China ha decidido tomar la iniciativa en relación a la guerra en Ucrania presentando un documento que denomina como de “Posición sobre la Solución Política”. En él, lo relevante, más allá de los doce puntos incluidos, es el mensaje de una posible mayor implicación en la búsqueda de un arreglo pacífico. En realidad, los puntos, ya se refieran a la crítica de las sanciones (no solo a Rusia, también a empresas chinas acusadas de supuesta vinculación con Rusia) y otros extremos, no aporta ningún cambio sustancial en su actitud ante el conflicto, incluso cuando insiste en el principio de integridad territorial y respeto a la soberanía, al igual que en la idea de que la seguridad de unos no puede establecerse a costa de otros.
Muchos, incluso quienes condenan su “no condena” de la invasión rusa, reconocen a China una capacidad diplomática sin igual para influir en una de las partes clave de la ecuación: Moscú. Más difícil lo tiene para influir en la otra parte, y no tanto por Kiev mismo como por EEUU y la OTAN, también la UE, que actúan como eje determinante de la posición de Ucrania. Pero la propuesta china llama a cesar las hostilidades y a sentarse en torno a la mesa de negociaciones utilizando como marco referencial aquellos doce puntos.
Aunque es constructiva, el recorrido de la propuesta china es incierto. Puede resultar una misión imposible en el empeño de salir del actual punto muerto, cuando precisamente la falta de avances significativos en el campo de batalla aconsejaría un alto el fuego. Y una desescalada gradual. Pero Beijing tampoco establece cómo piensa llevar adelante esta propuesta.
Por otra parte, a día de hoy, a la vista de la reacción mayoritaria de Occidente, parece poco probable que pueda implementarse. Es más, lo que ha provocado es el ascenso de otro peldaño en el abierto propósito de meter a China y Rusia en el mismo saco, complementando la denuncia de la proximidad estratégica entre Beijing y Moscú con el hipotético traspaso de la “línea roja” de facilitar armas a Moscú, cosa que China ha negado y de la que no hay evidencias. Es una forma de descalificar su hipotética mediación situándola como una potencia no neutral sino de parte, y rusa, por supuesto. ¿Qué sentido tiene sugerir una mediación en el conflicto para buscar una vía pacífica y al mismo tiempo decidir entregar armamento letal a una de las partes? Ninguno, pero sí lo tiene minar la imparcialidad del proponente con especulaciones que se airean de forma entusiasta.
Con su propuesta, China también sopesa la posibilidad de influir con mayor intensidad en la actitud de los países europeos, quienes sufren más directamente los efectos de la guerra. Beijing no parece dispuesto a tirar la toalla con Europa. En los próximos meses, varios líderes europeos (Macron, von der Leyen, Charles Michel, Meloni, etc.) tienen previsto visitar China. Y en la agenda estará Ucrania. También lo ha estado en el reciente periplo de Wang Yi, que ha visitado recientemente Francia, Italia, Hungría o Alemania, además de Rusia. Lo que China pretende es que su apuesta por el fin negociado de la guerra pueda servir de puente para reanudar el diálogo institucional con la UE y reparar los lazos bilaterales tras la pandemia.
Entre los países del Sur, por lo general, la acogida ha sido otra. En muchos de ellos, en realidad, se piensa que Occidente no parece estar trabajando para encontrar una solución real que conduzca al final del conflicto. Y participan de la idea de que no habrá solución militar a la guerra entre los dos países. Por tanto, esa convicción de que la solución política negociada es a priori la única viable, la avalada por China, probablemente cuenta en el mundo con mucho más apoyo del que los euroestadounidenses están dispuestos a admitir. Muchos de estos países tienen otra agenda, no quieren tener que elegir bando, fruncen el ceño ante los dobles raseros y lo que desean es huir de las recriminaciones y centrarse en el desarrollo. En esa línea, el grupo BRICS podrá ampliar la audiencia del discurso chino. Cuando China pide esfuerzos internacionales para crear condiciones para el diálogo también indica que, llegado el caso, no mediará sola.
Se ha calificado muchas veces la posición de China como ambigua. Ahora, con esta propuesta, esa ambigüedad se decantaría crípticamente del lado ruso, dicen sus detractores, supuestamente para ofrecerle un respiro congelando a sus tropas a lo largo y ancho del territorio ucraniano conquistado. Sin embargo, los doce puntos debieran servir para conformar un concentrado de claridad.
