La Beijing Initiative resultante del encuentro que el PCCh mantuvo días atrás con partidos políticos de todo el mundo es fiel reflejo del interés de Beijing por auspiciar un discurso para liderar la “nueva era” tejiendo alianzas para un “destino compartido”. El propio Xi Jinping, ya en su discurso de apertura, anunció la institucionalización del encuentro, lo que le confiere visos razonables de continuidad.
La Internacional que propone China aporta varias notas destacadas. En primer lugar, a diferencia de otras similares del pasado, es pluriideológica, lo que le proporciona una interlocución plural de alta representatividad y significación si bien le inhabilita para llevar a cabo cualquier propósito de política revolucionaria a nivel internacional. En segundo lugar, carece de modelo y es de nuevo tipo, flexible y abierta, lo cual sugiere una ductilidad aconsejable con altas dosis de capacidad de adaptación y obliga a evitar transformarla en un instrumento manifiesto de la política de cualquier país. En tercer lugar, resalta la atención a la agenda global pero igualmente destaca la enorme interdependencia existente con las agendas internas y la importancia de la cooperación interpartidaria como motor complementario de la cooperación interestatal. Por último, puede derivar en un catálogo de acciones regionales y globales con impactos en la gobernanza mundial y en la promoción de respuestas activas a los problemas internacionales.
La articulación de esta V Internacional abriga el ansia de un reconocimiento de mayor alcance de los logros del PCCh en el proceso de modernización de China. Unos logros que han sido posibles, a su entender, por primar la atención a la realidad nacional e innovar respuestas adaptando y sinizando las propuestas globales o con fórmulas autóctonas. Incluso en el campo ideológico, la reivindicación de la sinización del marxismo es parte inseparable y complementaria de otras variables nacionales como el legismo o el confucianismo, configurando un magma ecléctico que deviene en un modelo de innovación que sitúa la cultura propia como alma esencial del proceso.
También a diferencia de otros pasados, en modo alguno se aspira a crear un mecanismo que ayude exportar el modelo, como dejó claro Xi, pero si a exaltar con orgullo las virtudes que le han permitido al PCCh obtener éxitos incontestables reconociendo a la par las carencias que aun lo ensombrecen. La sabiduría china se pone a disposición de la sociedad internacional aguardándonos un ejercicio de difusión de sus virtudes, lo cual, de no hacerse bien, podría producir rechazo en algunos contextos (y aplauso, más o menos sincero, en otros).
Una preocupación del PCCh es avanzar con los tiempos, ideando nuevos conceptos y estrategias que se correspondan con las demandas del presente. La V Internacional, con el PCCh en su centro de gravedad, pretende facilitar la plasmación de consensos internacionales habilitando una plataforma de excelencia que concede a los partidos de todo signo una oportunidad para trascender las diferencias y compartir experiencias.
Esta V Internacional reserva al PCCh una alta expectativa como orientador de la agenda global y destaca su visión mundial pero atiende igualmente a la necesidad interna de exhibir la fuerza de una nación china renacida, de superar el sentido de inferioridad acuñado tras décadas de atraso y sometimiento.
La elevación de la influencia internacional de China es parte sustancial de la agenda actual del PCCh, que reclama un cabal reconocimiento de sus contribuciones históricas. La celebración de este diálogo demostró su amplio poder de convocatoria. ¿Pretende China aumentar el poder de atracción de su modelo político? El modelo chino funciona para China. Esto no obsta para que el diálogo resulte útil para establecer bases comunes para una red internacional de cooperación e intercambio en múltiples formas y niveles.