Inversiones de China, Corea y Japón en Argentina. Análisis general y estudio de casos

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INTRODUCCIÓN  

Este libro aborda el estudio de las inversiones de las principales economías del Noreste Asiático (Corea, China y Japón) en Argentina. Acentúa el conocimiento de la situación actual de las reservas internacionales de estos países y sus políticas de exportación de capitales; la descripción de los aspectos generales y clasificación de sus inversiones en Argentina, así como el estudios de casos de inversiones de estos países en sectores productivos, provincias o regiones del país.  

Las tres principales economías del Noreste Asiático lideran el ranking de países con mayores reservas internacionales. Según datos del Banco Mundial, en 2015 China y Japón posicionaron en el primer y segundo puesto, respectivamente; la República de Corea (en adelante Corea) en el séptimo y Hong Kong en el octavo (1). Por su parte, Taiwan se ubicó en el quinto puesto. En el mismo año, China, Japón, Hong Kong y Corea se posicionaron segundo, tercero, noveno y undécimo respectivamente en el ranking mundial de países emisores de Inversión Extranjera Directa (IED)(2). Por eso, solamente con esta información se observa la importancia que tienen estos actores internacionales para aquellos países que se encuentran implementando procesos de modernización y requieren acompañar al capital nacional con el impulso del capital internacional.  

Esta descripción de la disponibilidad de reserva por parte de estos mercados de capitales nos deriva a la pregunta sobre qué intereses tendrían estas economías en disponer de sus divisas para invertir en Argentina. Es decir, requiere definir el interés financiero de cada uno de estos países en su relación con Argentina. Ahora bien, dichos intereses no se determina en forma aislada, sino en el contexto del diseño de políticas exteriores donde la Argentina aparece inmersa en estrategias generales hacia América Latina. Aquí entra en juego las políticas exteriores de estos estados y sus decisiones de invertir, especialmente en China, donde el Estado es el principal exportador de capitales a través de sus Empresas de Propiedad Estatal (EPE). Mientras tanto, aun con diferencias sustantivas, el Estado cumple la misma función en las restantes economías de la sub-región.  

El tercer eslabón de esta cadena de potencial interacción es la política de inversiones de Argentina. Es decir, así como la política exterior argentina presta atención a los principales mercados comerciales para la colocación de sus exportaciones; también la política exterior debe atender a las principales fuentes de capitales y, en este sentido, las economías de la subregión del Noreste Asiático –excepto Corea del Norte– son actores relevantes para la provisión de estos recursos. Aquí se analiza las capacidades y potencialidades del país para atraer inversiones. Pero en Argentina, al margen de lo que su capacidad de atracción pueda suscitar per se en terceros estados, el mundo académico manifiesta una tensión entre sectores proclives a la importación de capitales y otros refractarios a la misma. Este debate académico repercute en las posiciones de los gobiernos, que reproducen esta tensión en el marco de decisiones políticas incongruentes entre sí. Por ejemplo, a la admiración por las inversiones durante la presidencia de Carlos Menem se pasó al desprecio de las mismas en el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, mientras que la “sequedad” de divisas internacionales en su segundo mandato obligó al gobierno a la búsqueda incesante de divisas fuera de los mecanismos tradicionales de financiamiento (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial o la banca europea), encontrando en ese camino a China como proveedor de capitales.  

El “Informe Kawai” de 1996 –comúnmente conocido como “Segundo Informe Okita”– concluía que en materia de inversiones directas en Argentina el potencial del Este Asiático estaba limitado principalmente a las provenientes de Japón y, en algunos casos, de Corea y Hong Kong (3). Dos décadas después, un actor impensado por ese entonces –la República Popular China– ha pasado a ser principal origen del financiamiento externo argentino; mientras que Japón, Corea y Taiwan tienen desinterés por invertir en este país sudamericano, por lo menos hasta el final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Como consecuencia, los estudios de la especialidad gravitan alrededor de las inversiones chinas y desatienden el financiamiento proveniente de otras economías de la subregión y del resto del mundo.  

