En medio de unas tensiones bilaterales extremas tras la peor escalada en décadas del conflicto fronterizo en la región Ladakh en junio de 2020, Narendra Modi y Xi Jinping se veían las caras por primera vez en las reuniones virtuales de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y de los BRICS (Brasil-Rusia-India-China-Sudáfrica) en un lapso de unos pocos días en noviembre de 2020.
Las tensiones bilaterales no han constreñido por el momento la celebración de las reuniones anuales, pero cabe preguntarse si existe viabilidad futura de una y otra si las tensiones bilaterales continúan y, por tanto, si están avanzando hacia un mero simbolismo o una palabrería inútil.
De lo que no cabe duda es que se están generando grandes contradicciones. En la concepción de ambas organizaciones, OCS y BRICS, Moscú y Beijing coinciden en reformular la gobernanza global y dotar de un mayor protagonismo a las potencias emergentes; sin embargo, Nueva Delhi se ha acercado paulatinamente a Estados Unidos y a las potencias occidentales a través del conocido como el diálogo cuadrilateral de seguridad o “Quad” con el objetivo de contener la expansión de la influencia china.
Por otro lado, la economía china es mucho mayor que la del resto de los países miembros, lo que genera una asimetría de capacidades y crea el interrogante de si Beijing utilizará esta baza para determinar sus agendas. Precisamente, India entró en la OCS en 2017 bajo el patrocinio de Moscú, entre otras cosas, para contrarrestar la creciente influencia china dentro de la organización. Por su parte, China patrocinó la adhesión de su amigo para “todos los climas”, Pakistán.
Si bien la OCS no pretende ni busca ser una “OTAN oriental”, es probable que el “espíritu de Shanghái” esté en la actualidad restringido por las rivalidades internas. Con un objetivo inicial de resolución y entendimiento de las disputas territoriales tras la disolución de la URSS, la adhesión de la India y de Pakistán añadían más preguntas que respuestas a la organización: ¿sería capaz la OCS de establecer un marco cooperativo para la resolución de las disputas fronterizas tanto de China-India como de Pakistán-India?
Por el momento, no ha sido así. Las tensiones fronterizas no han desaparecido y el diálogo en el seno de la OCS no ha surtido un gran efecto en el apaciguamiento de las tensiones fronterizas como marcan los ejemplos de Cachemira en 2019 o del propio enfrentamiento en Ladakh en 2020.
A este respecto, el analista James MacHaffie señala que “los continuos desafíos de la membresía india a la OCS pueden resultar demasiado estresantes para que ésta los soporte, lo que lleva a una lejana posibilidad de la retirada india. La organización podría volverse cada vez más simbólica, y por lo tanto irrelevante, si no logra frenar las disputas bilaterales, incluidos los futuros enfrentamientos entre China y la India”.
Sin embargo, a pesar de las elevadas tensiones sino-indias, Beijing ha respaldado recientemente la organización india de la Cumbre de los BRICS en el año 2021. Cuando se le preguntó sobre la posible asistencia de Xi a la Cumbre y si la tensión fronteriza afectaría su cooperación multilateral, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, señaló que “China apoya a la parte india para la organización de la reunión y está dispuesta a trabajar con la India y otros países BRICS para ampliar la cooperación en economía, política e intercambios entre personas”.
La cumbre podría ofrecer el espacio para una reunión física entre Xi y Modi que pudiera contribuir al alivio de las tensiones generadas durante el último año; sin embargo, la difícil situación sanitaria por la que discurre la India en la actualidad, dificulta en gran medida esta posibilidad.
Por el momento, las tensiones fronterizas de junio de 2020 parecen seguir teniendo un gran impacto en las relaciones bilaterales. Ante el violento brote COVID-19, China ha ofrecido su ayuda, pero Nueva Delhi aún no ha respondido a esta oferta.
Además, el martes 28 de abril, Beijing invitó a Nueva Delhi a una reunión con Afganistán, Pakistán, Nepal, Sri Lanka y Bangladesh con el objetivo de establecer una “reserva de suministros de emergencia” de COVID-19 para los países de Asia del Sur; sin embargo, decidió no unirse a la reunión.
Recientemente, el medio estatal chino Global Times acusó a la India de ser un activo negativo tanto en los BRICS como en la OCS. No obstante, China también debe comprender que no puede restringir de forma ilimitada el papel que le corresponde a la India, por su tamaño y población, tanto geopolíticamente, económicamente, como en la arquitectura de seguridad internacional y regional.
Precisamente, en el fondo del antagonismo también subyace la cuestión de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU y la candidatura india a la membresía permanente, que China, mediante su poder de veto, ha estado bloqueando constantemente desde hace diez años.
En conclusión, si Nueva Delhi y Beijing no son capaces de crear un amplio espectro de puntos comunes sobre los que cimentar una relación de cooperación aislando o apartando las cuestiones fronterizas, ambas organizaciones están abocadas a la irrelevancia-bloqueo o bien a la retirada india. En cambio, si son capaces de entenderse, la OCS y los BRICS podrían dotar al mundo de una narrativa alternativa, perpetuar la existencia de múltiples sistemas globales y proporcionar un nuevo modelo de gobernanza mundial con un mayor papel de las potencias emergentes.