En busca de la quimérica Chindia César de Prado, investigador del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad de Valladolid

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Las relaciones entre las milenarias India y China generalmente han sido pacíficas y productivas. Los Himalayas no impedían el intercambio de bienes e ideas. Comerciantes y peregrinos circulaban por las rutas de la seda que solían bordear el Tíbet, pero a veces lo cruzaban. En el Norte de la India floreció durante la oscura edad media europea la universidad de Nalanda con estudiantes de muchos lugares de Asia para avanzar en una gran variedad de ciencias y humanidades. En ella estudió el monje budista Xuanzang, personaje de Viaje al Oeste, una de las novelas más famosas de la China imperial.  El Monte Kailash-Meru en el sur del Tíbet es desde hace mucho sagrado para el hinduismo, el budismo y otras religiones. Caballos y té se comerciaban entre la India y Yunnan por rutas que se están intentando reactivar.

Mientras, los puertos entre la India y China formaban parte de una amplia red de prósperas rutas marítimas que acabaron conectando hasta Europa y América. En el siglo XIII Marco Polo regresó por ellas de su gran viaje e inflamó la imaginación de Cristóbal Colón y muchos navegantes ibéricos. La llegada de Vasco da Gama en 1498 a Kerala incitó a otros europeos, y la India mogol acabó en manos de los británicos como su principal base en su expansión desde el Mediterráneo al Indo-Pacífico. El infame opio que se traficaba a China era cultivado en Bengala.

Durante la primera Guerra Fría, la RPC comunista de Mao y la India socialista de los Nehru-Ghandhy apenas tuvieron relaciones económicas. Pero las diplomáticas, que comenzaron cordiales, pronto se volvieron tensas por desacuerdos territoriales en los Himalayas derivados de la partición británica de la India y la falta de demarcación precisa de la frontera con el Tíbet: al oeste entre la India, Pakistán y la RPC, y al este entre la India, Bután, Sikkim y la RPC. Después de una serie de escaramuzas fronterizas entre 1959 y 1962, originalmente derivadas del levantamiento en el Tíbet y el traslado del Dalai Lama al norte de la India, durante la crisis de los misiles en Cuba en octubre de 1962 la RPC atacó y derrotó a la India en Cachemira, pero semanas después se retiró de casi toda la zona en disputa al ver que los Estados Unidos enviaban un portaaviones de apoyo a la India y advertían a Pakistán. En 1967 hubo otro conflicto en la frontera entre Sikkim y el Tíbet con resultado algo ‘favorable’ para la India.

Después de esa Guerra Fría ambas potencias potenciaron progresivamente las relaciones pacíficas. Comenzaron relaciones diplomáticas bilaterales y prosiguieron con multilaterales con la Cumbre de Asia Oriental centrada en la ASEAN. Las relaciones económicas también aumentaron, al principio desigualmente, ya que la RPC se modernizaba mucho más rápido que la India, pero como en la primera década del siglo la India también crecía notablemente algunos expertos promocionaron el concepto de Chindia como una oportunidad de conjugar las manufacturas de la RPC y los servicios de la India. Y, aunque mantenían las tensiones territoriales en el Himalaya, no derivaron en conflictos preocupantes hasta recientemente.

Con los líderes nacionalistas Xi Jinping y Narendra Modi las relaciones entre la RPC y la India han aumentado en complejidad, competencia y rivalidad. La diplomacia bilateral es irregular: hubo visitas de estado en 2014 y 2015, pero luego solo una cumbre informal en 2019. La PRC prefiere tratar con India en mecanismos multilaterales como los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái. Pero la India también intenta sacar partido de otros mecanismos con países más cercanos a los Estados Unidos, destacando foros cuadrilaterales al este y el oeste (Quad, I2U2).

Sus relaciones económicas son cada vez más competitivas y a veces se deterioran. Como muchos expertos indios prevén que el fuerte crecimiento económico que la India está volviendo a experimentar sea mayor que el de la RPC y dure varios años, el gobierno de Modi está promocionando globalmente el nuevo modelo hindú de desarrollo. En enero de 2023 la India recibió con entusiasmo la presidencia anual del G20, pero también celebró una cumbre internacional de desarrollo con países fuera de la órbita de la RPC.

Y las tensiones fronterizas cada vez son más frecuentes. Desde 2017 hasta diciembre 2022 se han enfrentado en varias ocasiones tanto en el Himalaya oriental como el occidental, generalmente sin daños sustanciales. Pero en el 2020 sí hubo decenas de bajas mortales en el Doklam, área disputada entre la Región Autónoma del Tíbet y Bután, pequeño reino que depende en gran medida de la India para su seguridad. Tras ese conflicto, la India restringió notablemente la actividad de empresas de la RPC, y empezó a desconectar muchas de sus aplicaciones de telefonía. No es inconcebible que ambas potencias nucleares deriven a una guerra, sobre todo si su rivalidad se combina con el conflicto que la India tiene con Pakistán o la RPC con los Estados Unidos y sus aliados.

La RPC sigue presionando fuertemente a la India en el Sur de Asia. Principalmente vía Pakistán, país al que desde hace décadas  sigue ayudado incluso a desarrollar misiles y armas nucleares, y le asiste económicamente, sobresaliendo un corredor económico que conecta el oeste de la RPC con el puerto de Gwadar en el Océano Índico que la RPC está reconfigurando con potencial uso militar. La RPC también ha ayudado a Sri Lanka a construir el puerto de Hambantota, y probablemente lo manejará durante muchos años ya que el país está en una grave crisis económica y no puede pagar grandes deudas. La RPC transfirió en 2021 un submarino a Myanmar, y parece ser intentó alguna influencia militar en las Maldivas. También se especula por qué en enero 2023 el ministro de asuntos exteriores de la RPC, de camino a África, hizo una parada relámpago de madrugada en Bangladesh, país que se debate entre la neutralidad y acercamientos a la RPC y los Estados Unidos que no paran de cortejarlo. Al menos, la competencia por influencia en Nepal por ahora solo parece ser en infraestructuras.

La creciente rivalidad entre la RPC y la India afecta hasta las bastante inocuas relaciones académicas. A propuesta de la India, los países de la Cumbre de Asia Oriental aprobaron reestablecer la antigua universidad de Nalanda, que comenzó en 2014 a matricular estudiantes de posgrado asiáticos. Sin embargo, desde 2017 la RPC prioriza una alternativa budista en la isla de Hainan con estudiantes de países adheridos a la Iniciativa de la Franja y de la Ruta.

El conocimiento contrastado de las milenarias RPC e India, y sus complejas interacciones en un contexto amplio regional y global, están dejando de ser unas montañas y mares casi insuperables para los países ibéricos e Iberoamérica. Los incipientes programas de estudio, investigación, y observatorios sobre la India servirán de apoyo a los crecientes contactos diplomáticos y comerciales, pero deberían también de conjugarse con los centros y estudios algo más desarrollados de China, Asia y el Indo-Pacífico, y de relaciones internacionales y estratégicas para potenciar sosegadamente el renacimiento de una quimérica Chindia.