Las inversiones chinas en Argentina aparecen como ámbito novel de estudio en las relaciones argentino-chinas. Su impulso proviene desde el año 2010, cuando corporaciones estatales chinas, como la China Petrochemical Corp (Sinopec), la China National Offshore Oil Corporation (CNOOC) y el Banco de Industria y Comercio de China (ICBC), anunciaron inversiones en el país. Desde entonces la temática ha sido abordada ampliamente por diversos autores, tanto dentro de los estudios de las inversiones chinas en América Latina y el Caribe como a nivel nacional. Entre los diversos estudios que despierta la atención de los académicos caben destacar varios informes que refieren a los flujos de las inversiones (4), sus actores (5), las inversiones en el sector agrícola (6) o el rol de las empresas estatales chinas en la región (7). Por su parte, en materia concreta, se observan tres modalidades de las inversiones chinas en Argentina: a través de paraísos fiscales, inversiones extranjeras directas e inversiones en países extra-regionales con impacto en la región. A estas modalidades se agregan dos formas de préstamos: los swap de monedas y los préstamos otorgados para compras (directas o por licitación) de productos chinos, o bien, préstamos al estado o instituciones sub-nacionales (provincias o municipios) con aval del estado nacional para realizar obras de infraestructuras y servicios.  

La tardía llegada de las inversiones chinas a la Argentina impidió que las mismas sean afectadas por la declaración de default de diciembre de 2001, tal como le sucediera a Japón. Precisamente, la cesación de pagos generó tensiones comerciales y financieras con quien, hasta ese momento, había sido el mayor proveedor de capitales provenientes de la sub-región, situación que ha sido subsanada con el pago a los acreedores en default al inicio de la presidencia de Mauricio Macri. En cambio, las inversiones de Corea del Sur estuvieron centradas en facilitar la exportación de bienes coreanos y, tras el estallido de la crisis económica mundial, fortalecer a las empresas coreanas radicadas en Argentina, cuyos productos eran beneficiados por el “mercado cautivo” que otorgaba la adopción de medidas proteccionistas y el control de cambios por parte del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Este comportamiento ha sido similar al de algunas empresas japonesas, por ejemplo, Toyota. Parafraseando al concepto de “telón de acero” enunciado por Winston Churchill en 1946, en materia de inversiones extranjeras provenientes de la región del Noreste Asiático, Argentina debe superar el “telón financiero” que separa las inversiones chinas de las de Corea, Japón y otras economías del Este Asiático. Situación similar al intercambio comercial, donde China ha sido el eje de la política comercial externa de Argentina hacia la subregión; mientras que el resto de los países del Este Asiático siguen alejadas del “radar” comercial argentino. Ambas políticas –comercial y financiera– están en contradicción con una aproximación integral hacia todos los países de la sub-región, propuesta tempranamente sugerida en material comercial en el libro “Argentina y el Este Asiático.

La Política Exterior de 1945 a 1999” (8) 

No obstante, estudiar las inversiones solamente vinculadas a la política exterior puede proveer una visión parcial y sesgada de la realidad política, si no se la vincula con una visión teleológica, que apunte a la modernización, la transformación de los sectores sociales y la consolidación del régimen político, en este caso, de la democracia en Argentina. En el libro “Argentina y los países del Este Asiático” (9) se ha abordado este tema en materia comercial y se ha especificado la relación inmediata (sin llegar al determinismo) existente entre modernización y régimen político, siguiendo a los revisores de la teoría de la modernización (10).

La transferencia de divisas a través del comercio internacional y la atracción de inversiones son dos motores propulsores del empleo, la estabilidad macroeconómica y otros factores proclives a consolidar un proceso de modernización, sumamente claro en las experiencias de los países del Este Asiático (excluido Corea del Norte) y China en particular. Por eso, generar un proceso de transferencia de capitales a partir de diferentes medios es una necesidad sustantiva de Argentina. La comprensión de las estrategias de vinculación externa de las economías del Noreste Asiático en esa materia, así como sus mecanismos, los principales actores y las herramientas disponibles hacia nuestro país, resultan relevantes para el establecimiento y/o ajuste de una estrategia tendiente a la modernización.  