El concepto de Seguridad Global
El momento elegido por China para presentar su propuesta de solución política, más allá del primer aniversario de la guerra, es inseparable de la divulgación en los días previos de su Iniciativa de Seguridad Global. Xi Jinping se refirió a ella en abril de 2022 pero solo ahora, el pasado 21 de febrero, se desgranaron sus contenidos, que enfatizan una idea de seguridad indivisible ya que las consecuencias de su carencia nos acaban por afectar a todos.
El documento expone las definiciones y principios básicos, compromisos, prioridades y plataformas y mecanismos de cooperación para resolver los dilemas relacionados con la seguridad a través del diálogo y la negociación, esto es huyendo de las políticas tradicionales de poder y hegemonía. La mejora de la arquitectura de seguridad regional se centra en entornos como la ASEAN, Oriente Medio, Unión Africana o América Latina y el Caribe.
La Seguridad Global, según China, debe basarse en el respeto de la soberanía y la integridad territorial pero también en el derecho a la libre elección sistémica y modelo de desarrollo. Al abogar por el multilateralismo con las Naciones Unidas como epicentro del sistema internacional y de su estructura de gobernanza trata de revitalizar su papel, hoy en horas bajas, mientras avanzan de nuevo las políticas de confrontación de bloques.
Además, pone énfasis en el diálogo para resolver las controversias, que se complementa con la referencia al desarrollo como “la base para resolver todos los problemas de seguridad”.
En la política china, este tipo de documentos son importantes en la medida en que señalan prioridades de su diplomacia, establecen una guía para la acción y concentran el discurso. La posición política expresada en torno a la guerra de Ucrania es directa consecuencia de la visión expresada en este “concepto”, la clave de todo, como nos enseñó irónicamente el Manuel Manquiña en Airbag.
En suma, lo que China hace es un llamamiento a la estabilización de las relaciones internacionales cuando el foso con Occidente no parece dejar de crecer.
Seguridad interna
El tercer pilar de esta reflexión abunda en la importancia otorgada a las cuestiones de seguridad política e interna en las “dos sesiones”, el debate parlamentario chino anual, que se inicia estos días en la capital china. En efecto, las importantes reformas y ajustes de las instituciones del Estado y del Partido que se anuncian tienen como foco más significativo el ámbito de la seguridad pública.
Según el diario Ming Pao de Hong Kong, una de las novedades será la creación de un nuevo órgano encargado de la seguridad, la inmigración, la lucha antiterrorista, el contraespionaje e incluso la gestión de algunas organizaciones sociales. En paralelo a esa reestructuración se repartidiriza el ejercicio de dichas funciones, situando a los órganos del PCCh, una vez más, por encima de los órganos propiamente estatales.
Preocupación por la estabilidad
Para China, estabilizar la situación en Europa significa que la crisis de Ucrania no puede ni prolongarse ni agravarse. De ello depende también que se pueda poner freno al deterioro de las cadenas de suministro globales, circunstancia de vital importancia para que también su economía recobre impulso tras el fin de la pandemia. De lo contrario, podrían originarse escenarios de inestabilidad interna.
La decisión de lanzar una propuesta para alcanzar una solución política responde a la convicción de que, en el momento presente, la seguridad es una prioridad absoluta en todos los ámbitos, ya nos refiramos a la escala global o local. Y ello se debe a que su preocupación fundamental es la estabilidad, que define como condición sine qua non para poder centrarse en su objetivo prioritario, proseguir con el desarrollo.
El señalamiento de este periodo como ciertamente clave para culminar la modernización –sin occidentalización- le requiere centrar toda su atención en la mejora general de la economía y en lograr un nuevo modelo de engarce mundial, objetivos más difíciles de realizar en un entorno geoestratégico condicionado por la ansiedad de Washington.
Internamente, entraña el riesgo de que el exceso de control político, sobre la sociedad y la economía, que va camino de fortalecerse acentuando el autoritarismo en la gobernanza, acabe por ahogar las reformas necesarias y devenir un obstáculo para realizar el anhelado sueño chino.
(Para CTXT)