Un siglo de comunismo chino Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China. Acaba de publicar “La metamorfosis del comunismo en China. Una historia del PCCh 1921-2021” (Kalandraka editorial).

In Análisis, Sistema político by Xulio Ríos

La gran crisis nacional que China vivió en el siglo XIX trazó dos caminos. Tras el fin de la última dinastía feudal, solo una década separan la proclamación de la República de China, bajo la égida del nacionalista Kuomintang, y la fundación del Partido Comunista de China (PCCh). Durante casi tres décadas, ambos confluyeron y confrontaron en medio de una crisis política que se antojaba perpetua hasta que 28 años después de su fundación, una vía se impuso. Y hasta hoy.  El PCCh es el protagonista abrumador del Estado moderno chino que sucedió a dos mil años de régimen imperial.

Podemos explicar el origen del PCCh remitiéndonos al mandato de la Komintern e interpretar su nacimiento como el resultado de la consigna emanada de la URSS. Sin embargo, sería incompleto si prescindimos de las circunstancias nacionales que constituyeron un fecundo terreno para que germinara la propuesta comunista. ¿Cómo pudo ser que en tan poco tiempo el PCCh se hiciera con todo el poder en China? No se explica por la influencia de la Komintern sino por lo segundo. Ni los soviéticos confiaban. Mao demostró a todos que se equivocaban al trasladar miméticamente las tácticas revolucionarias que si bien podrían haber funcionado en otros países, en China, no tenían cabida. En la victoria contra pronóstico del PCCh influyó, como factor interno principal, la visión de Mao de atender a las circunstancias nacionales, desplazando los protagonismos clásicos (la ciudad o la clase obrera) a favor de la heterodoxia (el campo y los campesinos). Además, en buena medida, el papel facilitador desempeñado por Alemania en la Revolución Rusa fue emulado en Oriente por Japón, con cuyo concurso tras la invasión en 1937, el PCCh logró acumular un alto capital de liderazgo y movilización en detrimento de su rival, el Kuomintang y sus aliados exteriores.

El PCCh que se alzó con la victoria en 1949 debe mucho a la sinización, es decir, a ese afán permanente de situar en primer lugar las condiciones e imperativos nacionales que desembocó en una permanente reivindicación de independencia orgánica y decisoria frente al conjunto del movimiento comunista internacional que lideraba la URSS. Todo cuanto vino después, hasta la ruptura en los años 60, nutría esa bifurcación. Y, a la postre, cuando el socialismo real se desmoronó, fue quizá su independencia lo que le salvó del desastre.

Maoísmo, denguismo y xiísmo

En el poder, el PCCh ha conducido los destinos de China transformando su caos y decadencia en prosperidad y relevancia global. En el plano interno, la modernización en todos los aspectos es una realidad que ha avanzado a paso de gigante. En el plano internacional, China está de vuelta. El éxito de la modernización es la fuente de legitimidad del PCCh pero la clave última que explica su fortaleza es haber devuelto la autoestima a una sociedad que había perdido la fe en la viabilidad de su civilización.

El maoísmo en el poder, errático  y trágico con experimentos como el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural, llevaron al PCCh a una quiebra sustancial de la confianza y a una fractura interna perfectamente equiparable a una contienda civil. No es de extrañar que a la muerte de Mao se operara un giro sustancial en sus políticas públicas y también en sus dinámicas internas. En condiciones normales, ningún liderazgo habría sobrevivido a aquellos desastres. El PCCh lo logró porque a pesar de todo, situando en perspectiva el tránsito de aquellos años, la vida material mejoró relativamente; pero también porque el nuevo Estado consiguió desarrollar en estos años un poder altamente centralizado y con los linajes locales devastados.

Convertido en la principal autoridad del PCCh, Deng Xiaoping transformó aquella singularidad que sirvió a Mao para rebelarse ante la autoridad soviética en la clave de bóveda de una reforma y apertura que insuflaron nueva vida a las diezmadas huestes del Partido. Si Mao salvó a China, Deng salvó al PCCh. Hoy, Xi Jinping enmienda la plana al Pequeño Timonel reivindicando una fidelidad a la misión fundacional que nunca estuvo en peligro como quedó de manifiesto durante la grave crisis de Tiananmen en 1989 que dio carpetazo al proyecto de reforma política auspiciado por Hu Yaobang tan solo dos años antes, en el XIII Congreso.

El PCCh todavía no ha superado los 74 años de gobierno de su homólogo soviético, pero lejos del estancamiento brezhneviano que derivó en la perestroika, la China de Xi vive un momento de reconversión que puede insuflar otra vida al PCCh. O quizá no. La reforma económica, tecnológica, social, ambiental, etc., pero también el propósito de establecer una nueva fuente de legitimidad (ya no la revolución ni la economía) basada en la gobernanza a través de la ley constituyen referentes de esta decisiva etapa. En ella, es destacable la reconciliación del PCCh con la cultura tradicional pues al igual que otros movimientos modernizadores desde finales del XIX consideró ese pensamiento como la raíz del mal, la causa del atraso. Hoy, el PCCh, especialmente desde el mandato de Hu Jintao, abraza el mismo confucianismo que Mao denostó y convierte el legismo en fuente de inspiración para conformar un sistema político de vocación anti-liberal.

Un centenario pues de gran importancia por cuanto incorpora de reformulación ideológica, de tensión política, de innovación e impulso de nuevas orientaciones políticas económicas y sociales y de conflictos también en el escenario internacional. De un manejo adecuado de tan sensible asunto dependerá la perennidad del PCCh cuya primera premisa es la salvaguardia de una estabilidad sobre la que igualmente planean algunas sombras amenazantes.

(Publicado en Reporte Asia, 30.06.21)

https://reporteasia.com/opinion/2021/06/30/un-siglo-de-comunismo-chino/