China: ¿dos datos para el declive? Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

El balance de la última década en China es complejo y problemático. En parte por lo dificultoso de la transición hacia un nuevo modelo de desarrollo con la expectativa de una transformación cualitativa que afiance la soberanía de su proyecto histórico. Y también por el surgimiento de tensiones estratégicas agudas con los EEUU, especialmente, en virtud de su señalamiento como el principal cuestionador del orden hegemónico vigente. En medio, el estallido de la pandemia de Covid-19 ha introducido un factor añadido que ha impactado de lleno en ambas ecuaciones.

Al evaluar los datos estadísticos oficiales correspondientes a 2022, las cifras relativas a la demografía y la economía han alimentado la reflexión y el debate acerca del hipotético declive de China, que se suma a la proliferación de predicciones que abundan en la demora del sorpasso a los EEUU o que incluso niegan que este llegue a producirse algún día.

El estado de la economía china

¿Vaso medio lleno o medio vacío? El PIB de China creció en 2022 un 3 por ciento interanual, menos de la mitad de la tasa de crecimiento del 8,4 por ciento alcanzada el año anterior, aunque superior al experimentado en el primer año del coronavirus, en 2020, cuando el PIB de la segunda economía del planeta aumentó apenas un 2,2%. Cabe reconocer que ese crecimiento se logró a pesar de las graves presiones recibidas como la persistencia de los brotes epidémicos o la caída del mercado inmobiliario y un complicado entorno externo. En ese contexto, cabe calibrar en su justa medida tanto lo que significa en sí como lo difícil que es lograrlo.

Otros datos conviene tener presentes. La producción industrial de valor agregado, otro importante indicador económico, aumentó un 3,6 por ciento interanual en 2022. Asimismo, el ingreso disponible per cápita se ubicó en los 36.883 yuanes (unos 5.487 dólares), registrando un aumento interanual del 5 por ciento en términos nominales. Después de deducir los factores de precios, el ingreso disponible per cápita aumentó un 2,9 por ciento respecto al año anterior. La inflación fue del 2 por ciento.

Después de anunciar el 7 de diciembre el abandono de la estrategia de Covid 0 y la “optimización de las medidas de control de COVID-19”, China ha visto a las principales organizaciones internacionales, bancos de inversión y consultorías elevar sus pronósticos para el crecimiento de su PIB este año 2023 hasta alrededor del 5 por ciento, citando una actividad económica más fuerte ya que los fundamentos económicos del país siguen siendo sólidos y resistentes. En las asambleas parlamentarias de marzo se dará a conocer el objetivo oficial, que podría rondar el 5,5 por ciento, igual al de 2022, no logrado.

Con la flexibilización de las medidas contra el COVID-19, los sectores que han sido más afectados por la pandemia tienen mucho espacio para recuperarse, como la industria de servicios, alimentos, restauración y venta minorista, turismo, entretenimiento, etc. Con el PIB per cápita superando los 10.000 dólares y una elevada población, China sigue siendo el mayor mercado de consumo del mundo y cuenta con el mayor potencial.

De entrada, la eliminación de las duras restricciones anti-pandémicas ampliará los flujos de personas, ayudará a activar la vitalidad y el potencial económicos y traerá importantes beneficios para la recuperación y el crecimiento mundial, vaticinan fuentes oficiales.

En la Conferencia Central de Trabajo Económico, llevada a cabo en diciembre último, se estableció como prioridad centrarse en expandir la demanda interna y alentar la reconstrucción y la expansión del consumo.

Múltiples instituciones financieras, incluidas Goldman Sachs, el grupo bancario francés Société Générale y Morgan Stanley, estimaron que la economía de China experimentaría una recuperación estable en 2023.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), por su parte, apunta que las economías mundiales se enfrentarán a un año más difícil que los 12 meses anteriores, ya que todos los principales motores de crecimiento se enfrentan a un debilitamiento de la actividad. Sin embargo, señaló que China logrará un crecimiento económico estable en el nuevo año y se convertirá en el mayor factor positivo de la economía mundial.

Como el centro de fabricación más grande del mundo, Beijing ha establecido un ecosistema muy robusto, que incluye una cadena de suministro muy completa y también una red de infraestructura muy eficiente. Son atributos que junto al fuerte intervencionismo público le confieren capacidades importantes para consolidar la recuperación. Por otra parte, como importante socio comercial de más de 130 países y regiones,  comprometida con promover la apertura de alto nivel y construir un nuevo paradigma de desarrollo, su vocación exterior debiera recibir también un impulso paralelo, asegurando así la implementación efectiva de esa estrategia de “doble circulación” que hoy inspira buena parte de sus política económicas.

