China y el Quad: No hay enemigo pequeño Alfredo Toro Hardy es diplomático retirado, académico y autor venezolano

In Análisis, Política exterior by Director OPCh

El Quad, contracción de la palabra inglesa “quadrilateral”, o cuadrilateral en castellano, alude al Diálogo de Seguridad Cuadrilateral. Se trata de una estructura formal de seguridad regional con base en el llamado Indo-Pacífico e integrado por Estados Unidos, Japón, India y Australia. Su origen, como propuesta conceptual, se remonta al mandato inicial de Shinto Abe como Primer Ministro entre 2006 y 2007. Aludiendo al éxito de la coordinación de esfuerzos por parte de esos cuatro países, en ocasión del tsunami que en 2004 mató a más de 227 mil personas en el Sudeste asiático, Abe propuso formalizar una asociación entre estos. Ello, con miras a enfrentar los retos regionales y, de entre aquellos, particularmente los de seguridad. La propuesta, sin embargo, no encontró receptividad en los otros tres países. No sólo los retos geopolíticos regionales no lo ameritaban, sino que la propuesta podía ser vista como antagónica a China, país con el que todos mantenían buenas relaciones bilaterales, así como un intercambio comercial sólido y creciente. Cuando en septiembre del 2007 Abe abandonó el poder, su sucesor Yasuo Fukuda simplemente enterró el proyecto.

Resucitando la vieja propuesta

A fines de 2017, tras haber sido designado de nuevo como Primer Ministro, Abe resucitó la vieja propuesta. Esta vez, los otros tres países estuvieron plenamente dispuestos a considerar seriamente la misma. En los últimos diez años se habían producido, en efecto, cambios significativos en la región. A partir de 2008, China había asumido un asertivo nacionalismo que asustaba a muchos de sus vecinos. Nacionalismo que se incrementó sustancialmente a partir de la llegada de Xi Jinping al poder en 2012, cuando la huella geopolítica china pasó a expandirse con fuerza creciente. En septiembre de 2019, tras la reunión de los ministros de relaciones exteriores de Estados Unidos, Japón, India y Australia en Nueva York, el Quad tomó cuerpo como estructura formal. Aunque el mismo no llegaba a asumir el carácter de una alianza defensiva que entrañara obligaciones de respuesta conjunta entre sus miembros, como en el caso de la OTAN, si se presentaba como una estructura concertada a lo que se percibía como el ascenso de la amenaza china. Su planteamiento de base era el de propulsar el avance de una región Indo-Pacífica “libre y abierta”.

Cambio de panorama

Al comienzo, China no dio muestras abiertas de preocupación ante el surgimiento de este mecanismo. Entre otras cosas, no sólo porque dudaba de la capacidad de tracción real ante sus aliados de la Administración Trump, sino también de la consistencia de propósito hacia dicha asociación por parte de India. En relación a esto último, cabría recordar que India siempre ha estado acostumbrada a moverse por su cuenta, con poco apego a ataduras hacia otros países. Sin embargo, el enfrentamiento entre fuerzas militares chinas e indias en junio de 2020 cambió significativamente el panorama. Efectivamente, soldados de ambos países se enfrascaron en un combate cuerpo a cuerpo en las alturas del Himalaya, en la zona de Ladakh, dejando un saldo de veinte soldados indios y al menos cuatro soldados chinos muertos. Ello, fue seguido por burlas chinas a nivel oficial sobre la efectividad de la combatividad india, lo que contribuyó a inflamar aún más el malestar en Nueva Dehli. A partir de ese momento, India, que había sido el menos comprometido de los miembros de Quad, pasó a ver al mismo como una fórmula indispensable de contra-balance estratégico frente a China. También Pekín, por extensión, comenzó a tomar con la debida seriedad el cerco geoestratégico que el Quad le representaba.