Precisamente los procesos de modernizaciones son una de las causas que expande el uso de la IED, además de otros factores relevantes, tanto al nivel del sistema internacional como de las unidades políticas. Argentina, precisamente, demanda imperiosamente la iniciación de un proceso estable y continuo de modernización que consolide y fortalezca su régimen democrático. A diferencia de países con regímenes autoritarios o totalitarios, la nación del sur del Continente Americano se encuentra en circunstancias más que favorable, ya que no debe realizar transición política alguna.

Sin embargo, por diversas razones que no serán objeto de estudio en el presente libro, el país no ha podido encontrar la “hoja de ruta” necesaria para modernizar su economía y generar bienestar a su sociedad con miras a incrementar la confianza de sus ciudadanos en sus instituciones políticas. Por lo tanto, la interrelación entre inversiones, modernización, bienestar social y consolidación democrática que expuesta con claridad.  

El primer capítulo tiene íntima relación con este tema. Aborda el estudio de los capitales chinos en Argentina en el marco de las investigaciones sobre alternancia política y sus implicancias en las relaciones argentino-chinas durante los primeros años de la administración Macri. Destaca las características principales de las IED chinas en el mundo y, particularmente, en América Latina y el Caribe (ALC), para luego analizar el estado de situación en Argentina al momento de la alternancia política. Posteriormente plantea aspectos generales sobre cómo la alternancia política modificó la orientación de la política exterior hacia China, con énfasis sobre los capitales chinos en Argentina.

Parte de la afirmación que la ruptura del aislamiento internacional imperante y el acceso al mercado internacional de capitales “licuó” el poder financiero chino en Argentina, pasando de ser un origen quasimonopólico de IED, swap y préstamos; a ser un importante proveedor de capitales en el contexto de la oferta internacional bilateral y multilateral que la Argentina posee en sus relaciones externas tras la asunción de Mauricio Macri a la presidencia de la Nación.  

En el segundo capítulo, Lara Schujivitzky nos ofrece una clasificación de los capitales chinos en Argentina con miras a precisar cuáles son IED chinas y cuáles escapan a dicha clase. Esta clasificación, constatada a través de ocho casos de capitales chinos en Argentina, se encuentra inmersa en el contexto de la preeminencia de las inversiones de empresas estatales en el marco del neo-mercantilismo y la “go out policy” de China. Por su parte, Silvia Simonit estudia el efecto derrame de las IED chinas en Argentina. Simonit actualiza un trabajo precedente sobre los flujos de capital chino en Argentina y los clasifica según el destino sectorial y la distribución geográfica, complementados con características adicionales relativas a la titularidad, modalidad de implantación y monto de la inversión. Por último, analiza los efectos de la tecnología, el conocimiento, el empleo, los consumidores, la transformación productiva, la competencia y el crecimiento económico y ambiental de las IED chinas en Argentina. Por último, esta primera parte del libro finaliza con el ensayo escrito por Francisco Iturraspe y Luisa Rangel, quienes revisan los impactos más importantes sobre las inversiones que han tenido los TLC bilaterales firmados por países de América Latina con China y plantean una serie de interrogantes que podría ocurrir con los que se encuentran en proyecto.  

La segunda parte del libro incursiona en las inversiones chinas en sectores o ámbitos de Argentina. Por ejemplo, Virginia Busilli considera que la IED china en ALC, y Argentina en particular, se encuadra en el marco de una estrategia de desarrollo de largo plazo de China concentrada en la obtención de materias primas y recursos no renovables, que contribuyen a mantener sus altas tasas de crecimiento económico.  

