¿Puede Taiwán acabar como Ucrania? Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

Sin duda, Ucrania y Taiwán son dos problemas diferentes, aunque alguna similitud si la hay. En un caso, el detonante ha sido la seguridad, en otro lo determinante es la soberanía, y la integridad territorial perfila a ambos. China dice que Taiwán es un problema “interno”. EEUU, a pesar de que no deja de advertir que sobre Taiwán pende la misma amenaza de invasión que sobre Ucrania, adopta aquí un enfoque diferente. El asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, enfatizó recientemente ante el Club Económico de Washington que “la política estadounidense es garantizar a toda costa que no se produzca una invasión de la isla por parte del Ejército Popular de Liberación”, algo que en Ucrania dejó prácticamente al albur de V. Putin. En la misma línea, el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, pidió que se acelere el suministro de armas a Taiwán. En lo que va de mandato, Biden ya les ha colocado el equivalente a casi mil millones de dólares. El ex asesor de seguridad nacional de EE.UU., John Bolton, urgió el estacionamiento de tropas estadounidenses en Taiwán. Ese es el “ambiente”….

¿Por qué dice China que es un problema interno? Taiwán es la “provincia rebelde” donde encontró refugio el derrotado Kuomintang tras la victoria del PCCh en la guerra civil. China recuperó la soberanía sobre la isla tras la derrota japonesa en la IIª Guerra Mundial. Formosa, como la denominaron los portugueses, permaneció bajo control nipón entre 1895 y 1945 en virtud del tratado de Shimonoseki, que puso fin a la primera guerra sino-japonesa. Por tanto, aunque es verdad que ha pasado mucho tiempo, debe ser contextualizado en dicho marco evolutivo. Por otra parte, internacionalmente, quienes establecen relaciones diplomáticas con la China Popular reconocen que solo hay una China en el mundo y que Taiwán es parte de ella. Es el principio de una sola China. A Taiwán (que formal y constitucionalmente sigue siendo la República de China y ambiciona reconquistar el territorio continental) solo la reconocen hoy día 14 estados.

Reunificación pacífica

Lograr la reunificación entre el continente y la isla forma parte de la agenda política promovida por Beijing desde 1949. De no ser por la guerra de Corea, es probable que se gestara por la vía militar. A diferencia de la etapa maoísta, en el denguismo pasó a primer plano la reunificación pacífica. Los capitales y las empresas taiwanesas fluyeron a raudales hacia el continente para implicarse en su desarrollo y a la vez obtener pingües beneficios. Aun hoy día, el comercio exterior de Taiwán no puede prescindir del mercado continental (más del 40 por ciento) a pesar de los llamamientos a una mayor diversificación a través de la llamada “Nueva Política hacia el Sur” que promueve la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen.

Esa estrategia de reunificación pacífica y oblicua, basada en una activa integración económica y social a ambos lados, vivió su momento más dulce entre 2008 y 2016, durante el mandato de Ma Ying-jeou. Este, que llegó a reunirse con Xi Jinping poco antes de su relevo, impulsó desde 2010 importantes acuerdos económicos. Y en lo político, el acercamiento fue igualmente significativo, con base en el entendimiento estratégico sellado por el PCCh y el KMT, los viejos rivales que se avenían a colaborar de nuevo para cortar el paso al independentismo. La “tregua diplomática” puso fin a la “diplomacia de chequera” que hacía bailar el número de aliados en función de los números reflejados en un determinado talón bancario…

Tan positiva atmosfera se afianzó con un dique legal: una ley continental, conocida como Antisecesión, estipulaba en 2005 la posibilidad del recurso a la fuerza en caso de que Taipéi decidiera avanzar hacia la soberanía de pleno derecho.

Del Maidán al Movimiento Girasol

En 2014, las cosas en Kiev y Taipéi se torcieron casi al mismo tiempo. Cuando Victoria Nuland, adjunta a la Secretaría de Estado para Europa, dijo aquello de “Que se joda la UE” mientras deshojaba la margarita de a quien situar al frente de los golpistas contra Viktor Yanukovich en Kiev, en Taiwán se gestaba una crisis muy próxima. En este caso, los estudiantes protagonizaron el que se llamó “Movimiento Girasol” que puso fin a la senda de acercamiento a través del Estrecho liderada por Ma Ying-jeou.

Al asaltar y ocupar durante semanas el Parlamento y la sede del Gobierno, impidieron la firma de un acuerdo sobre el comercio de servicios que Ma pretendía aprobar; pero, sobre todo, dividió al gobernante KMT que en las elecciones locales llevadas a cabo ese mismo año cosechó una importante derrota, presagio de la que acontecería en las legislativas siguientes. Fue así como el soberanismo, representado por el Minjindang o PDP (Partido Democrático Progresista), con el impulso del Movimiento Girasol, llegó al poder en 2016.

