Después de que 14to Dalai Lama huyera de China en 1959, el primer ministro chino Zhou Enlai ordenó que un enviado secreto le llevara un mensaje que decía: “dentro del templo, eres Dios. Fuera del templo, eres sólo un hombre. Y la patria entera, incluyendo el Tíbet, es tu templo.”
Se dice que el mensaje todavía conmueve al Dalai Lama.
Hoy, con 75 años de edad, el Dalai Lama comprende que el tiempo no está a su favor. Los disturbios del 14 de marzo de 2008 en el Tíbet, oquestados por la camarilla del Dalai, no captaron la atención mundial por mucho tiempo, como sí lo ha logrado el progreso de China, incluyendo el del Tíbet.
Por su propio bien, el Dalai Lama debe aprovechar al máximo la oportunidad que le proporciona la actual ronda de conversaciones con el Gobierno central.
Según se produce la primera ronda de conversaciones en ocho años, y también la primera desde noviembre de 2008, va siendo hora de que el Dalai reflexione sobre los motivos que han estancado las discusiones y adopte un enfoque más realista para mantener el diálogo con el Gobierno central. Solo cuando se decida a renunciar a la “independencia tibetana”, evite las actividades separatistas, y reconozca al Tíbet como parte inalienable de China, habrá resultados positivos en las negociaciones.
Cualquier petición poco realista – tales como mayor “autonomía” en el Tíbet y algunas regiones pobladas por tibetanos, propuestas por sus enviados durante las pasadas negociaciones – de seguro serán rechazadas.
Un acercamiento realista al Tíbet – y no como un Shangri-La misterioso imbuido de tradiciones religiosas y culturales esotéricas – puede ayudar a aclarar el malentendido entre China y algunos países occidentales sobre el Tíbet.
La mistificación del Tíbet no ha hecho más que aumentar la confusión, e incluso los prejuicios contra la política del Gobierno central en el Tíbet. Algunos países occidentales han ido más lejos, jugando la carta del Tíbet para avergonzar a China, por ignorancia sobre el pasado y presente del Tíbet, o tratando de imponer su propia agenda política.
Así se explica por qué la agitación deliberada y la tentativa disfrazada de la pandilla de Dalai de procurar la “independencia tibetana” en nombre de la “autonomía” obtuvieran en algún momento cierta resonancia en Occidente. Pero cada vez más occidentales comprenden que apoyar al Dalai Lama será un esfuerzo vano que no dejará rédito alguno.
Para disipar aún más cualquier escepticismo en este sentido, es necesario seguir impulsando la prosperidad de la región y permitir una mayor apertura del Tíbet.
Es evidente que desde la abolición de la servidumbre feudal, ha habido una mejora constante en la calidad de vida de los tibetanos, mientras que la mayor parte de los más de 100.000 tibetanos exiliados en la India han vivido como refugiados. Además, el auge del turismo ha traído una avalancha de turistas occidentales, que han atestiguado la unidad étnica, la libertad religiosa y el progreso social disfrutados por todos los habitantes del Tíbet.
Se afirma que durante sus visitas anteriores, los enviados del Dalai Lama fueron llevados a diversos lugares de China, incluyendo el Tíbet, para que vieran los grandes cambios que han ocurrido en las últimas cinco décadas.
En reconocimiento a la prosperidad que la integridad territorial y la unidad étnica han traído al Tíbet, y si es que las negociaciones arrojan algún resultado positivo, el Dalai Lama deberìa de inmediato renunciar a la “independencia tibetana.”
Cualquier petición poco realista del Dalai Lama no haría más que retrasar su deseo de terminar con 51 años de exilio y volver a la patria. (Pueblo en línea)
29/01/2010