El otro Shangri-La Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Seguridad y defensa by Xulio Ríos

Aquel Shangri-la, referente evocador de un entorno místico y auspicioso, paradigma del exotismo y la sabiduría oriental, parece tener los días contados. Poco a poco, al menos en los grandes medios de comunicación, le gana terreno la acepción asociada al foro de seguridad que aborda una de las mayores complejidades geopolíticas del mundo presente y futuro.

Iniciado en 2002, en el encuentro de este año en Singapur, las exposiciones –que no diálogo- por parte de China y EEUU evocaron un choque frontal de narrativas. El secretario de Defensa Lloyd Austin planteó numerosos dardos directos contra China, señalándola con el dedo acusatorio y responsabilizándola del incremento de la tensión en la más dinámica región del mundo. Menos mal que EEUU se mostró dispuesto a tomar cartas en el asunto para evitar males mayores. Sálvese quien pueda.

Su homólogo Li Shangfu también habló sin tapujos: lo que EEUU quiere es establecer una tenaza estratégica en el Indo-Pacífico para contener a China, la principal amenaza para la preservación de su hegemonía. En lo territorial, dos ámbitos a tener en cuenta: los mares de China, especialmente el meridional más que el oriental, y, sobre todo, Taiwán. La batería de medidas es conocida y se articula sobre un discurso que enfatiza los compromisos con la libertad, la democracia, el orden basado en reglas, la estabilidad, etc., frente a la intimidación y la coerción, pero sobre la base del fortalecimiento del despliegue de inteligencia, seguridad y de las alianzas y la reiteración de ejercicios militares a 10.000 km de distancia de sus costas.

La actitud de los países de Asia-Pacífico en esta controversia estratégica será decisiva. Y hay para todos los gustos. De entrada, aunque pudieran albergarse reservas, la mayoría no ve con buenos ojos la extensión de la OTAN a Asia (con una primera oficina asiática en Japón el año próximo si nadie lo impide), aunque bilateralmente algunos  aceptan mayores compromisos de seguridad con EEUU. China, por su parte, deberá calibrar en qué medida su ascendente comercial e inversor puede servir de acicate para moderar aquellas tendencias que más le perjudican en el ámbito de la seguridad.

En esta atmosfera tóxica, que China haya rechazado mantener una reunión bilateral con EEUU en paralelo al foro no es un gesto sorprendente. Pero aunque con ello pretende denunciar el doble discurso de la diplomacia estadounidense, las esperanzas de que  sirva para corregir a la baja la presión son prácticamente inexistentes.

Más pronto que tarde, la secuencia de contactos mantenidos en las últimas semanas por otros representantes estadounidenses y chinos, debe desembocar en la reprogramación efectiva de la visita del secretario de Estado A. Blinken a China, suspendida en febrero tras el incidente del presunto globo espía. Llegar a la cumbre de la APEC en noviembre en San Francisco con los deberes hechos, esto es, con garantías de presencia relativamente distendida y efectiva de Xi en el encuentro, ha puesto el reloj en marcha. En tanto se mantenga el contexto actual nada hay seguro.

Mantener el diálogo abierto será especialmente clave en los próximos meses, con un semestre marcado en la agenda por las elecciones taiwanesas de enero de 2024. Más que el rumbo de la contienda comercial o tecnológica, que seguirá subiendo enteros, o las invocaciones al desacoplamiento, el futuro inmediato de la isla puede determinar el signo de la relación sino-estadounidense. No será solo una elección entre opciones políticas, o entre soberanismo o no, o entre guerra y paz, quizá también entre EEUU  y China.

Que Europa (con presencia en Shangri-la a través de la UE, además de Francia o Alemania) asista a este galopante deterioro sin apostar por una diplomacia preventiva y activa, nos conmina a reflexionar sobre cuál es la ubicación de Bruselas, siempre a medio camino entre el seguidismo estadounidense y la definición de una posición propia y matizada. Esto será crucial en una hipotética nueva crisis en el Estrecho de Taiwán y se debiera ya instar a la moderación y a la desescalada, no solo en relación a China, como a menudo se hace, sino también en relación a Washington, que en medio de su obsesión con China sueña con reeditar la conversión de antaño de la vieja Formosa en aquel portaaviones insumergible del que hablaba el general MacArthur. Una pesadilla para la región y el mundo.

(Para Diario Público)