El significado del factor territorial en la política china no ha dejado de crecer en los últimos años. Reconocido como uno de los principales talones de Aquiles de su estabilidad, durante la saliente Administración Trump se ha afianzado también como un eje referencial de las tensiones políticas bilaterales y, en general, con los países desarrollados de Occidente.
Tres son los capítulos que seguirán condicionando el acontecer en el próximo año. En primer lugar, las nacionalidades minoritarias, con especial mención, por orden de intensidad, del problema uigur, tibetano y, en menor medida, mongol. En el primer caso, las denuncias reiteradas a propósito de la represión ejercida sobre la población uigur en Xinjiang con el argumento de la seguridad, no perderán intensidad. Al contrario, podría ser un obstáculo significativo en la deseada normalización de la agenda internacional post-Trump por parte de la diplomacia china. Aunque las autoridades de Beijing rechazan las acusaciones (campos de concentración, genocidio, etc.) y dicen ser objeto de una gran manipulación, el reconocido hecho del internamiento de cientos de miles de uigures en centros que oficialmente se califican de formación y ocupación y para otros son antesala del “trabajo forzoso”, se anticipa una dura y larga pugna que va más allá de lo propiamente narrativo.
En el punto de mira de EEUU y la UE se encuentra la figura de Chen Quanguo, jefe del PCCh en Xinjiang, quien es señalado como probable primer blanco de las sanciones estipuladas por Bruselas para castigar las violaciones de derechos humanos en otros países al amparo de su nuevo Régimen de Sanciones aprobado a primeros de diciembre. De producirse, habría consecuencias también por parte china en una espiral de difícil contención.
Igualmente, en el caso tibetano, las alertas sobre una intensificación del proceso de sinización a marchas forzadas, ya hablemos de la cultura, la lengua, la arquitectura o la economía, pueden deparar sobresaltos en cualquier momento en un conflicto que hoy transcurre en relativa baja intensidad. El Congreso de los Estados Unidos acaba de aprobar una normativa que obliga al gobierno a imponer sanciones económicas y restricciones de viaje a los funcionarios chinos que interfieran en la sucesión del Dalai Lama Tenzin Gyatso, líder espiritual del budismo tibetano. La conocida como Tibet Bill, prohíbe a China abrir nuevos consulados en los EEUU en tanto y en cuanto Beijing no permita a Washington establecer una sede diplomática en el Tíbet.
En otra dimensión, el problema de Hong Kong seguirá en la agenda, aunque no probablemente en la agitada dimensión que hemos conocido meses atrás. La aprobación de la ley de seguridad nacional y su drástica aplicación ha conllevado una efectiva toma del control de la situación por parte de las autoridades locales y centrales. En 2021 deben realizarse las elecciones aplazadas este año por causa de la pandemia. Según una encuesta reciente de Hong Kong Public Opinion Program (Hkpop), la popularidad de Carrie Lam, jefa del ejecutivo de la ciudad, bajó a 30,6 puntos de un máximo de 100. En comparación con la última encuesta (23-26 de noviembre), supone una caída del 5 por ciento. Todos los indicadores considerados revelan una escasa satisfacción por la situación actual en Hong Kong. En materia de libertad, los entrevistados otorgaron 4,68 puntos sobre 10; el puntaje es de 4,01 para el estado de derecho y 3,85 para el grado de democracia.
China tiene razón al reprochar a Occidente que durante el dominio colonial británico sobre Hong Kong, que se prolongó por más de 150 años, los sucesivos gobernadores locales fueron nombrados por Reino Unido, la región no tenía democracia y el pueblo nunca disfrutó una libertad real, pero el actual rumbo es regresivo: ¿se trata de una derivada coyuntural de la crisis política o de un propósito duradero, sin vuelta atrás?
La incógnita a despejar en 2021 será la capacidad de arraigo e impacto de la nueva formación política (Bauhinia) que dirigida por tres personalidades del mundo de los negocios estrechamente ligadas al poder central (Li Shan, Chen Jianwen y Wong Chau-chi) plantea propuestas específicas para lograr que Hong Kong salga airoso de la actual encrucijada. La plataforma del Partido sugiere, entre otros, la creación de una cámara alta instituyendo un sistema bicameral, promete tanto el desarrollo de la democracia como el apoyo a la ley de seguridad nacional al tiempo que garantiza la sostenibilidad del principio “Un país, dos sistemas” hasta 2097, es decir, con una prórroga de otros 50 años. Básicamente, las elites financieras tratan de afirmar una tercera vía entre la oposición demócrata pro-independentista y Beijing, huyendo de una confrontación que ha bloqueado amargamente el presente de la región.
Por último, no se esperan cambios significativos en las tensas relaciones con Taiwán. Beijing descarta la posibilidad de cualquier diálogo y consulta con el gobernante PDP en tanto no se adhiera al Consenso de 1992 y acepte el principio de una sola China. Una variable que puede afectar al tono de la relación es el comportamiento de la Administración Biden. Recuérdese que Taiwán, junto con Israel, ha sido el lugar del mundo donde los ciudadanos han expresado un mayor nivel de apoyo a Donald Trump. Miles de manifestantes recorrieron el domingo 13 las calles de Taipéi para mostrarle su ciega adhesión y en reprobación del “fraude” demócrata.
Beijing seguirá aplicando presión (incluida la militar) y bloqueando a Taiwán en el espacio internacional, intentando ahogar los beneficiosos efectos que para Taipéi ha tenido una excelente gestión de la pandemia y la utilización por parte de la Casa Blanca de la carta taiwanesa para confrontar e impedir la definitiva emergencia china.