China y la globalización: ¿un paso adelante, dos pasos atrás? Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Publicaciones, Secciones by Xulio Ríos

Se cumple en 2021 el vigésimo aniversario del ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC). En aquel “lejano” día se especulaba con que tal hecho podría suponer el golpe final a la singularidad china, es decir, a su proyecto de conformar un sistema económico genuino y diferenciado del liberal hegemónico tras el final de la Guerra Fría con consecuencias también en lo político. Pero no pasó. Al contrario, el ingreso en la OMC no solo supuso un salto de gigante para la economía china y su inserción internacional (Mavroidis y Sapir, 2021), sino también una reafirmación de su modelo de economía mixta, eclecticismo ideológico e hibridismo sistémico que sustentan su  “socialismo con peculiaridades chinas”.

Durante el mandato de Donald Trump (2017-2021), el conservadurismo antiglobalista estadounidense planteó sus quejas. Y sus guerras. Con China pisándole los talones, la Casa Blanca optó por el proteccionismo y el unilateralismo como forma de respuesta a un ascenso y comportamiento de China que calificó poco menos que de desagradecido: Beijing no jugó limpio con la globalización, se aprovechó de la “buena fe” de EEUU y otras economías occidentales desarrolladas y lejos de evolucionar hacia una homologación democrática, persistía en reivindicar su derecho a seguir una vía propia y a su ritmo. China, por ello, no sería reconocida como una economía de mercado y la retahíla de agravios se fue transformando en listín de acusaciones. Llegaron los aranceles, la lista negra de empresas tecnológicas pero también las acusaciones sobre su comportamiento asertivo en las relaciones internacionales o la denuncia de violaciones sistemáticas de los derechos humanos.

Mientras el impulso globalizador de los últimos treinta años se sometía a evaluación, con una China escalando imparable posiciones en todos los rankings y cuando el balance de la guerra arancelaria planteada por Trump daba cuenta de su ineficiencia (aumento del déficit, nula repatriación de empresas, etc.), la irrupción de la pandemia de la Covid-19 aportó otras lecturas. De una parte, mostró con total crudeza y dramatismo el fenómeno de la universalidad e interdependencia del mundo actual y como solo la cooperación y el multilateralismo puede ofrecer respuestas eficientes; por otra, que la atmosfera de confrontación ascendente limitaba la cooperación incluso a estos niveles, bien ejemplificado en la gestión de las vacunas; por último, evidenciaba la necesidad de relocalizar producciones de carácter estratégico para garantizar respuestas nacionales eficaces a ciertos desafíos. La desglobalización se cuela con fuerza en la agenda.

El discurso chino, no obstante, insiste en que los ajustes a efectuar no deben contrariar la corriente principal que se ofrece a liderar. Recordando que Beijing ha establecido asociaciones con 112 países y organizaciones internacionales, se ha unido a más de 100 organizaciones internacionales intergubernamentales, ha firmado más de 500 tratados multilaterales y es el mayor contribuyente de fuerzas de mantenimiento de la paz entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la China gobernada por el PCCh se afana en reivindicar las bondades de la globalización.

 

(El texto completo en el Anuario CEIPAZ 2020/2021: https://ceipaz.org/anuario2021/)

Y en el PDF adjunto.

 

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