Matar a uno para advertir a los otros

Para fracturar a dicha asociación, y al cerco implícito en ella, China buscó dividir a sus miembros. Para ello, recurrió a la maniobra de ofrecer zanahorias a algunos y de utilizar el garrote contra otros, lo que en ambos casos excluyó a Washington. Las zanahorias fueron dirigidas a India y Japón, ante los cuales se hicieron esfuerzos por mejorar las relaciones bilaterales. En los dos casos sin buenos resultados, por cierto. La desconfianza hacia Pekín había calado hondo y ni Nueva Dehli ni Tokio estuvieron dispuestos a cambiar de manera significativa de rumbo. El garrote, de su lado, fue aplicado a Australia. Ello, pues a los ojos de Pekín era el más débil y el menos significativo de los tres. En palabras del ex Primer Ministro australiano Kevin Rudd: “China rápidamente seleccionó donde utilizar el garrote. Un célebre proverbio chino aconseja ‘matar a uno para advertir a cientos’ (shayi jingbai), lo que planteaba el objetivo de matar a uno (Australia) para advertir a dos (Japón e India)” (The Avoidable War, New York: Public Affairs, 2022, p. 246). Tal “asesinato” consistió en imponer de manera drástica y sin previo aviso restricciones a las importaciones de carbón australiano, seguidas por restricciones a todos los demás productos de exportación importantes de ese país. Esta contracción súbita de su principal mercado internacional, a finales de 2020, representó un duro golpe para la economía de Australia.

El fracaso chino

La maniobra china, sin embargo, fracasó en todos los frentes. No logró doblegar a Japón e India como aspiraba, fortaleció al Quad pues dejó en evidencia la necesidad de oponerse a este tipo de chantaje y, sobre todo, transformó a Australia en un contrincante frontal con poco ya que perder dentro de la balanza de costos y beneficios de su relación con Pekín. El haber subvalorado a este último país, al considerarlo como el eslabón más débil y prescindible de la cadena, se ha traducido en no pocos dolores de cabeza para Pekín.

Respuesta australiana

En septiembre de 2021 fue lanzado el AUKUS como un pacto defensivo y de seguridad entre Australia, Estados Unidos y el Reino Unido. De acuerdo al mismo, estos dos últimos países se comprometieron a ayudar al primero a dominar la tecnología para construir submarinos nucleares y a dotarse de ellos. Dicho acuerdo contempla, también, cooperación en el desarrollo de capacidades en materia de cibernéticas avanzadas, inteligencia artificial, tecnologías cuánticas, guerra electrónica, misiles hipersónicos, capacidades submarinas y, desde luego, intercambio de inteligencia. Aunque habrá que esperar hasta 2040 para que Canberra haya podido producir sus propios submarinos nucleares, la cuenta regresiva para que Australia pueda contar con un aparato militar de alta sofisticación tecnológica está ya en marcha. Entre tanto, dicho país anunció la compra de 200 misiles navales Tomahawk, con un radio de distancia de 1.500 kilómetros, para ser instalados en sus navíos de guerra.

A la vez, Australia ha escalado su integración con las fuerzas amadas estadounidenses, modernizando varias de sus bases militares con el objetivo de albergar a un número creciente de sus contingentes de tropa. Así mismo, y tal como lo refería The Economist, Australia cuenta con ventajas comparativas muy especiales de cara a la cooperación militar que puede brindarle a Washington (“The great mateship takes on China”, August 26th, 2023). En primer lugar, la presencia militar de Estados Unidos allí potencia la proyección de poder de este país en Asia. En segundo lugar, Australia se encuentra fuera del radio de alcance de la mayoría de los misiles chinos, lo cual impone un importante paraguas protector a las fuerzas estadounidenses que allí se ubiquen. Tercero, la extensión de su territorio permite desplegar a lo largo y ancho de este a las fuerzas militares estadounidenses, evitando que éstas se conviertan en objetivos fáciles para los misiles chinos.

No hay enemigo pequeño

En definitiva, Australia ha demostrado ser un hueso difícil de roer. Al querer “matar” a ese país, utilizando el símil de Kevin Rudd, China no hizo más que poner en evidencia aquel viejo dicho según el cual no hay enemigo pequeño.