¿Cómo es posible que España, quinto país en importancia política en el seno de la Unión Europea y cuarta economía de la zona euro tenga una presencia tan reducida en un espacio tan crucial, en la política, seguridad y economía internacionales, como es el teatro asiático?Existe un relato que, haciendo énfasis en la evolución de los últimos 40 años, pretende explicar el actual estado de los vínculos hispano-chinos. Este discurso sitúa Asia, y China en particular, como una «nueva frontera» de la política exterior española subrayando que existe una política de Estado marcada por la colaboración público-privada, y con la que se estaría recuperando el tiempo perdido. El corolario de esta interpretación: la esperanza en un futuro mejor. Es decir, existe un reconocimiento de que queda mucho por hacer pero confía –con liberal optimismo– que el espectacular desarrollo de China y las excelentes relaciones existentes entre Madrid y Beijing, son potencial fuente de oportunidades que las empresas españolas deben aprovechar. La idea subyacente obedece a una suerte de realismo cuya lógica es que, en la medida que las empresas tengan éxito, mejorará la posición española, su influencia y peso político en la región.Algo falla en este modelo explicativo de las relaciones hispano-chinas porque no parece haber un futuro mejor: la realidad de la relación bilateral entre España y China sigue caracterizándose por la sintonía política, el grave déficit comercial y la marginalidad en lo relativo a inversión directa e influencia cultural. El tema principal de esta obra, gira en torno a las causas subyacentes que explican la marginalidad de España en ese escenario; pero también hay en ella, una invitación a reflexionar sobre los porqués que impiden que llegue a ser el país que parece/puede ser.