Cuando Pyongyang anunció el aplazamiento de su propósito de disparar misiles hacia las proximidades de la isla de Guam pareciera que, a diferencia de anteriores ocasiones, cierta esperanza de calma podría otearse en ese convulso horizonte jalonado igualmente por las expectativas de Seúl, cuyo nuevo gobierno también ansía imprimir otro rumbo al problema de la desnuclearización de la península, incluyendo el tratamiento del futuro del sistema estadounidense de defensa antimisiles instalado en su territorio y que tanto preocupa en Pekín y Moscú. Pero la negativa a aplazar siquiera la realización de nuevas maniobras militares por parte de las fuerzas conjuntas coreanas y estadounidenses, las Ulchi Freedom Guardian que finalizaron el 31 de agosto, nos devolvía a la cruda realidad, culminada a seguir por esta nueva prueba nuclear, la única respuesta que parece interesar al creativo Kim Jong-un.
La organización del ejercicio, criticado por Pekín, fue uno de los principales temas de discusión con motivo de la reciente visita a China del general Joseph Dunford, presidente del Comité de Jefes de Estado Mayor de Estados Unidos, en una gira que también lo llevó a Tokio y Seúl. Quienes creen en la utilidad disuasoria de estas maniobras reiteran su intención escrupulosamente defensiva y de respuesta a las preocupaciones de seguridad que suscita Pyongyang entre sus aliados, pero lo cierto es que el balance final deja el listón cada vez más alto en una dinámica que no desarma el contencioso sino que, por el contrario, tiende a agravarlo.
Pekín, con el apoyo de Moscú, lleva meses reivindicando la alternativa de la doble suspensión como salida equilibrada y sensata al atolladero actual. Esa puerta al diálogo supondría una moratoria de los ejercicios militares a cambio de una interrupción de los ensayos nucleares y de las pruebas balísticas de Corea del Norte. La asunción de dicho principio facilitaría el tiempo y la holgura que se precisan para que los diálogos cruzados en curso y que discurren entre bambalinas puedan ofrecer resultados plausibles.
China y Rusia han condenado ahora esta nueva prueba norcoreana al tiempo que alertan sobre los signos de degradación de la situación con el aumento progresivo del riesgo nuclear y balístico. Aunque ambas capitales, atendiendo a la lógica en la que estamos instalados, suscriban nuevas sanciones en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que de verdad se precisa y reclaman es algo de ingenio diplomático de sólida consistencia que oriente el litigio por otra senda.
Es hora de cesar en las provocaciones de todo signo como también de impulsar una misión de buenos oficios que aporte garantías de seguridad a todas las partes. La disparatada lógica actual de pruebas-ejercicios-ensayos-sanciones solo agrava una situación que puede desembocar en escenarios a cada paso más temibles y, a la postre, incontrolables.