El objetivo de lograr una mayor implicación en los procesos de integración económica en curso en Asia-Pacífico constituye una de las prioridades esenciales del gobierno taiwanés. La cuestión es vital en una región donde se multiplican los movimientos y las iniciativas en tal sentido, involucrando a sus más directos competidores. Por otra parte, el alineamiento y la significación de preferencias no solo determinan opciones económicas sino también lecturas políticas y estratégicas.
Como es sabido, además del TLC entre Corea del Sur, Japón y China, dos son los mecanismos principales en curso de negociación. De una parte, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés), promovida fundamentalmente por los países de la ASEAN y China. De otra, el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, siglas en inglés), comandado por EEUU. En este último no participa China y en el primero no participa EEUU.
La RCEP inicia las negociaciones este año y se aventura como la zona de libre comercio más grande del mundo, agrupando a más de 3.500 millones de personas y un PIB de 23 billones de dólares, casi el 30 por ciento del PIB total mundial. Incluye a Japón, India, Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda. Antes de 2015 el acuerdo debe estar cerrado.
La primera ronda de negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) se realizó en 2008. A ellas se han ido sumando Chile, Brunei, Nueva Zelanda, Singapur conjuntamente con Estados Unidos, Perú, Australia y Vietnam. Canadá, Japón y México manifestaron su interés de participar en el TPP. También Costa Rica ha mostrado interés.
Hasta ahora, Taipéi ha venido complementando la apuesta por la firma de acuerdos comerciales bilaterales, no siempre fáciles de implementar, con la estrategia de convertirse en uno de los países signatarios del TPP al considerar que su grado de integración económica es más alto que el de la RCEP y que sus industrias podrían experimentar un menor impacto negativo. Para el ingreso en el TPP contará previsiblemente con el apoyo de EEUU, con quien ha multiplicado las negociaciones comerciales tras resolver el problema de la importación de carne con ractopamina.
Actualmente, Taiwán negocia TLCs con Singapur y Nueva Zelanda y sus progresos son seguidos muy de cerca por China continental, con quien firmó en 2010 un acuerdo marco de cooperación económica (ECFA, siglas en inglés), por el momento el de mayor calado en su agenda exterior.
La posición final de Beijing está por ver. A priori, en la medida en que se ajustara, por ejemplo, al modelo instrumentado en la OMC, podría aceptarlo sin mayores impedimentos, pero influirá igualmente el estado general del diálogo bilateral en el que abundan tanto los signos de avances en el entendimiento (para la apertura recíproca de oficinas de representación, por ejemplo), los tics tradicionales (maniobras militares ensayando el rechazo de un ataque proveniente del otro lado del Estrecho), las disputas y reticencias (acuerdo con Japón a propósito de los derechos de pesca en las inmediaciones de las islas Diaoyu) y las ambigüedades no menos habituales (con garantías a Washington de que el acercamiento al continente no irá en detrimento de sus preferencias en materia de seguridad).
Para Taiwán, equilibrar las dependencias es un asunto de extrema importancia ya sea para simplemente balancear el poder de atracción del continente como para contar con mayores bazas en una hipotética negociación. Desde el otro lado del Estrecho se analizará cada paso con lupa y no se lo servirán en bandeja.