China y el entuerto de Hong Kong

In Análisis, Autonomías by PSTBS12378sxedeOPCH

La Región Administrativa Especial (RAE) china de Hong Kong celebrará comicios el próximo 4 de septiembre. Tras el “movimiento de los paraguas” en 2014 y el fracaso de la reforma electoral en 2015, la jornada podría revelar una nueva radiografía del momento político del antiguo enclave británico. Para China representa una oportunidad de reconducir la maltrecha estabilidad de la región en un contexto de incremento de la resistencia cívica frente a lo que algunos sectores consideran una erosión significativa y sistemática del autogobierno por parte de las autoridades centrales.

Una primera novedad destacada es la desautorización de los candidatos a favor de la independencia que pretendían concurrir a las elecciones. Según la comisión electoral, abogar por la independencia supone una violación de la Ley Fundamental de la RAE.

Una universidad hongkonesa detalló el resultado de una encuesta llevada a cabo el pasado 24 de julio según la cual un 17 por ciento de la población apoyaría la independencia del territorio después de 2047 (50 años después de la recuperación de la soberanía china) mientras un 57 por ciento se opondría a ella. Solo el 4 por ciento la consideraba “posible”. Cuando Zhao Ziyang y Margaret Tatcher firmaron en 1984 la declaración básica que daba pie a la retrocesión, China expresó el compromiso de respetar, al menos durante 50 años, el estilo de vida y los sistemas legal, judicial, financiero, etc., vigentes en la región. Ahora, algunos plantean el llamativo regreso al dominio británico como primer paso para acceder a la independencia….

El reciente episodio de los cinco libreros desaparecidos vino a añadir más leña al fuego del malestar reinante en Hong Kong. La sucesión de escándalos, torpezas y fracasos complican la gestión de Beijing en la RAE y afean al gobierno central y al PCCh, quienes parecen estar a la defensiva.

La creación de partidos de signo “independentista”, probablemente de escaso recorrido electoral, es un síntoma de esa reacción ante la convicción de que el control político del enclave ha aumentado en los últimos tiempos restando a valor a la autonomía local. Beijing habría interiorizado la idea de que las libertades políticas de que disfrutan en Hong Kong y expresión del principio de “un país, dos sistemas” representan una amenaza para su propia estabilidad en el continente.

Un segundo frente es la seguridad. La injerencia en los asuntos de Hong Kong, también en este ámbito, genera preocupación. La detención ilegal de personas o su forzamiento a un trasnochado arrepentimiento público son prácticas que desmentirían la sinceridad de los esfuerzos para avanzar hacia un Estado de derecho. No es de extrañar que en este contexto persistan las movilizaciones cívicas en protesta por tal forma de actuar. Las reacciones del gobierno central apuntando a una “mejor comunicación” policial son insuficientes.

Recientemente, Macao y Hong Kong pre-cerraron un acuerdo de cooperación que se suma al suscrito con el continente a fin de ampliar la colaboración económica, la inversión y el comercio. El gobierno central abriga el propósito de propiciar una mayor integración de Hong Kong con el resto del país.

Zhang Dejiang, el número tres chino, visitó Hong Kong el pasado mayo para reclamar calma y confianza, expresando cierto reconocimiento de las bondades de una pluralidad que, según dijo, no estaría en peligro. La suya fue la primera gira de un alto dirigente chino desde la realizada por Hu Jintao en 2012 y transmitió la preocupación del gobierno central por el eco de las críticas entre la juventud hongkonesa, donde avanza una identidad pretendidamente diferenciada del resto de la comunidad china.

Las elecciones deben ofrecer un saldo político aceptable que evite el ensanchamiento del foso manifestado con el fracaso de la reforma electoral. La recuperación de aquel discurso exige contar con mayorías suficientes –dos tercios- en el Consejo Legislativo. De no lograrlo puede que no peligre el control institucional pero si la estabilidad social. El propio futuro del autogobierno en Hong Kong y del principio de “un país dos sistemas” está en cuestión. China necesita abrir una nueva vía que mitigue la polarización y reconduzca el entuerto actual. Fácil no lo tiene.