La conmemoración del cincuenta aniversario de la huida del Dalai Lama a India ha reiterado el debate público sobre el presente y futuro de la presencia china en Tibet. La fuga del Dalai Lama significó entonces (1959) el fracaso del compromiso del gobierno chino, proclamado en 1949, con las elites tibetanas (los llamados “diecisiete puntos” de 1951), tanto religiosas como aristocráticas, siempre reacias a aceptar cualquier mínima reforma. En los años siguientes, Mao desplegó una fuerte campaña ideológica respaldada por una activa política de redistribución de tierras entre los campesinos. Pese al tiempo transcurrido, el gobierno chino está lejos de haber encontrado un modus vivendi aceptable en la región.