EEUU arrastra a la UE y Japón

La alternancia en Taipéi, sin el dramatismo “de color” de los acontecimientos de Kiev, se completó con un cambio significativo de la política de EEUU hacia China. Washington es aquí un actor no menos trascendental y bien conocedor de que Taiwán es uno de los problemas más delicados en la estabilidad china. En momentos en que la política de confrontación pasa a primer plano, Taiwán se convierte en el verdadero corazón de esa estrategia del Indo-Pacífico cuya premisa básica es la amenaza estructural que China supone para la hegemonía de EEUU. Y a medida que la isla se aleja de la unificación y en paralelo se ubica al abrigo de EEUU, este también se aleja de sus compromisos previos con Beijing.

Si para China, Taiwán es un interés central en el que no puede transigir porque afecta a su soberanía e integridad territorial, axiomas que Washington dice defender a capa y espada en Ucrania, la actual política de EEUU no se orienta a calmar los ánimos sino, más bien, a sacar a China de sus casillas. Así, su discurso alienta la creencia del expansionismo chino y de su presencia militar. ¿En qué se basa? Reiteración de maniobras militares, denuncias de ataques cibernéticos, desinformación, etc. Pero hasta el momento, ninguno de los aviones que surcan los cielos próximos a Taiwán se ha adentrado siquiera en su espacio aéreo, tal como apuntó el general retirado taiwanés Chi Lin-liang.

Recientemente visitó la isla una delegación bipartita de seis legisladores estadounidenses. El republicano Lindsey Graham señaló que “vamos a empezar a hacer que China pague un precio mayor por lo que está haciendo en todo el mundo”. El objetivo es, claramente, caldear las tensiones y no rebajarlas.  Está por ver que EEUU incluya a Taiwán en su propuesta de “Marco Económico del Indo-Pacífico”, pero la implicación en materia militar va en aumento en forma de capacitación y otras prestaciones. EEUU también busca fórmulas para incrementar la visibilidad internacional de Taiwán como un país de facto independiente. Todo ello enerva a China y alejará una solución política.

Por su parte, la derecha europea, en los gobiernos y en las instituciones comunitarias, va sumándose paso a paso al discurso estadounidense, reiterando visitas o declaraciones en la misma línea con el argumento de la necesidad de “frenar la expansión del autoritarismo”. Por no hablar de Japón, donde el ex primer ministro Shinzo Abe no deja de comparar a Taipéi con Kiev pidiendo a EEUU que “ayude a defender a Taiwán” y ponga fin a su “ambigüedad estratégica”. Abe es partidario de estacionar armas nucleares estadounidenses en Japón para convertirlo en un actor regional más importante.

¿Atacar Taiwán?

No hay indicios de que se vaya a producir un cambio sustancial de política priorizando una hipotética solución militar. Las prioridades de China son otras. En mayo de 2020, el general retirado Qiao Liang advirtió sobre el hecho de que una invasión perjudicaría innecesariamente el objetivo de modernización del país. EEUU, sin embargo, azuza la posibilidad. Algunas autoridades militares le pusieron incluso fecha: 2027, cuando se celebre el centenario de la fundación del Ejército Rojo. Y mientras la “amenaza china” va tomando cuerpo en las mentes de unos y otros, sirve de excusa para fortalecer la hegemonía regional y global de EEUU con sus planes QUAD, AUKUS, etc.

Lo verdaderamente realista sería negociar con China con garantías y no embarcarse en una estrategia ilusoria que a EEUU puede interesar por su enfrentamiento estratégico con Beijing pero no a Taipéi, quien lleva todas las de perder. En el ejército taiwanés predomina esta percepción a la vista del desequilibrio operativo en el Estrecho y también en las fuerzas nacionalistas. EEUU, como dijo Ma Ying-jeou, vendería armas y a lo sumo proporcionarían inteligencia, pero nunca enviarían tropas. Si alguna similitud hay con Ucrania es que, en caso de guerra, los taiwaneses pondrían los muertos.

Este escenario crispado tiene, sin embargo, un alto valor político para el PDP en la medida en que le reporta apoyo electoral como le resta al KMT, lo cual conviene igualmente a Washington. Y este año se celebrarán elecciones locales el 28 de noviembre por lo que cabe esperar que este clima perdure.

El riesgo de una respuesta china de cierta contundencia –no necesariamente una invasión- también puede aumentar en función de la propia evolución interna en un año igualmente muy sensible por la celebración del XX Congreso del PCCh. No obstante, para China, hoy por hoy, la alternativa más inteligente sigue siendo la paciencia activa, el atributo que mejor puede devolver la irritación a la Casa Blanca.