Una cautela específica apunta a las dificultades que actualmente enfrentan la economía privada y las pequeñas, medianas y microempresas. La Conferencia Central de Trabajo Económico enfatizó que se debe brindar apoyo político y de la opinión pública para alentar su avance. El gobierno central les concede gran importancia. Por otra parte, cabe seguir de cerca el resultado del reseteo de las relaciones con los EEUU y sus impactos en otros socios económicos principales.

El estado de la demografía china

La población de China se redujo en 2022 por primera vez en más de seis décadas, según datos oficiales. El Buró Nacional de Estadísticas (BNE) informó de 9,56 millones de nacimientos, una caída de las tasas de natalidad a mínimos históricos a medida que su fuerza laboral envejece, lo que, según se advierte, podría obstaculizar el crecimiento económico y aumentar la presión sobre las arcas públicas. Ese dato es inseparable del registro de la tasa de mortalidad más alta desde 1974, con 7,37 muertes por cada 1.000 habitantes, la primera vez que los decesos superan en número a los nacimientos, un hecho que cabría atribuir a la pandemia.

El descenso implica un envejecimiento de la población y la consiguiente desaceleración de la economía dado que se reduce la fuerza de trabajo activa, a menos que se mejore la productividad. Las finanzas públicas seguirán empeorando (la deuda china ya es elevada), con menores ingresos fiscales y más gasto social y de salud.

No obstante, Kang Yi, presidente del BNE, ha tratado de aplacar los alarmismos. Su valoración es que no existe ningún problema demográfico, ya que la oferta de trabajo «todavía» supera a la demanda. Sin embargo, You Jun, viceministro de Recursos Humanos y Seguridad Social, ya dio la alarma en 2021, cuando reveló que en 2025 se perderían 35 millones de adultos en edad de trabajar.

La crisis demográfica causada por el envejecimiento de la población se debe en gran parte a la «política de hijo único» impuesta en la década de 1980 por temor a la sobrepoblación. Según datos oficiales chinos, desde 1971, los hospitales del país han realizado 336 millones de abortos y 196 millones de esterilizaciones. Como resultado de la tradición feudal que da preferencia a los hijos varones, la mayoría de los abortos ocurrieron cuando el feto era femenino. Los hombres superan en número a las mujeres por 722,06 millones a 689,69 millones.

El BNE también informó que la población china en edad de trabajar -entre 16 y 59 años- ascendió a 875,56 millones, lo que representa el 62% de la población nacional. La población de 65 y más años asciende a 209,78 millones, lo que representa el 14,9% del total.

Las estadísticas también revelan una creciente urbanización en un país que, hasta hace menos de diez años, era mayoritariamente rural. A lo largo de 2022, la población urbana permanente aumentó en 6,46 millones a 920,71 millones, o el 65,22% del total, mientras que la población rural se redujo en 7,31 millones.

En 2016 y en 2021, el Gobierno de Xi Jinping comenzó a permitir que las parejas tengan hasta tres hijos; sin embargo, con los estímulos habilitados no se ha logrado revertir el declive demográfico. El país más poblado del planeta podría enfrentarse así a una crisis estructural, con una mano de obra que envejece, una economía en desaceleración y el primer descenso demográfico en décadas.

El mayor costo de la vida y la salud y educación de los niños y un cambio en las actitudes culturales hacia las familias más pequeñas se encuentran entre las razones citadas para la disminución de los nacimientos.

La población de China ha comenzado a disminuir nueve o 10 años antes de lo proyectado por los funcionarios chinos y la ONU, ha apuntado Yi Fuxian, demógrafo y experto en tendencias de la población china en la Universidad de Wisconsin-Madison. Los expertos de la ONU consideran que la población del gigante asiático bajará 109 millones para 2050. Eso significaría que la crisis demográfica real de China va más allá de lo imaginado y que todas las políticas económicas, sociales, de defensa y exteriores se basaron en datos demográficos defectuosos, sentencia Yi. Según su propia investigación, la población de China en realidad ha estado disminuyendo desde 2018, lo que demostraría que la crisis demográfica es «mucho más grave» de lo que se pensaba anteriormente.

China ahora tiene una de las tasas de fertilidad más bajas del mundo, comparable solo con Taiwán y Corea del Sur. Por esta razón, la inminente crisis económica de China podría ser peor que la de Japón, donde los años de bajo crecimiento se han atribuido en parte a la reducción de la población.

