La República de China (Taiwán) ha vivido un 2024 marcado por una llamativa ambivalencia. De una parte, su economía ha mantenido un buen ritmo de progreso. La Academia Sínica revisó al alza su pronóstico de crecimiento económico para 2024, situándolo en un 4,23 %, impulsado por la demanda al alza de tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial, que fortalecerán las exportaciones y las inversiones internas. Para 2025, se prevé un crecimiento económico del 3,10 %, respaldado principalmente por la demanda interna y el desarrollo de tecnologías emergentes como la computación de alto rendimiento. Sin embargo, el desarrollo político, influido por el relevo presidencial de Tsai Ing-wen por Lai Ching-te, ambos del mismo partido (PDP, Partido Democrático Progresista) y una oposición mayoritaria en el Yuan Legislativo, ha elevado la tensión, coqueteando con el colapso político. Estos conflictos pueden acabar perjudicando el entorno económico, según han advertido los grupos empresariales de la isla.
Una oposición que “gobierna”
Cuando Lai tomó posesión el 20 de Mayo aseguró ser consciente de la singularidad de su mandato y tendió la mano a la oposición para buscar puntos de encuentro. Esa invitación al consenso ha naufragado estrepitosamente en 2024 y mucho tendrán que cambiar las cosas para que la situación mejore en 2025.
Fiel reflejo de tal bloqueo fue la sesión de final de año del Yuan Legislativo, con una pelea masiva que duró horas entre los legisladores, y que se saldó con una fuerte derrota del Gabinete.
Los diputados de la oposición, integrada por el Kuomintang (KMT) y el Partido Popular de Taiwán (PPT), más dos independientes alineados con el primero, han actuado como un bloque sin apenas fisuras ni matices, haciendo valer sus capacidades para determinar y problematizar la acción de gobierno.
Valgan de ejemplo las enmiendas introducidas en la Ley de Elección y Revocación de Cargos de Funcionarios Públicos que estipula que quienes propongan y firmen peticiones de revocación proporcionen una copia del anverso y el reverso de sus documentos nacionales de identidad. O las enmiendas a la Ley de Procedimiento del Tribunal Constitucional que requerirían 10 jueces para el quórum y el apoyo de al menos nueve jueces antes de que una legislación pueda ser declarada inconstitucional. O las modificaciones a la Ley que regula la asignación de ingresos y gastos del Gobierno y aumentan las asignaciones de fondos a los gobiernos locales. Actualmente, al gobierno central se le asigna el 75 por ciento de la financiación disponible, mientras que los gobiernos locales reciben el 25 por ciento, y pasaría al 40 por ciento al gobierno central y el 60 por ciento a las autoridades locales.
El PDP plantea el rechazo a estos cambios como una defensa de la democracia, una crisis de vida o muerte, al dificultar los referendos revocatorios o paralizar el Tribunal Constitucional; en lo práctico, exigirá reformulaciones significativas de la política gubernamental y tendría fuertes implicaciones en el recorte de los gastos de defensa, entre otros.
Complementariamente, los siete candidatos a jueces seleccionados por el presidente Lai Ching-te para cubrir las vacantes en el Tribunal Constitucional fueron rechazados por los legisladores, un resultado esperado que puede paralizar el tribunal en el futuro cercano. La Corte Constitucional normalmente tiene 15 jueces, pero actualmente sólo tiene ocho, ya que los mandatos de ocho años de siete de sus jueces finalizaron el 31 de octubre. Esto marca el número más bajo de jueces desde la introducción de la interpretación judicial en Taiwán en 1947 y la primera vez que el Yuan Judicial, que supervisa el Tribunal Constitucional, no tiene presidente ni vicepresidente.
Estas propuestas llegan después de que el máximo tribunal secundara las tesis del Gobierno frente a otra polémica reforma anterior que planteaba una reordenación competencial de profundo alcance para otorgar mayor capacidad de control al Legislativo sobre el Gabinete, adoptado tan solo ocho días después de la toma de posesión de Lai.
