La relevancia de Asia en la economía internacional data de siglos atrás, aunque su fortaleza no se ha mantenido constante a lo largo del tiempo. Historiadores de la economía mundial, como Paul Bairoch y Angus Maddison, entre otros, hacen referencia al liderazgo de la región asiática en la edad moderna, aproximadamente desde el siglo XVI y hasta principios del siglo XVIII, a partir, esencialmente, del poderío económico de China e India. Precisamente, Maddison revela que Asia produjo aproximadamente 2/3 del PIB mundial desde el comienzo de la historia registrada hasta principios del siglo XIX (Maddison, 2007).
Particularmente China, país que más tributó a la relevancia regional y global, permaneció en la vanguardia de la civilización y del progreso económico mundial, llegando a alcanzar una ostensible superioridad económica y tecnológica sobre la civilización occidental entre 1100 y 1800, antes de su decadencia y conquista en el siglo XIX. En 1750 su producción industrial representaba el 33% del producto industrial mundial, en 1820 su Producto Interno Bruto suponía casi el 32% del mundial, con lo que ostentaba la condición de economía más grande del mundo (Maddison, 2006), y fue el mayor exportador de seda, algodón, cerámica y té del mundo hasta el siglo XIX, en vísperas de la revolución industrial europea (Rodríguez, 2004).
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