Por su parte, Juan Uriburu Quintana concentra la atención sobre dos grandes proyectos en infraestructura, como son los casos de las represas sobre el río Santa Cruz y el ferrocarril Belgrano Cargas, que constituyen los proyectos más importantes de Argentina ejecutados en colaboración con China. En tal sentido, Uriburu Quintana plantea que el desafío del gobierno del presidente Macri consiste en revisar el rol de China como financista de la Argentina, intentando –al mismo tiempo– reducir la dependencia de nuestro país respecto del gigante asiático sin afectar la relación entre ambos países.

Tres trabajos concentran la atención de las inversiones chinas en el sector de hidrocarburos. Luciano Bolinaga plantea la necesidad de estudiar la relación entre la IED de las grandes potencias y el desarrollo del sector hidrocarburífero de países periféricos, con miras a alcanzar el autoabastecimiento. Según el autor, “los países periféricos carecen de capitales propios suficientes para impulsar los procesos de exploración y explotación de hidrocarburos. Con lo cual, el capital extranjero, se erige como un factor clave para la política hidrocarburífera del país periférico, pero al mismo tiempo, puede ocasionar una dependencia política que condicione el propio desarrollo económico.” A continuación, Agustina Marchetti estudia las inversiones chinas en los sectores petrolíferos de Angola y Argentina, afirmando que la política petrolera de China presenta similitudes y diferencias. Existe simultaneidad temporal en las inversiones de China en ambos países e identidad de actores chinos; mientras que se diferencian en cuanto a la modalidad de los acuerdos firmados y el impacto que tiene el petróleo en las exportaciones de ambos países. Siguiendo el eje central del petróleo, Rocío Rius compara las diferentes formas que el capital chino adquirió en Venezuela y Argentina, durante las presidencias de Hugo Chávez (1989-2013) y la era kirchnerista (2003-2015), concluyendo que presentan diferentes modalidades y que éstas no se corresponden exclusivamente con el concepto de IED.  

María Mercedes Carrizo Gorgni introduce al estudio de un ámbito geográfico de Argentina: las IED chinas en Tierra del Fuego en el periodo 2005-2015. Carrizo Gorgni afirma que la motivación de dichas inversiones fue la búsqueda de mercado, lo cual contribuyó a la creación de empleo en el archipiélago fueguino. Tras la alternancia politica de diciembre de 2015, considera que es incierta la continuidad el régimen de promoción industrial en Tierra del Fuego debido al cambio en la orientación económica impreso por el gobierno de Mauricio Macri. Por su parte, Magalí Chiacchiera estudia los acuerdos de divisas (swap) y considera que, por distintas razones, los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri desnaturalizaron el swap de 2014, al abandonar la función originaria para el cual se había suscriptos, es decir, proveer a los exportadores e importadores de divisas para la promoción del comercio bilateral.

Finalmente, Mariela Visentin nos presenta las potenciales inversiones bilaterales en el ámbito del comercio de servicios educacionales. Teniendo en cuenta la relevancia que este sector tiene en la relación con China, Visentin busca contemplar las posibilidades de desarrollo de dicha área aproximándose a la proyección de políticas que podrían resultar convenientes en cuanto a oportunidades para las instituciones de educación superior. De esta manera, sería posible fundar una negociación concreta en materia comercial y de inversiones, vislumbrando oportunidades inexplotadas para el sector.  

La tercera y última parte aborda las inversiones coreanas y japonesas en Argentina. Cecilia Rubio y María del Pilar Álvarez realizan dos estudios exploratorios de las inversiones coreanas en Argentina. Cecilia Rubio se concentra en el periodo 2004-2015, con miras a buscar los motivos por los cuales la presencia de capitales provenientes del país asiático en Argentina no ha sido de gran relevancia. Encuentra una serie de limitaciones que abarcan: el desconocimiento mutuo de sus mercados y culturas, las barreras idiomáticas, desconfianza en el empresariado coreano, la situación de cesación de pagos del país y las políticas restrictivas a las importaciones, complicaciones burocráticas y deficientes incentivos para atraer capitales extranjeros, además de la competencia provenientes de la creciente influencia de las empresas chinas en Argentina. Mientras tanto, Pilar Álvarez efectúa una investigación exploratoria sobre las políticas de inversión de Corea del Sur en la Argentina en el periodo 2003-2015 y el primer año de gobierno de “Cambiemos”. Basado en datos estadísticos y entrevistas realizadas a directivos de KOTRA-Buenos Aires y la Embajada de Corea en Argentina en 2016, sugiere que las expectativas de cambio aún no se han materializado en proyectos de inversión importantes en la Argentina.  