La oposición, además, se muestra insensible ante la movilización social auspiciada por el soberanismo al abrigo del “movimiento Bluebird” (que evoca el “movimiento Girasol” de 2014) para “expulsar a los legisladores del KMT que han patrocinado unas enmiendas con el perverso propósito de destruir la democracia de Taiwán”…..
Tanto KMT como PPT consideran que Lai ejerce más como presidente del PDP que como presidente de la República, está más preocupado por consolidar su poder que por defender la democracia y en tanto eso no cambie será imposible que fructifique cualquier posibilidad de cooperación política entre las diferentes formaciones.
¿Crisis existencial en el PPT?
Este ha sido también el año de la mayor crisis del PPT en su corta historia en virtud del procesamiento por corrupción de su líder, el ex alcalde de Taipei, Ko Wen-je. En 2019, Ko fundó el Partido Popular de Taiwán, logrando presencia en el Yuan Legislativo con cinco escaños. Al finalizar su mandato como alcalde en 2022, anunció su candidatura presidencial para 2024, pero las negociaciones fallidas con el Kuomintang y la controversia de su alianza afectaron su imagen pública. En las elecciones del 15 de enero, obtuvo el 26,5 % de los votos, marcando un revés político significativo en comparación con el 40,05 por ciento de Lai Ching-te del PDP y el 33,49 por ciento de Hou Yu-ih del KMT. Pero obtuvo una compensación importante ya que los ocho escaños que el TPP consiguió en la Legislatura le dieron al partido un papel decisivo ya que ni el PDP ni el KMT habían logrado una mayoría.
En los últimos cinco años, el PPT de Ko se había consolidado como una tercera fuerza, los “blancos”, un fenómeno poco común en un sistema político dominado por dos partidos (los verdes del PDP y los azules del KMT). El bipartidismo, erosionado recientemente del lado soberanista por formaciones menores como el Partido del Nuevo Poder, ahora prácticamente diezmado, seguía amenazado.
El cambio de tendencia e incluso el declive de Ko se afianzó en 2024 cuando la Fiscalía de Taipei lo acusó formalmente de irregularidades en su campaña presidencial y corrupción en el caso Jinghua Cheng. Se solicitó una pena de 28 años y 6 meses de prisión. El proceso podría marcar el final de su ascenso político, dejando a su partido, muy dependiente de su figura, en una posición precaria.
La caída de Ko plantea un serio desafío para el PPT. Debe enfrentar las consecuencias de su líder caído. Su caso no solo afecta a la reputación personal sino que también genera incertidumbre sobre el futuro del partido, un movimiento que había prometido una nueva era en la política taiwanesa. Tras la dimisión de Ko al frente de la formación, sus líderes han reiterado la descalificación de un proceso que consideran una manifestación de “terror verde” (evocando el “terror blanco” de los tiempos de la dictadura ejercida por el KMT) y una demostración de que Taiwán está retrocediendo hacia el autoritarismo.
El futuro con Donald Trump
La victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses plantea importantes interrogantes para Taiwán. Taipei ha asumido que Trump podría ser más ambiguo que el presidente Joe Biden sobre si Estados Unidos acudiría en defensa de la isla en caso de crisis grave en el Estrecho.
En otro orden, se espera que Trump presione a Taiwán para que aumente drásticamente el gasto en defensa o compense a Estados Unidos por supuestamente “robar” el sector de semiconductores de Estados Unidos.
Durante su primer mandato, Trump brindó apoyo político a la isla y alentó la venta de armas a Taiwán, en parte porque consideraba que esas ventas eran un apoyo para las empresas estadounidenses. Probablemente las seguirá apoyando en su segundo mandato, tanto por razones financieras como porque exige a los socios de Estados Unidos que demuestren que están haciendo más por invertir en su propia defensa.
