Economía china: innovación contra fatiga Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Sociedad by Xulio Ríos

La tarea que afronta el primer ministro chino Li Keqiang abunda en desafíos. La coyuntura económica internacional nos recuerda cada vez más a la última gran crisis financiera y los temores hacen temblar las bolsas un día sí y otro también.

En un clima crecientemente adverso, hasta ahora, la economía china ha mostrado una gran resiliencia pero algunos índices son reveladores de lo complejo del momento. La producción industrial en el mes de julio, por ejemplo, creció al ritmo más débil desde febrero de 2002. El desempleo urbano alcanzó el mismo mes el valor más elevado desde que se recogen este tipo de datos. Y el consumo también se modera. Las exportaciones, por el contrario, parecen mostrar buenos resultados a pesar de la persistencia de la incertidumbre provocada por la guerra comercial desatada por la Administración Trump. De los casi cinco millones de empleos perdidos en la industria, casi dos millones estarían relacionados con los “daños colaterales” del conflicto (según China International Capital Corp.).

Uno de los asuntos que es objeto de mayor atención es el desempleo, ya en el 5,3 por ciento. En las universidades chinas se graduaron este año 8,3 millones de estudiantes…. El mantenimiento del empleo siempre se ha asociado con la estabilidad social. Es comprensible por tanto que el Consejo de Estado incite a los gobiernos locales a implicarse. En una gira de inspección llevada a cabo esta semana por la provincia de Heilongjiang, Li Keqiang recordaba que cada año, alrededor de 15 millones de residentes urbanos se incorporan al mercado de trabajo, y varios millones de trabajadores rurales procuran empleo en las ciudades. La generación de ocupación es un asunto crucial y debe pasar a primer plano, dijo.

La presión a que se ve sometida la economía china también opera en otro sentido, acelerando la transformación estructural. Dos factores sobresalen: el consumo interno y la innovación. En el primer caso, se ha confirmado como el primer motor de crecimiento de la economía china durante cinco años consecutivos.  En el segundo, el progreso en esta capacidad ha sido notable y se ha visto reconocida en el último informe publicado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. En 2017, por ejemplo, China presentó 1,38 millones de solicitudes de patentes, una cifra astronómica si la comparamos con las 10.000 solicitudes de 1990. Beijing ocupa ya la 14ª plaza en el ranking respectivo, entre más de 100 economías de todo el mundo.

La coexistencia de cifras adversas con transformaciones estructurales que ofrecen esperanza en un contexto global de intensificación de las tensiones alimenta las especulaciones sobre la capacidad del gobierno chino para lograr el objetivo de crecimiento económico para este año, cifrado en el entorno del 6 y 6,5 por ciento, sin adoptar más políticas activas de estímulo que compensen la actual fatiga.

El modelo chino permite al Estado y al PCCh disponer de una amplia perspectiva general y una capacidad de intervención sin parangón en otras grandes economías. Estos medios, fuera del alcance de los mercados liberales, y sus propias macrodimensiones, pueden ser de gran utilidad en coyunturas como la actual, de fuertes fluctuaciones. Su visión de largo plazo en contraste con la inmediatez obligada que se impone en los calendarios políticos de los países occidentales, matiza su vulnerabilidad aunque ni mucho menos diluye los desafíos; eso sí, los dilata y contextualiza de tal modo que esperar un colapso o que todo se derrumbe por su propio peso suena a quimera.