¿Declive?

Entre 2020 y 2022, la economía china registró un crecimiento promedio anual del 4,5 por ciento, superior al nivel mundial de cerca del 2 por ciento, señaló Yuan Da, director del Departamento de Economía Nacional de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma. El incremento de la economía china de 2021 a 2022 fue de 6,1 billones de yuanes, una cifra enorme que iguala la combinación económica de un país de tamaño mediano.

Moody’s pronostica que la economía china se fortalecerá este año y en 2024, pero anticipa que a medio plazo las perspectivas de crecimiento deberían seguir desacelerándose por factores estructurales.

No es la primera vez que se plantean escenarios volátiles y hasta catastróficos a propósito de China. En el actual contexto internacional, el eco de las predicciones podría ser mayor de lo habitual en vista del agravamiento de las tensiones estratégicas.

China es consciente de que sin una base económica fuerte, no puede ser proactiva a nivel internacional. También que de la culminación exitosa de su transición hacia un nuevo paradigma de desarrollo depende la consecución del objetivo de la modernización, que tiene al alcance de la mano. La obsesión económica, por tanto, es de una importancia capital en las políticas chinas y seguirá destacando como una inquietud central.

En la Reunión Anual 2023 del Foro Económico Mundial de Davos, el  viceprimer ministro Liu He, recordó que durante los 10 últimos años, el PIB de China creció de 54 billones a 121 billones de yuanes; la expectativa promedio de vida aumentó de 74,8 a 78,2 años, y la contribución al crecimiento mundial llegó a cerca de 36 por ciento.

El declive de China es un horizonte que no debe descartarse del todo. El agotamiento del modelo que la llevó a convertirse en la segunda potencia económica del planeta plantea desafíos nada fáciles de resolver. También en Davos, Liu He apuntó que China debe buscar el desarrollo propulsado por la innovación, deduciéndose la transcendencia otorgada a la transformación tecnológica en curso. Pronto tendrá que hacer balance del plan Made in China 2025. A día de hoy, son apreciables los avances como también las dificultades en diversas áreas capitales como los semiconductores.

Igualmente, Liu He se refirió a la prosperidad común para evitar la polarización social. La clave adicional es la preservación de la estabilidad. La mitigación de las desigualdades conllevaría la incorporación activa y progresiva a la expansión de la demanda interna de esos 600 millones de chinos cuyos ingresos mensuales apenas superan los 1.000 yuanes mensuales. La fuerte inversión pública adicional en materia de servicios otorga igualmente un plus de crecimiento para los próximos años que tendrá un impacto positivo en el crecimiento.

La gestión de ese doble carril se antoja una necesidad perentoria para poder influir de manera sustancial en el rumbo general de la economía y la sociedad chinas.

Llevamos lustros asistiendo también al anuncio del declive de los EEUU. Y sin embargo, pese a sus reconocidas dificultades de todo tipo, lo cierto es que la economía estadounidense sigue mostrando una fuerte capacidad de resiliencia. Y aunque dicha tendencia no se ha interrumpido del todo, lo cierto es que su moderación es un hecho, sin que pueda descartarse una superación de dicho diagnóstico.

La complejidad del momento chino e internacional advierte de lo equívoco de los juicios y sentencias rápidas. Los datos inmediatos no son suficientes para calibrar adecuadamente el impacto en las tendencias generales. A día de hoy, lo que encaramos es una larga pugna por el liderazgo de la nueva revolución tecnológica que a la postre también podrá decidir el signo final del liderazgo económico y estratégico global. Las debilidades y fortalezas de cada cual van más allá de lo estrictamente comercial y la impronta sociopolítica puede influir en la plasmación de crisis adyacentes y complementarias cuya onda expansiva puede ser determinante.

Las dificultades económicas y sociales de China han aflorado en estos datos sobresalientes que nos arroja 2022, pero debiéramos siempre situarlos en perspectiva y situando sobre la mesa todos los dividendos a su alcance. En Beijing son conscientes de la trascendencia del momento y de la urgencia de responder a estos desafíos con prontitud y eficiencia. Tiene margen pero necesita dotarse de políticas que provean de estabilidad interna y exterior. El XX Congreso del Partido Comunista celebrado en octubre de 2022 instaló en el discurso esa firme determinación de su burocracia; resta confirmar ahora el acierto de sus decisiones.

(Para el Anuario del CEID, Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo, Argentina)