Los bajos salarios bajos y dignidad reducida que sufren los obreros, así como la contaminación del medio ambiente, son dos caras de la misma moneda. El delta del río Perla es la fábrica del mundo. El 30 por ciento de todo el comercio exterior chino se genera en esa pequeña región. Pero a cambio, la zona paga un alto precio en degradación ambiental. La gente piensa que tratándose de un sector de alta tecnología, el de la informática no tiene vinculación alguna con la contaminación. Pero se ha demostrado que el derrame de metales pesados de las empresas de este rubro es un problema grave.
El Informe sobre Calidad del Medio Ambiente Marino de la provincia de Guangdong ha calificado al río Perla y la desembocadura del mismo en el mar como área seriamente contaminada por siete años consecutivos. El informe de mayo de 2009 indica que el área contaminada aumentó en 12,33 por ciento durante el último año. El 95 por ciento del mar alrededor de la desembocadura del río ahora está gravemente contaminado por metales pesados, nitrógeno inorgánico y petróleo crudo.
¿Persistiremos en la trayectoria del alto consumo de energía, la alta contaminación, los salarios bajos y descuidos a la protección del medio ambiente? De hecho, si no efectuamos la transición hacia una economía basada en la demanda nacional y no cambiamos nuestro modelo de desarrollo económico, China se verá plagada por la inflación importada. Una economía basada en la demanada nacional, por otra parte, significaría salarios mejorados, bienestar, Seguridad Social y mejores condiciones de trabajo, así como mejor calidad del agua y del aire.
La razón por la que China ha importado la inflación es que la economía china depende del comercio exterior y el consumo de alta energía. El Producto Interno Bruto (PIB) de EEUU triplica la cifra de China, pero el consumo de energía de China en 2009 fue más alto que el de EEUU y el número uno a escala mundial. Si China continúa enquistada en el camino del consumo y de la dependencia de materias primas extranjeras, seguirá dominada por intereses extranjeros.
“El poder de tasación de China en el sistema comercial internacional es casi nulo en la actualidad,” afirmó el 16 de mayo Yao Jian, representante del ministerio de Comercio de China. “Un problema grande para China ahora es su pérdida de poder en la tasación de mercancías.” Lo que China compra es cada día más caro.
En el futuro, el consumo de energía y el medio ambiente serán importantes plataformas para la competencia entre los estados. Un analista del grupo de Anbound pronostica que si los países europeos pueden disminuir en una considerable proporción su consumo de energía, podrán controlar el mundo.
China necesita el petróleo crudo, y puede comprarlo en el mercado internacional. Pero es muy costoso. Si China no cambia su modo de desarrollo, adaptándolo a los principios ecológicos, y continúa obteniendo pequeños márgenes de beneficio mediante el uso excesivo de los recursos, se arriesga a perderlo todo.
La contaminación de metales pesados en el área del delta del río Perla nos recuerda que si no cambiamos nuestro modelo del desarrollo económico, el capital financiero internacional e industrial podrá dictar los precios de nuestras materias primas y de los productos finales. El coste real de los productos “hechos en China”, son la explotación excesiva de la fuerza laboral y el daño medioambiental.
Enfrentados como estamos a una grave contaminación ambiental, la ruta del bajo carbono no sólo aparece ante nosotros como una opción viable, sino más bien como la única que debemos seguir. Es interesante que, en el momento en que hay gente cuestionando nuestro modelo de desarrollo económico, se haga tan popular la teoría de la conspiración de bajo carbono.
La teoría de la conspiración dice que la economía de bajo carbono es una excusa para que EEUU y Europa limiten el crecimiento de los países en vías de desarrollo. EEUU y Europa han terminado su etapa de industrialización, pero los países en vías de desarrollo siguen siendo altamente dependientes de productos de alto carbono, tales como carbón y petróleo. Si los países en vías de desarrollo reducen sus emisiones de CO2 en la misma proporción de los países desarrollados, su desarrollo económico se detendrá.
Los conflictos sobre teorías son normales. Pero de cara al empeoramiento de los problemas ambientales, debemos preguntarnos si no son demasiado altos los precios que China paga por el petróleo y mineral de hierro. ¿No son acaso las reducciones de emisiones y la protección del medio ambiente las necesidades reales? ¿Debemos sacrificar las vidas y la salud de nuestra gente en bien del desarrollo económico?
El autor es comentarista del Diario de la Juventud de China
(Pueblo en línea)
07/06/2010