la última década con muchos de los aliados taiwaneses. La que se llamó “tregua diplomática” ya no está en vigor.
El hipotético intento de trastocar la relación entre EEUU y Taiwan afecta de lleno a la viabilidad del formato de las relaciones EEUU-China tal como fueron establecidas a resultas de la diplomacia del ping-pong. Jimmy Carter reconoció a Beijing en 1979 como representante legítimo de la única China existente en el mundo, la República Popular. Cualquier cambio significativo en esta ecuación –incluido un aumento significativo en las ventas de armas estadounidenses a la isla- encenderá las tensiones a través del Estrecho de Taiwan y repercutirá en el bagaje de las dos principales economías del mundo.
Por el momento no podemos asegurar que exista un cambio de enfoque del problema. Si se puede constatar en todo caso que los republicanos de línea dura apuestan desde hace tiempo por un mayor acercamiento a la isla aunque esto suponga enfrentarse con el continente. No falta quien les acuse de utilizar sin pudor a Taiwan para obtener contrapartidas de China o exacerbar la contención con actos de provocación como esta conversación telefónica que muchos celebraron sin disimulo. Y hasta de obtener pingües beneficios por mediar en ciertas gestiones (caso del ex senador Bob Dole, quien gestionaría esta cortesía telefónica de Trump). En el tablero sino-estadounidense, en el que se juega la supremacía global en el siglo XXI, Taiwan es una pieza clave para antagonizar con China. Hasta ahora, nunca destacó como prioridad para ningún presidente de EEUU.
La quiebra de la práctica diplomática al uso, si bien por cuenta de un presidente electo y no en ejercicio, se registra en un contexto bien relevante: 558 mil millones de comercio bilateral sino-estadounidense en 2015 y 1,19 billones de dólares que China tiene depositados en bonos del Tesoro. Esto es lo que invita a las autoridades chinas a pensar que nadie se puede permitir el lujo de erosionar a la ligera el principio de Una Sola China. El posible nombramiento de Terry Branstad como embajador en Beijing, afamado gobernador de Iowa y viejo conocido del presidente Xi Jinping, abundaría en esa idea.
Desde las elecciones del 8 de noviembre, Trump ha atendido más de medio centenar de llamadas telefónicas de diversos líderes sin darse prisa en proponer un Secretario de Estado que apacigüe la incertidumbre mundial que sugiere su mandato. Especulaciones aparte, habrá que esperar a que asuma oficialmente el poder para saber si las orientaciones políticas de EEUU para la región de Asia-Pacífico contemplan o no un nuevo escenario para Taiwan. ¿Más ruido que nueces? No sería extraño.