El XIX Congreso que el Partido Comunista de China (PCCh) celebró en Beijing del 18 al 24 de octubre tuvo su broche final con la presentación el 25 del nuevo Comité Permanente del Buró Político, el máximo órgano de dirección del Partido y del País.
En su discurso de apertura, Xi Jinping, quien inició su mandato en 2012, aseguró que China se encuentra en el inicio de un nuevo ciclo, crucial y decisivo para alcanzar aquel objetivo histórico de la modernización, soñado desde finales del siglo XIX, eclipsando la etapa de decadencia, atraso y sumisión en que se precipitó el país en el siglo XIX. Esa perspectiva histórica es fundamental para comprender el alcance de las decisiones adoptadas en este congreso.
En sus más de tres horas de alocución en la sesión inaugural, Xi efectuó una nuevo diagnóstico de la situación: tras más de treinta años de aplicación de la política de reforma y apertura (1978), la contradicción principal ya no radica entre las demandas de la sociedad y un sistema productivo atrasado sino entre las demandas de la sociedad y un sistema económico desequilibrado que exige ajustes estructurales para lograr una China “rica y poderosa”.
Ante los más de dos mil delegados en representación de los 90 millones de militantes, Xi Jinping revalidó dichos objetivos con el marco referencial de los dos centenarios (del Partido, en 2021, y de la República Popular, en 2049), reivindicando la importancia de establecer respuestas nacionales a las exigencias del momento sin recurrir miméticamente a las recetas extranjeras.
China seguirá su propia ruta
El camino propio pavimentado por el PCCh para lograr la revitalización del país sugiere cuatro ejes prioritarios.
Primero, una estrategia de desarrollo en dos etapas (primero hasta 2035 y después hasta 2050) en las que debe consolidarse un nuevo modelo económico y social basado en un crecimiento de calidad marcado por la innovación, el impulso tecnológico o el respeto al medio ambiente; igualmente, las carencias sociales deben encontrar respuesta en los más variados ámbitos superando los déficits y contradicciones actuales que ilustran una sociedad aun frágil y desamparada en rubros esenciales.
Segundo, la construcción de una “civilización ecológica”, ya presente también en el segundo mandato de su antecesor Hu Jintao, recibe un mayor respaldo. El ambiente será uno de los grandes asuntos en la agenda china de los próximos años, a sabiendas de que su deterioro en este plano tras décadas de ignorancia y hasta desprecio exige medidas radicales.
Tercero, la mejora de la gobernanza auspiciando un diseño político de alto nivel que actualice la dotación institucional y la evolución hacia un Estado con derecho que asegure el imperio de la ley en línea con la tradición legista. Esa mejora de la gobernanza descarta la aproximación al modelo político occidental e incide en el papel clave del PCCh en la gestión de todos los asuntos en todas las esferas. Zanjando habituales debates sobre la separación Estado-Partido, este último se impone como ariete esencial a fortalecer en esta etapa, insistiéndose por ello en el fortalecimiento de la disciplina interna y la lealtad sin fisuras a las directrices emanadas de los órganos de dirección.
Cuarto, una revitalización ideológica de gran alcance con el denominador común del rescate del pensamiento tradicional, del pensamiento partidario y de las nuevas respuestas contempladas en el pensamiento de Xi o xiismo, incorporado en este congreso como guía a los Estatutos del PCCh. La sinización del marxismo, entendida como una interpretación del mismo en clave nacional, sugiere la activación de un proceso de reafirmación ideológica sensible a los aspectos que despiertan el orgullo civilizatorio.
Así pues, el XIX Congreso solemnizó el inicio de una nueva era y trazó la hoja de ruta principal para los próximos 30 años no solo en el orden económico sino con una agenda integral que abarca todos los dominios y esferas en línea con las decisiones ya adoptadas en el último lustro. Serán los próximos, años de insistencia en la observancia de su propio camino, de enfatización de su soberanía, contestando con su evolución no solo la hegemonía occidental por la vía de hecho en el orden económico sino rivalizando con el pensamiento único imperante popularizando las visiones y propuestas chinas en todo el orbe.
Si la aplicación de las reformas económicas en estos delicados años (la llamada nueva normalidad) permitió alcanzar índices de crecimiento cercanos al 7 por ciento, es previsible que dicha tendencia persista en los próximos años. El ajuste estructural que aspira a pasar página de la “fábrica del mundo”, abriéndose más al mercado, la propiedad mixta, consolidando el consumo interno, etc., no pondrá en riesgo la concepción básica del modelo económico en el cual el PCCh seguirá desempeñando un activísimo papel. El éxito de la transición a un nuevo modelo de desarrollo también podrá impulsar un nuevo ciclo de expansión de la economía china sobre nuevas bases.
Segunda transición sin sucesión a la vista
En cuanto a la máxima dirección del Partido y del país, sólo Xi Jinping y el primer ministro Li Keqiang se mantienen con respecto al anterior Comité Permanente del Buró Político (CPBP). Finalmente, Wang Qishan, líder de la lucha contra la corrupción, se jubiló disipando las dudas respecto a la observación o no de las reglas de edad que han imperado en las últimas décadas para eludir la reiteración del fenómeno de la gerontocracia. Las cinco caras nuevas ya habían sido anticipadas por la prensa de Hong Kong, por lo que la sorpresa fue relativa.
Los cinco nuevos integrantes del CPBP son, por orden de jerarquía, Li Zhanshu (director de la Oficina General del PCCh y jefe de gabinete de Xi), Wang Yang (viceprimer ministro), Wang Huning (asesor ideológico de los últimos tres secretarios generales del PCCh), Zhao Leji (que será el responsable de la lucha anticorrupción) y Han Zheng (jefe del Partido en Shanghái). Li Zhanshu presidirá la Asamblea Popular Nacional cuando se produzca el relevo en marzo del año próximo, y Wang Yang se hará cargo de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino. Hang Zheng será la mano derecha de Li Keqiang en el Consejo de Estado.
El dato más revelador de los nuevos integrantes es su relativamente avanzada edad (en Congresos anteriores se nombró a líderes por debajo de los 60 años, cifra que los siete rebasan), abriendo una incógnita importante respecto al relevo generacional.
Xi Jinping se aseguró una posición incontestable en el seno del Partido por una doble vía. En primer lugar, institucionalizando el “xiísmo” como guía ideológica para ese tercer tiempo (tras el de Mao y Deng) que vivirá el país en los próximos años. En segundo lugar, desdibujando las fidelidades clánicas y estableciendo una única lealtad reconocible. No necesitó de subterfugios como argüir una Presidencia del Partido o siquiera insinuar una presidencia de la Comisión Militar Central más allá de la culminación de su segundo mandato (2022). La composición del Comité Permanente del Buró Político despeja obstáculos y le facilitará la implementación de su programa sin la necesidad de atender tanto a las maquinaciones internas. Por otra parte, en el Buró Político, vivero de los futuros líderes, se aseguró una mayoría amplia y entregada.
Al presidir una segunda transición sin sucesión definida, Xi Jinping recibirá el aplauso de quienes consideran que China necesita no ya de un líder fuerte sino de hierro para conducir el último y complejo tramo de la modernización; por el contrario, no faltará la preocupación en aquellos, fundamentalmente entre buena parte de los nacidos a partir de los años ochenta, que abrigan el temor de que el anunciado cierre de filas para alcanzar el sueño chino haga irrespirable una atmosfera en la que, pese a sus límites, habían disfrutado de pequeños márgenes de libertad.