Sistema político de China, sostén de sus avances extraordinarios

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En el proceso de su modernización, iniciado hace más de medio siglo, China ha recorrido un sendero de desarrollo en el cual los países ricos de Occidente debieron invertir de uno a dos siglos. El desarrollo de China no solo ha beneficiado a su pueblo, sino que también ha hecho de esta nación de 1.300 millones de habitantes un nuevo motor impulsor del crecimiento económico mundial. ¿Qué permitió a los chinos anotarse tan notables éxitos? El tema plantea complicadas interrogantes para algunos comentaristas internacionales. (Por Chen Jiaxing)


“El sistema socialista con características chinas, que incorpora completamente las características y las fuerzas distintivas del socialismo con características chinas, es una garantía institucional fundamental para el desarrollo y el progreso de China contemporánea,” dijo el primer secretario del Partido Comunista de China (PCCh), Hu Jintao, en su discurso pronunciado el primero de julio de 2011, en ocasión del 90 aniversario de la fundación de esta organización política. Esta afirmación revela el elemento de base sobre el cual se asientan los logros chinos. A partir de su fundación, especialmente durante las pasadas más de tres décadas, desde el inicio de la reforma y la apertura, China se ha desarrollado aceleradamante a su propio ritmo. Y lo ha logrado en atención a su enorme vitalidad institucional, capaz de adaptarse al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, a las ventajas del sistema para concentrar fuerzas y dedicarlas de lleno a cumplir tareas de importancia, su alta efectividad al elaborar e implementar políticas y su capacidad para movilizar a las masas populares, así como a su empeño en persistir invariablemente en la reforma e innovación partiendo del estudio, a la vez que se subsanan errores acudiendo a la experiencia práctica.



La causa de la construcción del socialismo en China no dispone de precedentes en los anales de la historia. Las bases del sistema político y económico de China, al igual que las estructuras concretas que sostienen su cultura y sociedad, responden en su totalidad a la idiosincracia china, ajustándose tanto a las condiciones específicas del país como a los imperativos derivados de la época actual. Todos resultan asimismo de la combinación de los principios fundamentales marxistas con la realidad china. La aparición del sistema socialista con peculiaridades chinas supone una ruptura, superadora en su esencia, con el diseño político predominante en el mundo occidental y su concepto de valores, capaz de generar a su vez un hito de avance con respecto a los 5.000 años previos de historia china y de elevar a cotas sin precedentes la libertad y felicidad del pueblo chino.



Es por eso que ciertas personas experimentan “extrañeza” respecto al sistema político chino, al no corresponderse el mismo con sus conceptos de valores. En consecuencia, su incompresión ha dado pie a la propagación de todo tipo de absurdos, entre ellos las teorías del “derrumbe chino” y de la “amenaza china.” Sus esquemas mentales les llevan a cuestionar el progreso social chino, negándolo con sus críticas infundadas.



Al abordar este tema, debemos partir de una verdad como un templo: cualquier avance que registre un país determinado deberá apoyarse por necesidad en su sistema político predominante. Si China hubiera desconocido esta realidad tan evidente, ¿cómo habría podido librar a su pueblo de la pobreza y resuelto el problema de la alimentación? ¿Habría conseguido entonces el segundo puesto mundial en crecimiento del PIB y habría dotado a su población de una vida modestamente acomodada? ¿Cómo habría resistido exitosamente la embestida de la crisis financiera internacional y revitalizado la débil economía global? ¿Cómo habría superado los desafíos de las calamidades naturales, arrostrado las contigencias y mantenido la estabilidad y armonía sociales?



Pero colocando a un lado las discusiones teóricas, es posible deslindar un saldo concreto: el capital es un elemento muy sensible. En la época de la globalización económica, la capacidad de absorber inversiones es tenida por barómetro que permite evaluar las ventajas de un sistema estatal. El que China se haya convertido en un gran país, capaz de absorber inversiones directas foráneas de manera estable y de atraer a las 500 principales empresas del mundo para que establezcan fábricas en el país, constituye prueba fehaciente de la aprobación universal del sistema chino. En medios informativos internacionales se ha comentado que esto demuestra el voto favorable que el mundo otorga al sistema chino por su capacidad de atraer inversiones.



Tras un arduo proceso de búsquedas sobre qué tipo de socialismo construir, y cómo construirlo, a la vez que ponía en práctica la política de reforma y apertura, China se ha decantado por una doble vía en la edificación de su sistema socio-político, compaginando el perfeccionamiento de sus propias estructuras con la asimilación de lo mejor de la civilización mundial. Al emprender tan grandiosa empresa, China ha mostrado su extraordinaria magnanimidad, capacidad de restructuración y confianza en su propia cultura. Según avanza por este sendero, y siempre que aprenda de lo mejor de otros y afiance sus propias ventajas, desechando cualquier forma de conformismo con lo logrado, China hará de su sistema político fuente inagotable de vitalidad para promover su modernización. (Pueblo en Línea)




18/07/2011