Elbridge Colby, experto en políticas de seguridad que desempeñó como subsecretario adjunto de Defensa de 2017 a 2018 durante la primera administración Trump y candidato a subsecretario de Defensa de Estados, ha pedido reiteradamente a Taiwán que aumente su gasto en defensa al menos hasta el 5% del PIB. Ese aumento, asegura, es esencial para mejorar la capacidad de disuasión de Taiwán y garantizar la alineación con las expectativas de Estados Unidos. De no hacerlo, correría el riesgo de socavar la confianza de los aliados internacionales en la disposición y capacidad de Taiwán para defenderse.
Taipei habrá tomado buena nota de que el equipo de Trump se centrará en recuperar el poderío industrial estadounidense y de sus aliados, en particular su base industrial de defensa. En el corto plazo, Estados Unidos no es capaz por si solo de aumentar significativamente la producción industrial de defensa. Para expandir la producción, Washington necesitará involucrar a socios cercanos como Japón, Corea del Sur y Taiwán. Taiwán ve en ello una oportunidad de posicionarse como un socio indispensable para la industrialización de alta tecnología en Estados Unidos y como un proveedor confiable de equipos de defensa, como drones avanzados.
El regreso de Trump a la Casa Blanca plantea a los líderes de Taipei la necesidad de demostrar ante él que Taiwán es un socio que le conviene y un facilitador de la estrategia estadounidense. Y Lai tiene el reto de asegurar para el Taiwán soberanista una mejor posición ante la presión continental si puede demostrar que está fortaleciendo su relación con Estados Unidos.
La preocupación de China continental
En los siete meses transcurridos desde que Lai Ching-te asumió el cargo, China continental ha mantenido e incluso elevado la política de presión hacia Taiwán que ya venía aplicando durante el mandato de la predecesora de Lai, Tsai Ing-wen.
Gran parte de esa presión ha implicado ejercicios militares regulares en el estrecho de Taiwán, pero también ha incluido otras iniciativas de signo político. El 21 de junio, aproximadamente un mes después de que la administración Lai asumiera el cargo, las autoridades continentales anunciaron un nuevo conjunto de directrices legales dirigidas a los defensores de la independencia de Taiwán, siendo el castigo más severo la pena de muerte.
En Beijing, la valoración de Lai es muy crítica, denunciando la sumisión del soberanismo a la estrategia estadounidense de contención de China. Las autoridades han descalificado las campañas políticas emprendidas por las sucesivas administraciones del PDP para diluir y eliminar la identidad china en Taiwán para fabricar y establecer la imagen de un Taiwán culturalmente independiente, un enfoque que no solo debilitaría la profunda herencia cultural de los taiwaneses, sino que también fomentaría el distanciamiento de la cultura china entre las generaciones más jóvenes.
Es en este sentido que actúa el ex presidente Ma Ying-jeou (2008-2016) que con su fundación promueve los intercambios entre estudiantes taiwaneses y continentales a pesar de las duras críticas y hasta amenazas del soberanismo. El KMT mantiene idénticas tesis al defender la continuidad de los intercambios institucionales (como el foro Taipei-Shanghai), al tiempo que critican lo que califican de “represión” contra tales actividades que remite al espectro del macartismo al situar la discrepancia en la defensa de la reunificación en las fronteras del delito de traición por connivencia con las autoridades continentales. Para el KMT, ambos lados del Estrecho son parte de un grupo étnico chino colectivo y comparten la misma herencia cultural.Beijing complementa su mensaje de hostilidad hacia el soberanismo con la mano tendida a los partidarios de la reunificación. Un ejemplo ha sido el anuncio de que la implementación del principio de «un país con dos sistemas» en Taiwan tomará en cuenta plenamente las realidades de la isla, comprometiendo esfuerzos vigorosos para explorar una solución de «dos sistemas» para la cuestión de Taiwan. Sin duda, serán muy necesarios para trascender la herida abierta por la crisis de 2019 en Hong Kong.
