Tras un año de enorme complejidad en las relaciones bilaterales China-EEUU, el cambio de administración en Washington despierta la esperanza de un cambio de rumbo. Bien es verdad que las expectativas en tal sentido son moderadas y son muchos los que consideran que se ha llegado a un punto de no retorno; no obstante, los vínculos podrían verse reequilibrados con el ensanchamiento de la cooperación en ámbitos de preocupación común, asuntos globales como el cambio climático, el dossier de Irán o incluso la lucha contra la pandemia. Pero China no se hace ilusiones y la previsión primera es que la relación pueda seguir empeorando, aunque a otro ritmo, quizá más pausado. La mayor parte de los observadores occidentales aceptan la hipótesis de que la Administración Biden no modificará el fondo pero adoptará una estrategia menos provocadora para conjurar las manifestaciones más desafiantes de China. Por el momento, ya reiteró que mantendrá los aranceles y veremos qué pasa con las demás medidas.
A lo largo de 2020, aunque fue primero EEUU quien subió el tono de sus críticas a China, ya no solo en virtud de los diferendos económicos, comerciales o tecnológicos, sino por el “virus de Wuhan”, la crisis de Hong Kong y la pre-crisis con Taiwán y toda una larga ristra de acusaciones (desde retener agua en detrimento de las naciones del curso inferior del Mekong a esquilmar los recursos pesqueros en todo el mundo) a propósito de la política china en cualquier punto del planeta -y más allá- en consonancia con los discursos de Mike Pence (Instituto Hudson, octubre 2018) y Mike Pompeo (Biblioteca y Museo Nixon, julio 2020) que señalan a la “China comunista” como el gran enemigo a batir, fue la diplomacia china la acusada por medios y políticos occidentales de emular a los «lobos guerreros» por reaccionar en ocasiones airadamente ante las presiones, amenazas o acusaciones consideradas injustificadas. Para Beijing, toda esa atmósfera respondía a la estrategia de acuñar una nueva versión de la «amenaza china». Fue entonces cuando la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hua Chunying subrayó que China no tiene tradición de ser agresiva, pero tampoco se estremece ante el acoso y las provocaciones.
La guerra comercial del presidente Trump con China, incluida la implementación de aranceles a la exportación de bienes entre los dos países, fracasó. Trump apostó a que al gravar las importaciones chinas, el déficit comercial entre las dos naciones se reduciría y los empleos de manufactura regresarían a Estados Unidos. No ocurrió así. Por el contrario, China acortó distancias con EEUU.
Ahora, Joe Biden, como ya anticipó, se propone trabajar estrechamente con los aliados y amigos de Estados Unidos para establecer una especie de estrategia de circunvalación para contener a China, articulada sobre el énfasis en los desafíos de la ciberseguridad y la tecnología de la información, en contraposición a la dirección de «contención dura» favorecida por el presidente Donald Trump. Otros vaticinan que los derechos humanos y la confrontación ideológica general ganarán en relevancia en la agenda.
Beijing también se está preparando para cierto grado de “decoupling” (desacoplamiento, separación) de las dos economías más grandes del mundo. Pero mientras Trump parecía estar apuntando a una amplia separación de caminos, Biden podría limitar su visión a sectores económicos específicos, como la tecnología punta o high tech. Países como Japón, India, Australia y quizá también la Unión Europea sopesarán un cambio de estrategia para tratar con China, sumándose, con o sin matices, a la política de Washington.
Por su parte, China seguirá apostando por fortalecer la asociación estratégica integral de coordinación con Rusia y la cooperación práctica entre los dos países que ha demostrado una gran resiliencia e impulso de crecimiento interno. Un buen ejemplo es el proyecto conjunto de aviones de pasajeros de fuselaje ancho CR929 que avanza sin problemas a pesar de la pandemia, con unas 1.000 unidades de este tipo que se entregarán entre 2023 y 2045. China se ha convertido en el principal país de destino para los productos agrícolas de Rusia y se mantiene como su mayor socio comercial. En 2021 se cumple el 20º aniversario de la firma del Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa China-Rusia.
Beijing se apresta a desarrollar una estrategia que le permita salvar el bloqueo occidental que algunos sugieren con su “circulación dual” interna y modulando la velocidad de sus proyectos estrella como la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Asimismo, considera de vital importancia asentar un marco fluido de relaciones en escenarios geopolíticos como Asia-Pacífico o la UE, fundamentados en un impulso al desarrollo de relaciones económicas que abran camino en su conjunto y progresivamente a un orden multipolar.