La larga cola de una victoria a medias Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

¿Qué tienen en común el reconocimiento diplomático de China por parte de Nauru, las elecciones en Tuvalu, la decisión de Hong Kong de eliminar la exención de visado para las llegadas de Eswatini o incluso la ordenación episcopal del obispo de Zhengzhou y el encuentro en Tailandia de Wang Yi y Jake Sullivan?: Taiwán.

La victoria a medias (si en las presidenciales, no en las legislativas) del Partido Democrático Progresista (PDP) en los comicios taiwaneses del pasado 13 de enero trae consigo una larga cola que podrá dilatarse hasta el próximo 20 de mayo cuando oficialmente se produzca el relevo en Taipéi. China claramente se propone llegar a esa cita con los deberes hechos.

Los mensajes de Beijing se iniciaron al poco de conocerse los resultados. Primero, el anuncio de que Nauru rompía con Taipéi y reconocía diplomáticamente a Beijing. Segundo, Tuvalu podría ser el siguiente si tras la derrota del primer ministro Kausea Natano en las elecciones del 26 de enero se confirma el nombramiento de Seve Paeniu, partidario de reconsiderar las relaciones con Taiwán (lo cual supondría que en el Pacífico solo le quedarían dos aliados, Palau y las Islas Marshall). Tercero, Hong Kong anunció la supresión de la exención de visados a las personas procedentes de Eswatini, el único país africano que aun reconoce a Taiwán.   En paralelo, en la capital de Henan se procedía al nombramiento del obispo Wang Yuesheng, pactado con el Vaticano -que reconoce a Taiwán-, mientras otras dos ordenaciones parecen estar ya cerradas, nutriendo los rumores de avances sólidos en el acercamiento. En Tailandia, el ministro Wang Yi se reunía con el asesor de seguridad nacional de EEUU, Jake Sullivan, reiterándole que Taiwán es parte inexcusable del propósito común de estabilizar las relaciones bilaterales. Mientras, el Ejército Popular de Liberación irrumpía en el espacio aéreo y marítimo contiguo más allá de la línea media del Estrecho (un buque de guerra de EEUU también transitó recientemente por la zona) para recordar a propios y extraños los riesgos de cualquier escalada.

Los mensajes de Beijing tienen más de un destinatario. Además de Taipéi, Washington en primer lugar pero no solo. Las interacciones de EEUU con Taiwán han ido en aumento e los últimos años. El Pentágono ha elevado la ayuda militar sustancial a la isla y la presencia de sus efectivos para adiestrar al ejército taiwanés provoca la indignación continental. Wang Yi recordó a Sullivan que Taiwán sigue representando el mayor desafío para las relaciones sino-estadounidenses. Y no son palabras huecas.

Beijing ve también la mano de EEUU en la elevación del tono de terceros. Es el caso, por ejemplo, de Lituania, que envió una delegación a la isla tras conocerse los resultados. Vilnius va por libre en la UE. Otro tanto podría decirse de Filipinas. Su presidente Marcos quiso emular al Trump de 2016 y felicitó públicamente a Lai Ching-te por su victoria. Beijing llamó a capitulo a su embajador, sin pasar por alto el delicado estado de unas relaciones con importantes frentes abiertos, en especial, las disputas en el Mar de China meridional.

Lo que ocurra con Tuvalu estos días es de capital importancia en el marco de la competencia estratégica entre EEUU y China. En los últimos años, la Casa Blanca ha multiplicado la presencia política y, sobre todo, los acuerdos de seguridad y navegación en la zona, conjuntamente con Australia. Si embargo, Beijing no ha dejado de ganar influencia con una política que prima la economía y cumple sus promesas en mayor medida.

Taipéi no dispone de recursos propios para competir con Beijing. Por otra parte, la disposición de EEUU y su normativa de apoyo (la conocida como ley TAIPEI de 2019 para reforzar la proyección internacional de la isla) se antoja incapaz de frenar la sangría diplomática en beneficio de China continental. De poco vale que sus contados aliados proclamen hoy su inquebrantable lealtad. Mañana es otro día. No obstante, Taipéi reconoce también el simbolismo residual de sus socios. Por eso, en los últimos años, ha pasado a primer plano una paradiplomacia activa, centrándose en el fomento del comercio, la cooperación tecnológica, política y de seguridad con países relevantes como EEUU, Japón, la UE, India, etc. al margen de su naturaleza oficial. El contexto geopolítico favorece esta opción.

El otro frente abierto es el comercial. En el alero está la suspensión del AMCE (Acuerdo Marco de Cooperación Económica) por parte de Beijing pero igualmente su reverso, la política de atracción, que puede experimentar nuevos impulsos para atraer al capital, la tecnología y el talento industrial de Taiwán. En un artículo publicado en la revista Qiushi, del PCCh, Xi Jinping exigió un “mejor trabajo para ganarse los corazones de los taiwaneses”.

El impacto que esta nueva vuelta de tuerca puede tener en la política interna taiwanesa está por ver. Por el momento, persiste la indefinición en la colaboración entre las principales fuerzas de la oposición, el Kuomintang y el Partido Popular de Taiwán, mayoritarias en el Yuan Legislativo. Este último no parece mostrar interés alguno en ello. China continental les invita a ponerse las pilas. La primera prueba será la elección de la presidencia del Yuan Legislativo el 1 de febrero.

Informes de varios centros de análisis como el estadounidense CSIS apuntan a la probabilidad de que se produzca una nueva crisis en el Estrecho de Taiwán en 2024. Ese 20 de mayo del relevo presidencial en la isla y las elecciones del 5 de noviembre en EEUU constituyen dos fechas referenciales a no perder de vista.

(Para Diario Público)