Proyección internacional
La crisis en la relación de China con los países occidentales ha beneficiado a Taiwán en su proyección internacional. Pese a la pérdida de aliados formales (Nauru cambió de bando el mismo día que Lai ganó las elecciones), Taipei ha logrado expandir la cooperación y profundizar las relaciones con sus aliados y países afines, apelando a su condición de modelo global de libertad y democracia y su papel en la estabilidad y prosperidad en la región del Indo-Pacífico.
El alineamiento con las tesis occidentales en crisis como la de Ucrania u Oriente Medio en un contexto de incentivos declarativos en numerosos países (en torno a la interpretación de la resolución 2758 de la ONU, por ejemplo) ha realzado una “diplomacia de valores” que ha encontrado eco también en algunas capitales europeas. El apoyo internacional hacia Taiwán alcanzó niveles destacados en 2024, reflejándose en una mayor institucionalización de la red de alianzas diplomáticas, relaciones cercanas con Estados Unidos, una cooperación cada vez más profunda con Europa y un vínculo estable con Japón.
Durante sus visitas a los países aliados del Pacífico, así como sus escalas en Hawái y Guam, Lai describió su hoja de ruta como el inicio de una «nueva era para la diplomacia basada en valores».
Conclusión
Taiwán sigue gozando de una relevancia económica de gran importancia. Como destacó el secretario de Estado Blinken, el 50 % del flujo comercial marítimo mundial pasa diariamente por el estrecho de Taiwán y el 70 % de los microchips se producen en la isla. Una crisis en Taiwán tendría un impacto enorme en la economía global. No obstante, ese temor representa un poderoso factor disuasorio que aleja el interés por abrir paso a una crisis que especialmente afectaría a Estados Unidos y China.
Pese a ello, la invocación de la guerra ha ganado prominencia en las cábalas en torno al Estrecho, especialmente por parte del soberanismo. En 2024, se ha estrenado una serie de televisión llamada “Día cero”, que presenta un escenario en el que China continental utiliza aparentemente una misión humanitaria de búsqueda y rescate como pretexto para «invadir» la región de Taiwan. También se ha presentado un nuevo juego de mesa titulado ”2045”, que simula una invasión del Ejército Popular de Liberación de la isla en los próximos 20 años.
Lai Ching-te ha sido durante mucho tiempo uno de los políticos más populares de Taiwán y, durante largos períodos, las encuestas lo mostraron como el más popular. Ha ganado todas las elecciones generales en las que se ha presentado desde su primera candidatura en 1996, y solo ha perdido en una primaria: fue derrotado por Tsai en 2019.
La apuesta por la polarización en torno a la defensa y la política hacia China es beneficiosa para el soberanismo y para la popularidad de Lai. La reelección de Tsai o la elección de Lai son una respuesta que, más allá de la división de la oposición, refleja, sobre todo a partir de 2019, la crisis de confianza en la política de Beijing para la reunificación y la simpatía que se deposita en el independentismo en materia de política exterior, soberanía y seguridad nacional. En el sistema político de Taiwán, esas responsabilidades son del presidente. En teoría, la gobernanza interna es responsabilidad del primer ministro y del Gabinete.
Lai, en sus meses de ejercicio, se ha mostrado como un continuador de Tsai, más incisivo, en estos temas. Mientras el entorno general no cambie, y es previsible que no mejore sustancialmente en 2025, Lai podrá exhibir unas relaciones mejoradas con países clave de la comunidad internacional. Si Lai mantiene este rumbo, no es pan comido que la exhibición de poder de la oposición en el Yuan Legislativo le suponga una pérdida automática de popularidad incluso si no logra un buen resultado en los comicios locales de 2026, que podría estar cantado si no consigue evitar la confrontación entre los poderes territorial y central.
(Para Anuario CEID, Buenos Aires, Argentina)