China y México comparten rasgos históricos comunes: se trata de naciones pluriétnicas, construídas a partir de políticas estatales con instituciones herederas de dos revoluciones fundamentales del siglo XX. A pesar de estos rasgos similares, los intentos de modernización y apertura económica de los últimos años han resultado en evoluciones muy diferentes: en México, el creciente pluralismo democrático no ha derivado en una política exterior consistente; en China, el férreo control del poder por parte del Partido Comunista fue clave para una exitosa estrategia de inserción internacional.