El volumen comercial entre China y los 17 PECO (Países de Europa Central y Oriental) alcanzó en 2020 el valor de 103.450 millones de dólares, superando por primera vez los 100.000 millones, con un crecimiento interanual del 8,4 por ciento. Un mecanismo de cooperación se formalizó en 2012 y desde entonces el comercio bilateral no ha dejado de crecer a un promedio del 8 por ciento anual. Las inversiones en energía, minería, infraestructura o logística tampoco se han quedado atrás, sumando más de 3.100 millones de dólares. El servicio de trenes de carga China-Europa, en pleno apogeo en 2020 por causa de la pandemia, incluye países como Polonia, Hungría, Chequia, Lituania o Eslovaquia, entre los más relevantes. Se diría que todo va viento en popa, pero….
El pasado 9 de febrero, Xi Jinping presidió una cumbre por videoconferencia con estos países, reiterando la buena salud de este mecanismo que desde Bruselas se criticó en su día por el temor a que su dinámica incidiese negativamente en la fragmentación de las políticas comunitarias. China ha negado siempre esta intención, contemplando el foro como un mecanismo complementario que contextualizaría una relación que va más allá del espacio UE (de los 17 miembros europeos, 12 pertenecen a la UE). En los últimos meses, la cooperación en materia de vacunas, especialmente con Serbia y Hungría en primer lugar, pero también Bosnia-Herzegovina y más países, con una Bruselas desolada ante los reiterados incumplimientos de las farmacéuticas occidentales en las que había invertido dinero y prestigio gestor, escenifican esa temida dispersión.
En la reciente cumbre, seis Estados miembros (los tres bálticos más Eslovenia, Rumanía y Bulgaria) participaron con ministros de segundo nivel, un gesto que no pudo ser del agrado de Xi. El dato vino a expresar cierta insatisfacción de algunos países con la evolución de las relaciones bilaterales, básicamente, por la moderación de las expectativas de inversión y la creciente basculación del saldo comercial hacia Beijing. Sin duda, también la presión de EEUU hace mella en las capitales de algunos países en un contexto de clara división en la UE sobre la hoja de ruta a seguir con China.
Los países bálticos, estrechamente vinculados a Washington desde el fin de la URSS, van a la cabeza de este discurso. Si la inteligencia estonia detallaba en un informe el pasado 17 de febrero como el PCCh se afana en abrir una brecha en las relaciones transatlánticas, Lituania ya llegó más lejos. El día 2 de marzo trascendió que Vilnius está evaluando abandonar este foro, acusando a China de ambicionar el control de la infraestructura estratégica de la UE. Además, emulando el desplante de algunas autoridades checas, propone ampliar los lazos con Taiwán, quien pronto podría disponer de una oficina representativa en su país. El viceministro de Asuntos Exteriores Egidijus Meilunas, asegura que los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho condicionarán el tono del diálogo con China.
En tal contexto, no solo está en juego la estabilidad futura del marco China-PECO sino la propia cohesión de la política comunitaria hacia China. Y en su diseño e implementación, indudablemente, no solo estaría influyendo China sino también EEUU, amenazando con sepultar entre ambos la capacidad de la UE para establecer de forma autónoma una política tan independiente como compartida por sus socios.