En vísperas de una nueva sesión plenaria del Comité Central del PCCh que se abrirá el próximo lunes 26, la resaca de la Semana Dorada del Día Nacional y la Fiesta de Medio Otoño consagró el protagonismo de Wang Qishan, atraído al ojo del huracán.
Tras la condena a 18 años de prisión por corrupción de Ren Zhiqiang, empresario inmobiliario crítico con la gestión de Xi Jinping, el asistente principal de Wang, Dong Hong, fue puesto bajo investigación por la presunta comisión de violaciones graves de la disciplina. También fue arrestado otro secretario particular de Wang, Bie Bixiong. Al inicio de la pandemia, también fue objeto de destitución Jiang Chaoliang, entonces jefe del PCCh en Hubei y considerado próximo de Wang. Jiang fue destituido, aunque por el momento no sancionado. La instrucción en torno a Ren, próximo de Wang y considerado una figura relevante de la segunda generación roja por la significación de su padre Ren Quansheng, quien fuera viceministro de Comercio, no es pues un hecho aislado sino que cabe inscribirla en una acción más amplia.
Pudiera desprenderse de estos movimientos que Xi Jinping quiere enviar un mensaje de” palo y tentetieso” a quienes pudieran tener la tentación de impulsar algún movimiento crítico que pudiera poner en peligro sus planes de cara a 2022, que parecen incluir el desempeño de un tercer mandato. Atacar a esa elite que presenta Ren es probable que también le granjee una mayor popularidad por cuanto las andanzas empresariales de los años 80 y 90, cuando amasaron fortuna al calor de la reforma, no gozan de una especial simpatía pública. Xi recordaría a todos en su posición que deben su estatus al Partido y que si alguien quiere bajarse del carro debe atenerse a las consecuencias.
Desde el inicio del mandato de Xi, Wang Qishan fue considerado uno de sus principales e incondicionales aliados. Le situó al frente de la lucha contra la corrupción entre 2012 y 2017, y a pesar de que también algunas sombras pesaban sobre el entorno del propio Wang (como el opacado caso de Hainan Airlines, un grupo bajo presidencia de Chen Feng, aliado suyo), este la condujo de forma implacable, tanto que todos se han apresurado a bautizarla como la más intensiva de la historia contemporánea china. Xi le premió con la vicepresidencia del país cuando ya muchos le daban por jubilado, alargando informalmente el Comité Permanente del Buró Político, convertido en un G7+1.
La base de poder de Wang es limitada, aunque cuenta aún con una posición bien anclada en el sistema financiero, con proyecciones aliadas en un segmento importante de la banca. Muchos titulares de bancos importantes le deben su puesto. Pero su carrera en el aparato, que inició en el mundo de la investigación académica, ha estado presidida por una imagen de eficacia y pragmatismo, de lealtad al poder en ejercicio.
Más allá de las fricciones que el caso de Ren Zhiqiiang pudiera ocasionar en la relación Xi-Wang, los arrestos registrados en el entorno inmediato del vicepresidente pudieran presagiar una inminente caída en desgracia del número 8.
Wang tendrá 74 años en 2022, por lo que sus expectativas de mantenerse en activo son nulas. Quizá por eso pueda inclinarse ahora a manifestar cierta disensión respecto a algunos aspectos sensibles de la política de Xi, ya relacionados con la gobernanza interna o la política exterior.
También en idéntica clave podemos interpretar algunas declaraciones y gestos del primer ministro Li Keqiang. Puede que entre Li y Wang, dejando a un lado las fidelidades respectivas, existan más coincidencias en términos de postulación de políticas, claramente de orientación más liberal en ambos casos.
Sea como fuere, estos movimientos indican que la partida final de cara al XX Congreso está ya iniciada sin que puedan descartarse cataclismos de cierta envergadura que probablemente tendrían como principal beneficiario a Wang Huning, quien hoy muñe la implementación del xiísmo y podría convertirse en el próximo vicepresidente de China.