El “Consenso de 1992” se ha convertido en el vértice clave de la estabilidad en el Estrecho de Taiwan. Se cumplen ahora 22 años de aquella reunión Koo-Wang, celebrada en 1993, que abrió la senda de la cooperación (entre la continental Asociación para las Relaciones a través del Estrecho de Taiwan y la taiwanesa Fundación para los Intercambios en el Estrecho) marcando un punto de inflexión en las relaciones bilaterales.
La principal virtud de este consenso es la ambigüedad, una ambigüedad constructiva. Lo que viene a decir el Consenso de 1992 es que solo existe una China en el mundo. Para la República de China es la suya; para la República Popular China, es la suya. Cada parte mantiene su propia interpretación. Con “Una China, dos interpretaciones”, ambas partes dan por reconocido su mutuo derecho a gobernar aunque ninguna reconozca a la otra su soberanía. Todo un ejemplo de creatividad política para sortear las enormes dificultades existentes para establecer un espacio de entendimiento que permita avanzar de forma pragmática.
Al tiempo que comparte dicho principio, la política oficial de Taipei sigue instalada en los tres noes: No independencia, no unificación, no uso de la fuerza, es decir, la defensa del statu quo, si bien aquel consenso tiene como principal objetivo su superación. Por su parte, desde el continente el énfasis se centra en el rechazo de la independencia y en la promoción de políticas sectoriales que permitan operar una reunificación de facto y paulatina. La reunificación, en suma, se anunciará cuando ya esté realizada.
Las fuerzas de oposición en Taiwan no reconocen el Consenso de 1992. Ni siquiera Lee Teng-hui, quien bajo su presidencia llegó a fraguarse. Lee, entonces líder del KMT y después promotor de la UST (Unión Solidaria de Taiwan), es adalid de la independencia de Taiwan y convierte en moderada a Tsai Ing-wen, la líder del PDP (Partido Democrático Progresista), quien ahora se apunta a la defensa del statu quo, para “evitar accidentes” o “provocar conflictos”, consciente de que ello es indispensable para fortalecer sus posibilidades de acceso a la presidencia en 2016.
El presidente taiwanés Ma Ying-jeou reivindicaba estos días el mérito de Taipei a la hora de proponer este principio, desmintiendo cualquier apropiación indebida y reafirmando su idoneidad. Otros conceptos, como el de “un país a cada lado” o las “relaciones especiales de Estado a Estado” enfrentaron la previsible oposición de Beijing; sin embargo, el Consenso de 1992 ofrece a KMT y PCCh una visión compartida del problema aun recociendo sus diferencias. Su mayor reto es trascender el marco de origen para permitir que otros actores se sumen a él.