El encuentro celebrado en Beijing entre el presidente Xi Jinping y el ex presidente taiwanés Ma Ying-jeou ha hecho historia. Cierto que ya se habían reunido anteriormente, en 2015, pero no en suelo chino (fue en Singapur) y entonces Ma estaba en el ejercicio del cargo, en rampa de salida tras un doble mandato iniciado en 2008 con el balance de un acusado estrechamiento de los vínculos entre Taipéi y Beijing reflejado en la firma de 23 acuerdos.
En 2014, el Movimiento Girasol catalizaba una protesta cívica en demanda de un severo freno a ese proceso que había acelerado la reunificación de facto entre los dos lados del Estrecho. En 2016, el Kuomintang, ya sin Ma de candidato, fue derrotado en las urnas dando inicio a un nuevo ciclo político en la isla bajo la égida soberanista del Minjindang.
El contexto de este encuentro Xi-Ma viene marcado por la renovación, por tercera vez, del mandato del Minjindang, que, tras los dos mandatos de Tsai Ing-wen, estrena líder al frente de Taipéi. Se trata de Lai Ching-te, un cripto-independentista que preocupa en Beijing. El 20 de mayo tomará posesión de su cargo. Su principal hándicap, la mayoría opositora que controla el Yuan Legislativo y que pondrá serios obstáculos a su acción de gobierno.
Ma Ying-jeou representa en el KMT a los sectores tradicionales. Se trata, no obstante, de un líder con influencia a la baja en el partido. Durante la última campaña electoral, sus principales dirigentes, desde el presidente del partido Eric Chu a su propio candidato, el alcalde de Nuevo Taipéi Hou You-yi, tomaron distancia de sus declaraciones pro-continentales, que juzgaron excesivas.
Por otra parte, los intentos de acotar en el partido el espacio de influencia de la facción Huang Fu-hsing, integrada por veteranos militares y su entorno, de alto nivel y fuerte peso en la burocracia interna, se saldarán con un deterioro de la “alma china” del KMT en beneficio de quienes sugieren una mayor taiwanización de la formación. La evolución de este dilema identitario del KMT puede dilucidarse en la continuidad o no de Eric Chu al frente de la presidencia del KMT, con la finalización de su mandato a la vuelta de la esquina.
Ma galvaniza los esfuerzos de quienes siguen enfatizando el idioma, la etnia o el linaje comunes de los residentes a uno y otro lado del Estrecho como sólida base para el entendimiento y para desplegar una sabiduría propia y capaz de encauzar el contencioso. En estos sectores crece la preocupación por la falta de comunicación entre las autoridades de Beijing y Taipéi y la sucesión de tensiones que afectan a cuestiones múltipes y que tienen en la intensificación de patrullas militares y la transgresión de viejos pactos tácitos su reflejo más inquietante.
Mientras tanto, las inversiones comerciales taiwanesas en los países de la Nueva Política hacia el Sur han superado a las de China continental durante dos años consecutivos y se espera que la brecha se amplíe. El año pasado, las autoridades taiwanesas aprobaron 3.370 millones de dólares en inversiones en el continente, el nivel más bajo desde 2002 y una caída de casi el 40 por ciento interanual, según mostraron datos del Ministerio de Asuntos Económicos. También mostraron que las inversiones continentales en Taiwán el año pasado ascendieron a 29,69 millones de dólares, el nivel más bajo de la historia.
Por contra, las relaciones con EEUU van viento en popa. Recientemente, la presidenta del Instituto Americano en Taiwán (AIT), Laura Rosenberger, señaló en Taipéi el fuerte compromiso de Estados Unidos con Taiwán y reiteró la voluntad de avanzar en la creciente asociación entre Estados Unidos y Taiwán. Washington traba una alianza con Tokio y Manila, también Seúl, ante una hipotética contingencia en el Estrecho. De hecho, la reunión en Beijing coincidió con la cumbre del presidente estadounidense Joe Biden con el primer ministro japonés Fumio Kishida en Washington. También con el 45º aniversario de la Ley de Relaciones con Taiwán de Estados Unidos, promulgada por Jimmy Carter, que China califica de “unilateral” y en flagrante contradicción con los tres comunicados firmados entre 1972 y 1982 por Estados Unidos y China.
Son insistentes los rumores de que Washington nombrará a un general de cuatro estrellas en Japón para dirigir operaciones conjuntas, un mensaje claro para China de un escenario de mayor implicación de las fuerzas estadounidenses estacionadas en Japón, Filipinas y Corea del Sur en caso de una crisis en el Estrecho.
Por su parte, el KMT está intentando demostrar que tiene canales abiertos de comunicación con Beijing y Washington enviando al vicepresidente del KMT, Andrew Hsia, a Estados Unidos al mismo tiempo que Ma está en China continental.
Ma y Xi están de acuerdo en defender lo que llaman el Consenso de 1992, centrado en la idea de la existencia de una sola China, abogando por la reunificación sobre una base pacífica y el rechazo en redondo tanto a la “independencia de Taiwán como a la interferencia externa”.
Los críticos le recriminan a Ma su falta de realismo al alabar la plena confianza en Xi para mejorar las relaciones a través del Estrecho, obviando el deterioro actual, que Ma imputa a los líderes soberanistas. También le desautorizan por su desconexión con el sentir de una opinión pública que en Taiwán se aleja a paso rápido de dicha política contemporizadora con Beijing.
Al PCCh, la posición de Ma le resulta conveniente pero al mismo tiempo es bien consciente del carácter simbólico de encuentros como este en la medida en que su valor es residual incluso probablemente en las propias filas del KMT a la hora de poner freno a las tendencias más localistas de la formación unionista que consideran que aquel Consenso de 1992 raya la obsolescencia.
(Para Diario Público)