En las últimas décadas, China —junto con las demás economías emergentes de Asia— se ha convertido en factor clave para entender la evolución y las perspectivas de la globalización. Por su destacado desempeño en cuanto a crecimiento económico, comercio internacional, inversión extranjera directa e innovación tecnológica y su papel como fuente de financiamiento internacional, China está modificando aceleradamente el mapa de la economía mundial. De esta forma, está potenciando los vínculos entre las economías en desarrollo y favoreciendo un ciclo inédito de crecimiento, comercio, inversión, reducción de la pobreza y avances en la internacionalización de las economías emergentes.
Gracias a ello se está reduciendo la brecha de ingresos entre esas economías y los países industrializados.