Los estudios de paz desafían a los conceptos fundamentales que existen tras las teorías realistas y neoliberalistas de las Relaciones Internacionales ya que, de manera específica, se centran más allá del nivel de análisis interestatal, en dirección a una visión más amplia de las relaciones sociales, tanto en el nivel individual, como doméstico o global. El desarrollo e implementación de estrategias pacíficas, en lugar de alternativas violentas, para solucionar los conflictos se conoce como “resolución de conflictos” y se encuentran activas en básicamente todos los conflictos internacionales.
El conflicto es una relación entre dos o más partes que consideran que sus objetivos son incompatibles. Los conflictos son un componente esencial para las transformaciones, para los cambios en las estructuras, las instituciones y las prácticas de una sociedad. Galtung conceptualiza el conflicto como un triángulo que se compone de actitudes, comportamientos y contradicciones, elementos fundamentales que rigen la propia dinámica de este. Cada conflicto es distinto en duración, intensidad y dinámicas y, de forma general, pueden dividirse en dos fases, la escalada y la reducción. Durante la fase de escalada, las tensiones entre las partes en conflicto afloran, llevando cada vez más hacia la violencia e incluso enfrentamientos abiertos. La fase de reducción presencia la disminución de la violencia, con una retirada final que se muestra cuando se reconoce la posición de los demás que podrá terminar con una solución o acuerdo para conseguir la retirada, fase en la que las partes muestran una disposición a encontrar una solución y se alejan del comportamiento agresivo y violento. Es decir, los conflictos pueden convertirse en constructivos si las partes implicadas dan a conocer sus intereses y necesidades, y trabajan juntas mediante la comunicación para cubrirlas y conseguir finalmente que cicatricen las heridas y llegar a una paz e incluso solidaridad entre las partes.
El conflicto específico con Corea del Norte no es algo reciente, sino que lleva varias décadas gestándose. A lo largo de los años, la comunidad internacional ha intentado negociar un final al problema norcoreano, al desarrollo nuclear y de misiles balísticos. Sin embargo, la llegada de Kim Jong-un al poder ha supuesto una nueva escalada de tensión en la península coreana que refleja con claridad las insuficiencias de su diplomacia a la hora de asegurar la estabilidad de esta zona, de interés vital desde el punto de vista geopolítico y estratégico.
A partir de la adopción de la doctrina Byungjin o de desarrollo paralelo, Corea del Norte ha visto la necesidad de obtener recursos para poder implementar su nueva política militar y económica, pero, debido a las severas sanciones impuestas internacionalmente, este deseado progreso se ha visto truncado. La estrategia aplicada para el desarrollo de sus programas nucleares y de misiles balísticos ha sido el medio de salvaguardar su régimen y mantener su capacidad de negociación en el medio internacional y, finalmente, ha tenido sus frutos, ya que ahora es un país nuclear de facto. En este marco estratégico, Corea del Norte buscaría el reconocimiento como potencia nuclear que le permitiría reactivar su economía a través de una mayor inserción en la economía internacional y que no sólo aumentaría la seguridad del régimen frente a una intervención exterior, sino que también aumentaría el capital político de Kim Jong-un.
A lo largo de estas décadas y debido a las distintas prioridades, intereses y preocupaciones de cada una de las partes, los esfuerzos realizados a través de reuniones tanto bilaterales como multilaterales ad hoc a través de las conversaciones a seis bandas, estuvieron repletos de acuerdos malogrados, de periodos de crisis y de estancamientos en las negociaciones. El hermetismo absoluto y la actitud errática de los dirigentes de Corea del Norte lleva a la desconfianza y al convencimiento de que con Kim Jong-un se repetirá el mismo proceso, tantas veces visto, de aceptación de las condiciones internacionales y la ruptura posterior de las relaciones una vez obtenida la ayuda económica necesaria.
Pero es importante considerar que, en este momento, el problema norcoreano se encuentra en un punto álgido en el que pudiera darse una inflexión y, si se dan los pasos adecuados, podría entrar en la fase de reducción del conflicto que desembocara eventualmente en la construcción de una nueva situación que asegurara la estabilidad y la deseada paz en la zona. Pero como hemos visto, para la resolución de conflictos evitando que estalle la violencia y la guerra es fundamental que, mediante la comunicación, las partes den a conocer sus intereses y necesidades, y trabajen juntas para poder alcanzar sus objetivos. La repentina decisión de Donald Trump de cancelar la reunión con Kim Jong-un el 12 de junio en Singapur a pesar de los recientes pasos de acercamiento dados por el líder norcoreano, como la liberación de los tres estadounidenses que tenía retenidos o la destrucción de su centro de pruebas nucleares de Punggye-ri, deja al conflicto en un punto de estancamiento. Es fundamental un proceso de negociación entre las partes para poder alcanzar algún tipo de acuerdo ya que, si se niega de entrada el intercambio de puntos de vista, nunca se podrán suavizar las tensiones y, sin embargo, sí se darán los pasos para la confrontación. Si mediante el diálogo se consiguen unos mínimos acuerdos que puedan ir aplicándose e incrementándose a través de la confianza, tal vez se logre llegar a la resolución del conflicto. Si estos pasos se dan y, posteriormente, vuelve de nuevo la estrategia de engaño del líder norcoreano utilizada en tantas ocasiones, habría que retornar al punto de partida. Pero al menos se hubiera intentado.