La política estadounidense de acoso y derribo de Nicolás Maduro tiene en lo geopolítico un segundo destinatario principal, China. La crisis que vive Venezuela actualmente no solo obedece a causas endógenas sino que escenifica un exacerbado pulso que enfrenta a EEUU con el gigante oriental. En América Latina y el Caribe, Washington ha pasado de la observación atenta a la confrontación abierta con Beijing a la vista de su creciente presencia en la zona. En Venezuela, la Casa Blanca envía un contundente mensaje a Beijing y plantea una severa advertencia a los países de la región.
Apoyándose en buena medida en los gobiernos progresistas de la zona, la relativa inhibición de la Administración norteamericana -con otras prioridades en su agenda-, las amplias necesidades de América Latina y su interés en diversificar los socios comerciales y las propias exigencias de la economía china, Beijing dio un salto espectacular en sus relaciones con los países latinoamericanos y caribeños.
El estallido de la crisis económica y financiera, el tránsito hacia un nuevo modelo de desarrollo en China y las dificultades de su economía y la sucesión de alternancias conservadoras en no pocos gobiernos de la región abrieron un periodo de incertidumbre. No obstante, Beijing dejó claro que su apuesta en América Latina es estratégica y pragmática proponiendo la extensión de la Iniciativa de la Franja y la Ruta a la región con una agenda de compromisos que daría un gran impulso a la relación no solo con comercio sino con inversiones en todo tipo de infraestructuras (puertos, carreteras, ferrocarril, centrales hidroeléctricas, etc.). En su mayoría, los gobiernos de la región aplaudieron esta actitud. En 2018, el comercio bilateral de China con América Latina alcanzó el record de 307.400 millones de dólares, con un aumento del 18,9 por ciento, confirmándose como el segundo socio comercial de América Latina. Un total de 16 países de la región firmaron memorandos de entendimiento con China para construir conjuntamente la Franja y la Ruta. China es el mayor socio comercial de Chile, Argentina, Brasil y Perú.
China ha sabido lidiar con las dificultades, incluidas las alternancias. Experiencia no le falta. Recordemos los Chiles de Allende y Pinochet. Y eran tiempos de Mao. Pero una vez más, lo que amenaza con desequilibrar esta marcha “triunfal” es la decidida intervención de EEUU con el objetivo de contener a sus rivales y preservar su hegemonía en la zona. Y la defenderá con todos los medios a su alcance. Nadie lo dude.
En su gira del pasado octubre por América Latina, el secretario de Estado Mike Pompeo lo dijo alto y claro: todos tienen que “elegir campo”. Lo mismo había dicho su antecesor Rex Tillerson en su visita a la región en 2017, advirtiendo a los países latinoamericanos contra la posibilidad de hacer negocios con China. La ruptura de relaciones con Taiwán de países como El Salvador, República Dominicana o Panamá, disparó las alarmas. En septiembre pasado, EEUU llamó a consultas a sus embajadores en los tres países. Como dice el vicepresidente Pence, es momento de “pasar a la acción”.
China y Venezuela
Hugo Chávez alentó el acercamiento a China a modo de contrapeso a EEUU. Para tranquilizar a la Casa Blanca, Beijing siempre quiso eludir ese juego evitando ideologizar su relación, remitiéndola a la gestión de los intereses económicos de ambas partes. Entre 2003 y 2012, los intercambios comerciales pasaron de 800 millones a 20.000 millones de dólares convirtiéndose Venezuela en el cuarto proveedor de petróleo de China. Los préstamos concedidos a Caracas por China ascienden hoy día a unos 62.000 millones de dólares, representando el 53 por ciento del total de los concedidos a América Latina. La deuda de Caracas con China asciende actualmente a 23.000 millones de dólares, el 16,4 por ciento del total de su deuda con el exterior.
En los últimos dos años, China ha moderado sus compromisos con Venezuela a la vista de las dificultades de todo tipo en las relaciones con su gobierno, aunque mostrando empatía y solidaridad. En el último viaje de Maduro a China, en septiembre pasado, Beijing otorgó un nuevo préstamo y comprometió más inversiones en los yacimientos del Orinoco y de Ayachuco, donde la estatal CNPC ha realizado importantes desembolsos.
Venezuela cataliza hoy la feroz rivalidad estratégica entre EEUU y China pero no es el único caso relevante en la región. El siguiente asalto bien pudiera ser la estación espacial que China ha construido en la Patagonia argentina, en Nauquén, en funcionamiento desde el pasado abril y que desempeñó un papel clave en el reciente aterrizaje de una nave espacial en el lado oscuro de la Luna. A pesar de que Beijing y Buenos Aires se dieron garantías mutuas sobre la naturaleza civil y pacífica de la instalación, el ruido mediático a propósito de su supuesta finalidad militar va en incremento con diversas autoridades de EEUU alertando un día sí y otro también de los peligros de los “acuerdos chinos opacos y depredadores que socavan la soberanía de las naciones”…. La Agencia Espacial Europea firmó con Argentina un acuerdo similar en una provincia vecina… Washington quiere echar a China de la zona y difícilmente parará hasta conseguirlo.
En Venezuela, el golpe en la mesa de EEUU no es más que un escarmiento a China (como hizo en Libia) y tendrá consecuencias para toda la región. Un serio trompazo en Venezuela quiere contrariar los planes de Beijing para toda la región en el marco de esa “extensión natural” de la Iniciativa de la Franja y la Ruta que tan nervioso pone a Washington. La relevancia creciente de China en su “patio trasero” lo lleva fatal. La doctrina Monroe vuelve por sus fueros y los países de la zona deben volver al redil. Beijing no se ha puesto de lado ni ha dejado esta vez que Putin expresara opiniones que prefiere callar. Mostró su apoyo a Maduro, apeló al diálogo y condenó la injerencia exterior pero está por ver que sea suficiente.