Cyntia Natalia Gómez realiza un estudio sobre las inversiones japonesas en Argentina. Observa que el número de empresas de ese origen en Argentina disminuyeron desde 2001, en contraste de lo acaecido en el resto de ALC. Gómez explica esa tendencia en Argentina a partir de la conjugación de dos efectos principales: inhibidor, uno; repulsivo, el otro. No obstante, a pesar de que “los dos efectos aún persisten, el cambio de gobierno argentino propugnó la apertura de un nuevo capítulo en la relación bilateral, pasándose de una agenda de temas problemáticos a una agenda positiva ya en el primer año de la presidencia de Mauricio Macri”.  

Corea y Japón han sido los dos actores más activos del Noreste Asiático en el caso de la explotación del litio en la provincia de Jujuy. Dado que el litio se presenta como una nueva oportunidad de reinsertar a la Argentina en el mundo en materia de minería, Stella Juste plantea si la modalidad de la inversión asiática y su asociación al gobierno subestatal para la producción de litio en la provincia de Jujuy contribuirán al desarrollo local genuino o redundarán en otro proyecto extractivo que no aporte beneficios significativos para la provincia. A pesar que la explotación del litio aparece como una vía para mantener la relación centro-periferia, Juste observa que existen elementos claros de complementariedad que propicia la confluencia de una innovadora articulación entre la IED asiática, gobierno y academia en la provincia de Jujuy.  

Como se observa, en la presente obra confluyen diferentes aportes encaminados al estudio general y de casos, atravesados por el eje de las inversiones de las principales economías del Nordeste Asiático en Argentina. Solo resta agradecer a los autores: un grupo de docentes, investigadores, becarios y graduados que buscan profundizar los estudios internacionales con eje en la política exterior argentina hacia los países de dicha región.  

Eduardo Daniel Oviedo

Junio de 2017

CITAS:

1. Banco Mundial. Datos estadísticos. Disponible en: www.bancomundial.org

2. Ministerio de Comercio. Buró Nacional de Estadísticas y Administración Nacional de Divisas Extranjeras de la República Popular China, Boletín Estadístico de Inversión Extranjera Directa de China 2015, China Statistics Press, Beijing, 2016, p. 5.

3. Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA). Hacia una interdependencia entre la República Argentina y el Este Asiático: una nueva oportunidad para la economía argentina. Informe final, Centro de Desarrollo Internacional del Japón, 1996, p. 22.

4. Desde hace más de una década, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) viene publicando sus informes titulados “La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe”, donde prioriza diversos temas, entre ellos, los flujos de inversiones.

5. Enrique Dussel Peters (coord.). La Inversión Extranjera Directa en América Latina. 10 casos de estudio, Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China, UDUAL, UNAM/CECHIMEX, México, 2013.

6. Margaret Myers y Guo Jie. China’s Agricultural Investment in Latin America: A critical Assessment, The Dialogue Leadership for the Americas, 2015.

7. Evan Ellis. China on the ground in Latin America: Challenges for the Chinese and impacts on the region, Palgrave Macmillian, New York, 2014.

8. Eduardo Daniel Oviedo. Argentina y el Este Asiático. La Política Exterior de 1945 a 1999, UNR Editora, Rosario, 2001.

9. Oviedo, Eduardo Daniel y Navarro, Diego. Argentina y los países del Este Asiático, Editorial Aconcagua, Mendoza, 2015.

10. Ronald Inglehart y Christian Welzel. “Development and Democracy: What We Know about Modernization Today”, Foreign Affairs, March 2009.