Tras la visita de Xi Jinping a los principales medios centrales que “conectan a China con el mundo” (Televisión Central, Diario del Pueblo, Agencia de Noticias Xinhua), en palabras del propio secretario general del PCCh, la “lealtad al Partido” se ha convertido en el apellido irrenunciable de los medios; esto equivale a decir que el alineamiento con las tesis oficiales se refuerza y los canales o espacios para el ejercicio de la crítica, por pequeña o bienintencionada que sea, se reducen a la mínima expresión, pasando a considerarse un intento de “dañar la imagen” del Partido.
Paradójicamente, este nuevo giro que apunta a un control más estricto de unos medios obligados a servir más al Partido que a la propia sociedad, se combina con un acelerón de la presencia de los medios chinos en las redes sociales más comunes en Occidente (Facebook, Twitter, etc.), redes prohibidas en China y a las que solo se puede acceder contando con un VPN (Virtual Private Network). De esta forma, son los propios medios quienes habilitan en su seno responsables para que se salten la propia norma disponiéndose a proveer contenidos para lograr el máximo de adhesiones por el mundo entero que, naturalmente, no son accesibles directamente para los propios chinos. Y son los propios medios quienes proveen de los VPN necesarios para tal fin y dispensan recompensas y honores a quienes sobresalen en la consecución del máximo de objetivos.
Así, con la premisa de que “la voz de China se oiga mejor en el mundo”, lo que para nosotros resulta una situación inaudita y hasta esperpéntica, en China, aunque produce sonrojo a no pocos, se asume con más naturalidad de lo que parece. Donde nosotros vemos contradicción ellos ven complementariedad e innovación para “avanzar con los tiempos”. Internet se ha convertido en la prioridad de las prioridades y un mecanismo irrenunciable para diseminar la “propaganda positiva”
Solo falta ahora que los propios VPN sean comercializados por empresas chinas, a poder ser, públicas y dependientes del todopoderoso organismo encargado de velar porque las lecturas de los ciudadanos chinos le sean de provecho….. al Partido.
Al margen de consideraciones que nos remiten al ejercicio de las libertades reconocidas por la propia Constitución china (que según un reciente informe de trabajo de la Asamblea Popular Nacional se cumplió en 2015 de forma “completa y efectiva”), la actual escalada de la censura refleja no solo el temor a la inestabilidad sino sobre todo la falta de confianza en las propias razones y argumentos, en la fuerza de las propias creencias.
La política de comunicación de Xi Jinping abandona cualquier atisbo de sofisticación y se bifurca, con pasos en dos direcciones y un tono general que apunta a echar el cerrojo informativo tirando la llave a las profundas aguas de la ideología como garantía institucional que todo lo justifica, lo cual no deja de generar perplejidad entre quienes habían creído en su mensaje inicial de someter el poder a una jaula de regulaciones e impulsar el Estado de derecho y hasta un nuevo constitucionalismo.