En Taiwán, Ma Ying-jeou iniciará su segundo mandato el próximo 20 de Mayo. Tras la victoria de enero último, con casi el 60 por ciento de los votos emitidos, estos meses han estado marcados por el repunte de las tensiones internas en torno a las importaciones de la carne de res con ractopamina de EEUU, las imprecisiones de su programa de gobierno y las relaciones con China continental en un contexto de bajada en picado de su popularidad.
En el primer aspecto, el Kuomintang (KMT) recibió un importante revés el pasado 7 de mayo cuando una comisión del Yuan Legislativo, donde tiene mayoría, rechazó en una primera lectura y por un solo voto de diferencia la enmienda para permitir la importación condicionada de dicha carne, una decisión contestada por gran parte de la sociedad taiwanesa convencida de que se trata de una concesión para granjearse el apoyo de EEUU en otros menesteres.
En cuanto a la acción de gobierno, tras anunciar el nombramiento de Sean Chen como primer ministro, en su programa inmediato cabe destacar la inminente alza de los precios de la energía y la probable introducción de un impuesto sobre los ingresos por acciones en una apuesta por alentar una reforma fiscal. El pronóstico de crecimiento económico de la isla en 2012 se ha ido rebajando hasta llegar al 3,55 por ciento (del Instituto Chung-Hua para la Investigación Económica). A mediados de abril, el FMI lo cifraba en un 3,6 por ciento. Ante una crisis global que no cede, una economía exportadora como la taiwanesa avizora tiempos difíciles.
Tras la firma en 2010 del Acuerdo Marco de Cooperación Económica (AMCE) con China continental, el pacto para la protección de las inversiones reciprocas es el siguiente reto. Podría firmarse en junio próximo. El AMCE ha permitido a los exportadores taiwaneses economizar hasta 225 millones de dólares estadounidenses desde su entrada en vigor en enero de 2011. Los turistas del continente superarán los dos millones en 2012. Pese a la bonanza de las relaciones económicas y comerciales con el otro lado del Estrecho, Ma apuesta por la diversificación de los intercambios y las inversiones con otras economías, muy especialmente, Japón, India y los países de ASEAN.
En cuanto a las relaciones con Beijing, la doble velocidad parece adquirir carta de naturaleza a juzgar por sus declaraciones. Ma insiste en que las reformas políticas (derechos humanos, pluralismo, etc.) son claves para avanzar en el entendimiento bilateral. A la espera del resultado del XVIII Congreso del PCCh, previsto para otoño, a corto plazo Ma descarta cualquier posibilidad de diálogo político con Beijing.
El escenario que se dibuja explicita por tanto una clara diferenciación entre la cooperación económica y las reservas en el orden político o en materia de seguridad. No obstante, cabe señalar que el objetivo último del actual proceso, al menos visto desde el continente, no puede ser otro que la unificación y es probable un aumento de las presiones para dar pasos en dicha dirección. Una encuesta reciente reveló que cerca de la mitad de los jóvenes taiwaneses consideran que China y Taiwán son dos países separados, sin que uno pertenezca al otro. El 78,9 por ciento de ellos también tiene el convencimiento de que Beijing no renunciará al uso de la fuerza y más del 30 por ciento no aceptarían ser movilizados en una guerra contra China continental. Beijing teme el aumento del desafecto.
En el plano internacional, tras una gira por África de 12 días (Burkina Faso, Gambia, Swazilandia), Ma ha prometido proseguir con su estrategia flexible para mejorar la inserción de Taiwán a través de vías como la firma de acuerdos comerciales y la exención de visados (125 países ya admiten esta exención), al tiempo que intenta fortalecer las relaciones con Washington y Tokio.
El regreso a Asia de EEUU y la mejora de las relaciones China-EUUU plantea a Taiwán una duda existencial. Puede llegar a ser insostenible esa bifurcación de las preferencias en relaciones tan vitales como la economía o en el orden de la seguridad. Un aumento de la confianza estratégica entre EEUU y China puede pasar una elevada factura a Taipéi. Por lo pronto, Washington tiene previsto enviar a su toma de posesión una delegación encabezada por el exjefe de gabinete de Obama, William M. Daley, y nada hace pensar en obstáculos añadidos a las ventas de armas, pese a las objeciones reiteradas del continente.
Si el horizonte general de este segundo mandato no se presenta especialmente halagüeño, cabe resaltar que los inicios advierten de una radiografía tan preocupante como desalentadora. De una encuesta del Taiwán Thintank dada a conocer el 28 de abril se desprendía que la tasa de desaprobación de Ma subió en dicho mes al 62,5 por ciento. La tasa de popularidad era del 26 por ciento. Otras encuestas manejadas por la oposición rebajan esta cifra al 15 por ciento.
Dicha oposición, en buena medida diezmada por el vacío de poder en el PDP a la espera de sus primarias internas del 27 de mayo, ha unido fuerzas para anunciar una propuesta de destitución de Ma una semana antes de tomar de posesión. Una advertencia, dicen, que se suma a la derrota del KMT en las elecciones parciales del 28 de abril a la alcaldía de Lugang, en el oeste de la isla. Según Gallup, Ma terminó 2011 con una popularidad del 54%.
En suma, mucho tendrá que esforzarse Ma para superar los retos que asoman en este su segundo y último mandato que se antoja más exigente de lo habitual.