El 29 de abril de 2005, al mes de aprobarse la Ley Antisecesión por el Parlamento chino, los líderes del Partido Comunista de China (PCCh) y del Kuomintang (KMT), Hu Jintao y Lien Chan, respectivamente, se reunían en Beijing en un encuentro ciertamente histórico que dio un giro de ciento ochenta grados a la “cuestión taiwanesa”. Sucedía nada menos que casi sesenta años después del mantenido por Mao Zedong y Chiang Kai-shek para celebrar la victoria contra Japón.
Esta cumbre, celebrada en pleno mandato (2000-2008) del independentista Chen Shui-bian (Partido Democrático Progresista, PDP) en Taipei y en medio de fuertes tensiones con China continental, marcó el inicio de la “tercera cooperación” entre el KMT y el PCCh (las otras dos tuvieron lugar tras la caída de la dinastía Qing, en los años veinte, y para enfrentarse a la invasión japonesa, en los años treinta del pasado siglo) basada en la oposición común a la independencia de Taiwan y con el “Consenso de 1992” (una sola China, dos interpretaciones) por bandera.
Los diez años transcurridos desde entonces ofrecen en su haber una progresiva normalización del diálogo y los intercambios a través del Estrecho pero sin que las viejas heridas hayan podido cerrarse del todo. En otro tiempo, no tan lejano, hubiera bastado ese entendimiento entre PCCh y KMT para cerrar el enfrentamiento, pero hoy se requiere, al menos del lado taiwanés, un compromiso mucho más amplio que no puede dar la espalda ni a otros actores políticos significados ni a la propia sociedad taiwanesa que anhela hacer escuchar su voz ante cualquier posibilidad de reunificación efectiva con el continente.
En esta década, Beijing incrementó sensiblemente su influencia sobre Taipei. El pilar esencial de esa creciente proyección en la isla es la economía. La firma del Acuerdo Marco de Cooperación Económica (2010) ratificó esa interdependencia mutua. Por otra parte, el continente conserva a buen recaudo la llave de la participación de Taiwan en los procesos de integración regional, claves para la supervivencia económica de la isla. A mayores, la inversión, el turismo, etc., remiten en un alto porcentaje a China continental, de quien Taiwan debe estar hoy más pendiente que nunca a todos los efectos.
En el orden internacional, la sustitución de la “diplomacia de chequera” (comprando amistades a golpe de talonario) por una “diplomacia flexible” operó el milagro de una tregua que desangraba inútilmente a ambas partes. Es la existencia de esa tregua lo que ha evitado, posiblemente, algunas deserciones de aliados diplomáticos de Taiwan y, a la vez, le ha permitido participar en ciertos organismos internacionales antes vetados (la OMS, por ejemplo), siempre cuidando Beijing de evitar dar la sensación de existir “dos Chinas” o “una China, un Taiwan”. La dimensión internacional que hoy tiene China, sin embargo, augura pocas alegrías a Taiwan en caso de ruptura.
¿Quiere esto decir que la reunificación ya está hecha? Ni mucho menos. Los avances registrados en estos años han posibilitado igualmente el desarrollo de resistencias importantes en la sociedad taiwanesa que, como se evidenció con el estallido del Movimiento Girasol en 2014, aspira a conservar una identidad diferenciada, también en lo político, respecto al continente.
Cinco diálogos
Pero si bien la que ahora termina ha sido, sin duda, la década de la normalización, la que sigue será más desafiante aún, con cinco diálogos clave que deberán gestionarse con sumo cuidado por ambas partes. En primer lugar, el diálogo político, con tres escenarios que operan a diferente nivel y con diferente grado de dificultad: el establecido a nivel partidario con el KMT –más llevadero- y el que debería establecerse con el PDP –imposible a día de hoy si no acepta el Consenso de 1992-, y el diálogo general China continental-Taiwan a través del Consejo de Asuntos de China Continental y la Oficina de Asuntos de Taiwan del Consejo de Estado. La firma de un acuerdo de paz entre ambas partes, sugerido en su día por Hu Jintao, no será fácil de alcanzar pero parece aconsejable.
En segundo lugar, el diálogo en materia de seguridad. El discurso taiwanés, incluso el más moderado del KMT, insiste en diferenciar los ámbitos asociados a la economía de los relacionados con la seguridad. En este último caso, la referencia principal sigue siendo EEUU. El diálogo en este aspecto, además de las cuestiones bilaterales, debería incluir las tensiones en los mares de China oriental y meridional.
En tercer lugar, el ámbito económico, el más avanzado, que tiene aun asignaturas pendientes destacadas. Los contenidos de la negociación bilateral ganarán complejidad en los años venideros ya que, por el momento, se han tratado los asuntos menos espinosos.
En cuarto lugar, el diálogo cívico, tendiendo puentes entre las sociedades de ambas orillas para ganar fluidez y conocimiento mutuo. Para el continente, ganar complicidades más allá de los poderes fácticos es de vital importancia.
En último lugar, el diálogo cultural, que debe resultar en la identificación y cultivo de las respectivas afinidades y singularidades en el marco de la civilización común pero también en el acercamiento en el orden de los valores.
¿Ha hundido el PCCh al KMT? El KMT vive momentos complicados tras la derrota sufrida en las elecciones locales de noviembre último. Parte de esa derrota puede ser atribuida a una deficiente gestión de las relaciones con el continente que ha sido percibida como “entreguista” por buena parte de la sociedad taiwanesa. Pero las causas son mucho más amplias.
Tras Hong Kong y Macao, Taiwan es la gran asignatura pendiente de la reunificación china. Taiwan, cedida a Japón en 1898 a raíz del Tratado de Shimonoseki, sigue representando la decadencia e incapacidad del país para preservar la unidad. Beijing no renunciará a sumar la isla a su proyecto de recuperación de la grandeza de antaño. Xi Jinping y Eric Chu, por el PCCh y el KMT, respectivamente, renovarán estos días sus votos a favor del acercamiento. Xi observó meses atrás que la reunificación no es un asunto que se pueda dejar de lado de generación en generación, urgiendo un diálogo político que permita avanzar sustancialmente. Pero las prisas, habría que recordar, son malas consejeras.