La pirueta italiana Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

La Italia de Giorgia Meloni deshoja la margarita de la renovación o no de su memorando de adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. Días atrás, el jefe de su diplomacia, Antonio Tajani, visitó Beijing para tomar el pulso a la posible reacción de las autoridades orientales en el caso de oficializarse un abandono que podría ser interpretado como un desaire en toda regla por unos, aunque como un regreso a la buena senda por otros. El neofascismo italiano puede encontrar aquí un argumento idóneo más para congraciarse con el liberalismo democrático.

El proyecto de revitalización de las rutas de la Seda es una iniciativa estrella de Xi Jinping. Se cumplen ahora diez años de su lanzamiento. En el tiempo transcurrido se ha ganado una significada reputación entre los países de desarrollo. Estos han sido los más beneficiados por los mecanismos e inversiones asociadas en materia de infraestructuras, mejora de la conectividad o facilitación del comercio y la inversión. En general, les ha permitido estar incluidos en un proceso de desarrollo de signo diferente al promovido por las instituciones bajo liderazgo occidental.

Pero no solo afecta a las economías emergentes. La red de trenes de carga China-Europa, por ejemplo, se ha expandido a 180 ciudades en 23 países europeos, representando ya el 8 por ciento del comercio China-Europa.

Además, el vinculado Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras se ha convertido en la segunda institución de desarrollo internacional, superando a todas menos al Banco Mundial. En la cooperación cultural y educativa ha permitido que las universidades chinas hayan abierto campus en 23 países. Y así podríamos significar avances concretos en muchos otros ámbitos, desde la cooperación en ciencia y tecnología a los programas de reducción de la pobreza. Todo ello simboliza los esfuerzos chinos para profundizar los lazos económicos en todo el mundo y a la par significar su nuevo estatus global.

China lo ha presentado como una alternativa al modelo de cooperación instrumentado por los países occidentales que rara vez con sus políticas han posibilitado a cualquier país la salida del subdesarrollo. Esta que llama «cooperación Sur-Sur», que presume de no imponer el modelo de desarrollo ni los estándares de China a otros países, ha sido cuestionada por dar lugar a “trampas de deuda” que comprometerían el futuro de algunas capitales en beneficio geopolítico de China. Pero al tiempo que se intenta descalificar el proyecto atrayendo las miradas sobre sus hipotéticos agujeros negros, a la vista de su avance, también Occidente ha debido reaccionar para competir con sus propias propuestas como la Asociación para la Infraestructura Global y la Inversión del G7 y la Iniciativa Global Gateway de la Unión Europea. En cualquier caso, lo que ha logrado China en esta década con este proyecto es situar la Iniciativa de la Franja y la Ruta como un complemento del sistema de gobernanza global existente.

En este contexto, la adhesión de Italia en 2019 revistió una gran importancia al tratarse del único país del G7 que ha firmado el memorando. Lo hizo además en un clima de incremento de las desconfianzas entre China y la UE y, sobre todo, con EEUU. Washington frunció el ceño entonces al entender que Roma suscitaba dudas sobre sus alianzas exteriores en un momento de rivalidad cada vez más tensa. La clave inicial de Italia, sin embargo, era puramente pragmática y atendiendo a sus propios intereses nacionales. Ese ejercicio de autonomía bien pudiera haber tocado techo.

La visita de Tajani a Beijing ha estado precedida de una manifestación de cierto desencanto respecto al balance de aquella decisión asegurando que no ha deparado los resultados esperados. Esto podría interpretarse como una demanda de mejores condiciones en la negociación bilateral, siempre admisible, o, por el contrario, una justificación de lo que puede venir: el abandono. Estaría, por tanto, sentando las bases para la salida y, al mismo tiempo, tratando de evitar una quiebra apreciable en la relación con la segunda economía más grande del mundo. A sus aliados, Italia les dice que tiene la intención de retirarse de la iniciativa, pero que lograr tal escenario requiere de un esfuerzo diplomático significativo.

Para Roma, objetivamente, el momento es oportuno en la medida en que China desea mejorar sus relaciones con los gobiernos europeos y aun en el peor de los casos, la posibilidad de que Beijing convierta la decepción en algo más es poco probable.

China acogerá el tercer Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional en Beijing en octubre. El nivel de la participación italiana nos puede indicar por donde irán los tiros. Meloni ha dicho que visitará China en los próximos meses como parte de la campaña de divulgación iniciada por Tajani. La decisión parece haberse tomado ya, lo que falta es el acuerdo sobre la puesta en escena y la hoja de ruta para mitigar los daños. Para Xi, será un revés, un mal trago que le recordará los severos límites que, inexorablemente, acaba imponiendo la geopolítica.

(Para Diario El Correo)